Todo lo que puede aprender sobre los mercados de valores visitando el Palacio de la Bolsa de Madrid
Es, probablemente, uno de los edificios más bonitos de Madrid. Nos referimos al Palacio de la Bolsa, propiedad de Patrimonio Nacional, aunque el mantenimiento del mismo corre a cargo de BME (Bolsas y Mercados Españoles), que es el operador de todos los mercados de valores y sistemas financieros en España.
Como tantos otros espacios públicos, puede ser visitado y, además, de manera gratuita, aunque lo cierto es que tiene muchas peticiones, por lo que se recomienda hacerlo con tiempo.
No supera la hora de duración y permite ver desde dentro el edificio, contemplar sus obras, conocer algunas curiosidades y saber un poco más sobre la historia que hay detrás del mercado de valores. Por ejemplo, que la primera bolsa oficial Europea es de Ámsterdam y, en honor a ella, la columna con reloj que preside el parquet madrileño es una réplica de la que podemos ver en la capital de Holanda. País en el que, por cierto, también se tiene constancia de las primeras operaciones bursátiles a finales del siglo XIV, aunque no fueran legales.
Si las paredes hablaran…
Nada más pasar por los correspondientes trámites de seguridad y acreditación, se pueden contemplar unas grandes puertas con cristales tallados que muestran el núcleo central del edificio y la imagen que todos recordamos cuando muestran la bolsa en la televisión: el parqué.
Aunque ahora está casi vacío (las pocas personas que siguen paseando por esa estancia son, en su mayoría, profesionales de los medios de comunicación que hacen sus crónicas bursátiles desde la Bolsa madrileña), es donde antaño se desarrollaba gran parte de la actividad de los brokers, donde, a pleno grito, se realizaban las operaciones de compraventa de títulos de las empresas.
¿Podremos entrar dentro? Lo averiguaremos más tarde, dado que la visita se inicia en las plantas superiores. Iniciamos nuestro recorrido por el denominado “Salón de los pasos perdidos” (nombre con el que coincide, por cierto, con una de las estancias del Congreso de los Diputados). Se llama así porque, en su día, estuvo cubierta con alfombras que amortiguaban los pasos de quienes transitaban por ahí.
En esta habitación podemos encontrar varios símbolos, algunos de ellos atribuidos a la masonería, y el caduceo o símbolo de la bolsa. Este símbolo se compone de tres partes principales: dos serpientes que se miran fijamente (que representarían la oferta y la demanda) y que, a su vez, simbolizan la prudencia; una vara que las separa a modo de árbitro para ponerlas de acuerdo (apología de la función desarrollada por la Bolsa); y dos alas en su parte superior, que expresan la rapidez en la toma de decisiones a la hora de comprar o vender.
También podremos encontrar referencias a Mercurio (patrón de la bolsa) y al comercio marítimo. En la cenefa también se encuentra representada, y varias veces, la peseta.
Un edificio pensado para la Bolsa
El edificio fue inaugurado por la Reina Regente Mª Cristina el 7 de Mayo de 1893, ya que el futuro rey Alfonso XIII era aún un niño. El arquitecto que ideó el Palacio (cuya misión era, precisamente, acoger el mercado bursátil de la época) era hijo de un operador de Bolsa. Y como conocía el estrés al que estaban sometidos estos trabajadores, ideó los techos de vidrios para que entrara más luz natural y eso aportara más relax.
Aunque lleva el nombre de Palacio, lo cierto es que este edificio fue diseñado para que se pudieran desarrollar dentro las actividades bursátiles. Pero no fue hasta 1831 cuando se instauró de manera oficial la Bolsa. Hasta 1893 esta actividad se hacía en casas particulares y en varios sitios diferentes, pero se decidió unificar y reunir toda esta actividad en un solo lugar: de ahí que se ideara construir este edificio, cuya construcción se demoró 7 años. Eso sí, no se repararon en gastos. Fueron los propios agentes bursátiles los que decidieron hacer emisiones de obligaciones para financiar su construcción, cuyo coste ascendió a más de tres millones de pesetas de la época (más del triple de lo inicialmente presupuestado).
Durante la Guerra Civil, el palacio se mantuvo cerrado, puesto que no había operaciones de Bolsa. Cuando se reabrió, por los años 40, constataron que había sido uno de los edificios que no se había visto afectado por la guerra. Sin embargo, en este mismo salón de los Pasos Perdidos se puede observar cómo uno de los cristales tiene varios disparos. Su procedencia es desconocida, pero se sabe que se hicieron desde dentro del edificio y que el calibre es de 22 milímetros.
Sin actividad bursátil
Sin embargo, lo cierto es que el edificio en sí ya no acoge la actividad bursátil, puesto que ahora todo se realiza con software y telecomunicaciones. El edificio, en el que trabajan unas 70 personas, sin embargo, sí acoge la salida a bolsa de las empresas y otros actos institucionales, algunos de los cuales también se desarrollan en algunas de las otras salas con las que cuenta.
Una de las estancias más importantes es la Sala de cotizar. Aunque en el parqué se contrataba y “todo se hacía gritos”, lo cierto es que se podían producir errores o malentendidos en el precio de los títulos o en la cantidad de acciones compradas o vendidas por determinado agente. Es entonces cuando se acudía a esta sala y se establecían los acuerdos con los que se cerraban las operaciones.
Fue en 1989 cuando, con la modificación del reglamento del mercado de valores, todo cambia: se introduce la informatización de todas estas operaciones, por lo que deja de tener sentido que los agentes de bolsa acudan a esta sede para realizar sus operaciones. La “despoblación” de la Bolsa fue algo prácticamente repentino. Fue a lo largo de ese verano del 89 cuando los brokers desaparecen del parqué madrileño, cuyo suelo, por cierto, sigue siendo el original y en el mismo se pueden contemplar todas las marcas de los cigarrillos (porque la visita incluye entrar dentro de esta sala central de operaciones).
Calculadoras que parecen máquinas de escribir
Durante la visita al Palacio de la Bolsa también se pueden contemplar los numerosos aspectos artísticos del edificio (bóvedas, arquitectura, pinturas…) y algunos objetos de museo, como las primeras calculadoras para la bolsa, que parecen máquinas de escribir, y que eran fabricadas por Burroughs. La Bolsa también dispone de una biblioteca pública de libre acceso pero con pocas plazas y que cierra a las cinco de la tarde.
Como ya hemos dicho, la visita no defrauda y abre paso a la curiosidad: ¿Cómo funciona el mercado de valores? ¿Cómo invertir en Bolsa? ¿A qué se dedica la Tesorería de un banco? ¿De dónde viene el dinero que gano en bolsa y adónde va lo que pierdo en bolsa? ¿Qué es y cómo funciona el IBEX-35?