¿Tenemos las leyes que necesitamos ante la revolución digital?
Como el resto de países de la Europa continental, las leyes en España van demasiado por detrás de la revolución digital. Los usos sociales cambian rápido, y las normas no siguen el ritmo.
La Ley de Propiedad Intelectual es clave para muchos de los negocios que se desarrollan en internet. Data de 1996, cuando no existían las redes sociales, ni las aplicaciones en los móviles ni las tabletas. Y aunque se le han añadido varias modificaciones, no hace ni una sola referencia en su articulado a los videojuegos, un sector que el año pasado movió en España más de 500 millones de euros.
Esa ley es un buen ejemplo de cómo la legislación puede desajustarse con los cambios sociales que provoca la tecnología. “Con tantos añadidos a lo largo de los años, es una norma Frankenstein”, resume Alejandro Touriño, socio de Ecija Abogados, director del Startup Lawyers Program del IE Business School y uno de los mayores expertos de España sobre la regulación de las nuevas tecnologías.
El derecho regula los problemas y situaciones que se producen en la sociedad. El progreso va planteando retos al legislador, y este va respondiendo. Nada nuevo bajo el sol: en la Antigua Roma sucedía exactamente lo mismo. La diferencia con la actualidad es que ahora el cambio es vertiginoso: es como si en vez de siglos entre el nacimiento de la imprenta, la máquina de vapor y los ordenadores personales todo se concentrase en años ¿Están fallando estrepitosamente ante este reto los legisladores?
Touriño contesta con un leve deje de escepticismo: “Es algo simplemente que está allí. La legislación siempre va por detrás, y no es algo ni preocupante ni grave. Dicho esto, en Estados Unidos y el Reino Unido legislan de forma más dinámica y abierta en favor de la innovación; en el resto de Europa nos cuesta más por una cuestión cultural”. Que la situación sea habitual no significa que no implique problemas: “Al barco se le van abriendo distintas grietas, que se tratan de cerrar de una u otra manera. El último ejemplo es el canon digital”, asegura el abogado.
Las reglas están para cambiarlas
Independientemente de la actitud de los reguladores, cada vez más sectores y profesiones van a recorrer el mismo camino que la música o los taxis. La historia se repite: alguien (Uber, Napster, AirBnb…) se salta las reglas y rompe un cuasi monopolio. Los actores establecidos protestan y defienden sus intereses, que no son los mismos que los de los consumidores. La legislación cambia; los menos eficientes mueren.
“Quienes cambian las reglas del juego primero se las saltan”, enfatiza Touriño. ¿Hablamos de ilegalidades o de alegalidades? “Los actos son legales o ilegales, lo de alegales nos lo hemos inventado para cuando hacemos algo ilegal y no queremos que tenga esa consideración. Que algo no se persiga no significa que no sea ilícito. Es como cuando yo dejo un coche en doble fila junto a un estadio de fútbol durante un partido, junto a decenas de coches más. Confío en que la grúa no se lo lleve porque no da abasto, pero si lo hace no tengo argumentos”. Sucede lo mismo cuando se utiliza una imagen captada por Google para una presentación en el trabajo: es ilegal si la imagen tiene derechos de autor, pero nadie va a perseguirlos porque los usos sociales van por otro camino.
¿Debemos entonces esperar a que la ley permita que yo utilice sin ánimo de lucro una imagen que puedo lograr con toda facilidad en la red sin hacer daño a nadie? Lo importante es que los reguladores y legisladores tomen conciencia de que las prácticas y los usos sociales cambian, y en consecuencia se vayan adaptando a una nueva realidad. No se le pueden poner puertas al campo, pero tampoco permitir que se convierta en una jungla.