Turismo sostenible, pasaporte hacia la prosperidad
Pequeños negocios de artesanía frente al mar o la venta de prendas de lana de alpaca a 4.000 metros de altitud pueden cambiar el mundo. Iniciativas como estas, impulsadas por microemprendedores, tratan de preservar el legado cultural y hacer del turismo una palanca de cambio social. Un reto difícil, que cuenta con el apoyo de Naciones Unidas en el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo.
Desde El Quisco, uno de los mayores reclamos turísticos de Chile, Jaime Gutiérrez intenta aportar su granito de arena trabajando cuidadosamente el cuero, especialmente de salmón. Lo tiñe y lo moldea para crea un calzado original y de calidad. Además, con la ayuda de su mujer, combina este peculiar cuero con tela para hacer bolsos, pulseras o pendientes. Este es su segundo intento, tras verse obligado a cerrar su fábrica de zapatos por las importaciones a gran escala procedentes de Asia.
En su taller de artesanía, sueña con hacer de su región algo más que un destino de playa, y dejar un legado turístico en la zona. Pero no es el único: otros pequeños emprendedores comparten su visión en el banco comunal “Creciendo juntos” de Fondo Esperanza, una de las entidades de la Fundación Microfinanzas BBVA en Chile.
“El turismo se ha convertido en un pilar de las economías, un pasaporte para la prosperidad, y una fuerza transformadora que puede mejorar la vida de millones de personas”, afirmó António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, al comienzo de 2017. Con más de mil millones de turistas al año y una perspectiva de crecimiento anual del 3,3%, la Organización Mundial del Turismo (OMT) trata de fomentar prácticas más responsables, necesarias para preservar la riqueza cultural y medioambiental de nuestro planeta. Según este organismo de la ONU, el sector turístico representa el 10% del PIB mundial, y crea uno de cada 11 empleos.
El turismo se ha convertido en un pilar de las economías, un pasaporte para la prosperidad, y una fuerza transformadora que puede mejorar la vida de millones de personas
Su "fuerza transformadora" no entiende de fronteras y llega incluso hasta los 4.000 metros de altitud, al altiplano peruano. Allí, Gregorio lidera la comunidad de Amaru, donde 200 familias viven de sus costumbres. Con la agricultura, la ganadería y la textilería, atraen a viajeros que buscan conocer la autenticidad de las tradiciones centenarias. “Gracias al turismo, hemos mejorado la calidad de vida de nuestras familias, demostrando nuestra textilería de finos hilos con tintes naturales, inspirada en nuestras vidas cotidianas”, señala en su página web esta comunidad, que paradójicamente no escapa de la era digital.
“A los turistas les enseñamos cómo vivimos”, afirma Gregorio, que con los créditos productivos y la asesoría de Financiera Confianza (la entidad de la Fundación Microfinanzas BBVA en Perú) consigue mejorar y ampliar el centro cultural de Amaru. Los visitantes pueden pasar la noche a pocos kilómetros de allí, en una cabaña típica de la región de Pisac, hecha de arcilla. Un negocio que Quintín, su propietario, compagina con una carpintería, entre otras pequeñas actividades que progresan con el apoyo de la Fundación.
Cada vez son más los proyectos que se llevan a cabo para impulsar un turismo más responsable, que apoye la economía local, preserve el patrimonio cultural y cuide el medio ambiente. Factores que, según Naciones Unidas, contribuyen directamente a la consecución de seis de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de su Agenda 2030: “Trabajo decente y crecimiento económico”, “Ciudades y comunidades sostenibles”, “Producción y consumo responsables” o “Acción por el clima”, “Vida submarina” y “Vida de ecosistemas terrestres”.
La transversalidad de estos objetivos hace del turismo sostenible una pieza clave en el cumplimiento de esta agenda global, que persigue la erradicación de la pobreza, la reducción de la desigualdad y la lucha contra el cambio climático.
Por eso, bajo el lema “Viaja. Disfruta. Respeta.”, Naciones Unidas apoya un turismo diferente, que proteja el patrimonio cultural y natural de los más de 7.000 millones de personas que habitan el planeta, y contribuya al desarrollo de comunidades como las de Jaime y Gregorio.