¿Transporte público o privado?
Un gasto importante que tenemos muchos de nosotros es el coste que nos representa tener un vehículo propio. La utilidad básica de dicha adquisición pasa por dotarnos de la comodidad y flexibilidad necesaria a la hora de realizar cualquier desplazamiento.
Tener un vehículo implica asumir una serie de gastos fijos de relativa importancia, hagamos uso del mismo o no lo hagamos. Estos gastos son insalvables y además aumentan linealmente en función del uso que le demos al propio coche.
El coste de uso de un vehículo va fuertemente ligado al precio de compra, así como a la vida útil estimada del mismo y las distintas oscilaciones en precios que tenemos en los impuestos de circulación, seguros y coste del carburante. Los valores que podemos tomar como referencia para realizar una aproximación en el coste efectivo de cualquier coche oscilan desde 0,25 euros a 0,50 euros por kilómetro recorrido.
Con esta horquilla de precios, un valor aproximado para llevar a cabo el punto de equilibrio puede ser 0,37 euros por kilómetro recorrido, que suele coincidir con el precio que se liquida en muchas empresas por el uso laboral de los vehículos privados. Tengamos en cuenta que realizar unos 25.000 kilómetros al año representan un coste de unos 9.000 euros anuales para un coche de gama media.
Una vez determinado el coste de uso por kilómetro, tenemos que proceder a evaluar la necesidad o no de disponer de un vehículo propio. Los puntos básicos de decisión para decantarnos en la compra del mismo son:
Necesidad laboral
Este es el punto más importante. La mayoría trabajamos cinco días a la semana, con lo cual, si no disponemos de un sistema eficiente de transporte público para desplazarnos hasta nuestro puesto de trabajo, la balanza se inclina favorablemente hacia el coche propio. En las grandes ciudades, dígase Madrid, Barcelona, Sevilla… disponemos de una red de metro, cercanías y autobuses que con sus pros y sus contras resultan más ventajosos en su uso que el transporte privado.
Además del propio coste de nuestro coche, tenemos que soportar las inclemencias del tráfico, la carestía de aparcamientos y un sinfín más de problemas diarios que le surgen a todos los conductores de estas ciudades. En estos lugares, si la pérdida de tiempo en transporte público no es excesiva, no se puede dudar, tener coche es un verdadero atraso.
Uso personal
Otra parte de la población, tiene la ventaja de no tener que recurrir a un vehículo para desplazarse a su centro de trabajo. Poblaciones pequeñas, proximidad geográfica entre la vivienda y el centro de trabajo… El uso que se le da a un vehículo en estos casos, es un uso eminentemente particular. En estos casos, tenemos que evaluar cual es la necesidad imperiosa e insustituible de usar un coche.
Si esta necesidad es baja, supongamos 20 días al año, nos puede resultar mucho más interesante recurrir a las fórmulas de alquiler de vehículos antes que entrar en la compra de los mismos. Aunque claro está, si disponemos de vehículo, su uso es mucho mayor que si no lo tenemos. Es más, el coche crea cierta adicción a su uso, generando que no vayamos caminando por ejemplo casi a ningún sitio.
Por último, para desplazamientos largos, es siempre más aconsejable el transporte público, pero claro está, volvemos al tema recurrente de la eficiencia y cobertura del transporte público en el desplazamiento que necesitamos. Y esto no siempre se cumple.
Es labor de todas las administraciones invertir y mejorar todas las infraestructuras y el sistema de transporte público. Redundará en beneficio de todos nosotros, con lo cual, este tipo de inversiones en capital público deben ser prioritarias en todos los gobiernos.