Riesgo sistémico: el tamaño del balance y otras claves
La caída de Lehman Brothers puso en evidencia que el tamaño de un banco puede ser importante. Su colapso hizo patente el impacto que puede tener la quiebra de una entidad en todo el sistema financiero y su repercusión sobre el conjunto de la economía real. Las autoridades del G20 se pusieron manos a la obra para salvaguardar la estabilidad financiera y su primer paso fue identificar otros bancos sistémicos.
Poco tiempo después, algunos bancos fueron rescatados con dinero público (bail-out o rescate desde fuera, en inglés). Pero las autoridades se dieron cuenta de que, en adelante, había que evitar que las caídas de los bancos fueran amortiguadas con el dinero de los contribuyentes. Por ello, se elaboró una normativa que establece que sean los propios bancos los que absorban una parte de las pérdidas (bail-in o rescate desde dentro). El siguiente paso fue determinar que no solo importa el tamaño en el balance de un banco, ya que existen otras características que definen a un banco sistémico. Desde 2011, el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB, por sus siglas en inglés) establece la metodología y publica anualmente la lista de bancos con importancia sistémica global (global systemically important banks o G-SIBs, en inglés). La lista suele hacerse pública a comienzos de cada noviembre, antes de la reunión del G20. La última lista, conocida hoy, incluye a 30 entidades, de las que 13 proceden de la Unión Europea.
Su metodología no solo tiene en cuenta el tamaño del banco, sino también otras cuatro categorías que, a su vez, derivan en 12 indicadores. Sin embargo, de todos ellos, el tamaño es el indicador que más pesa en el examen del FSB.
Existen dos posibilidades para que un banco se considere sistémico. Una es que en este examen cuantitativo, el banco supere el umbral de 130 puntos básicos. La puntuación es el promedio de las cinco variables: tamaño, complejidad, interconectividad, sustituibilidad y actividad interjurisdiccional. También puede que ocurrir que un banco entre en la lista en base al juicio experto del supervisor, sin superar la puntuación mínima. Es decir, por criterio cualitativo. Este fue el caso de BBVA entre 2012 y 2014, cuando estuvo en la lista de G-SIBs. En 2015 BBVA salió de la lista, lo que tendrá implicaciones prácticas a partir del 1 de enero de 2017.
Entre las principales consecuencias de ser considerado un banco sistémico global destacan, por un lado, estar sujeto al requerimiento del colchón de capital de los G-SIBs y a la futura normativa de capacidad de absorción de pérdidas total (Total Loss Absorbing Capacity, TLAC), que entrará en vigor el 1 de enero de 2019. Los mayores requerimientos de capital buscan reforzar su resistencia y el TLAC se propone para que sean los propios acreedores de la entidad los que asuman en buena parte las posibles pérdidas.
Además, “los G-SIBs, entre otras cosas, están sometidos a una férrea vigilancia por parte de los supervisores y a la evaluación de resolubilidad del FSB, deben contar con un grupo específico de gestión de crisis y presentar planes recuperación y de resolución, es decir, una especie de manuales sobre cómo solucionar de manera ordenada los posibles problemas que pudieran surgir”, apunta Arturo Fraile, economista del área de Regulación y Políticas Públicas de de BBVA Research.
El Parlamento Europeo explicaba en un documento publicado en abril que “por la amenaza sistémica que suponen para el conjunto del sistema financiero, los G-SIBs deberían ser sometidos a un conjunto específico de reglas y una mayor supervisión”. Y llega a la conclusión de que “ser considerado un G-SIB y estar sujeto a una mayor supervisión al final tiene un coste. Sus consecuencias podrían llevar en el futuro a las entidades a la toma de decisiones con el objetivo de perder tamaño y de reducir las otras cuatro categorías para disminuir su riesgo sistémico, y evitar ser designadas”.
Entonces, ¿hasta qué punto el tamaño de un banco puede favorecer o perjudicar su viabilidad? Para Antonio San Frutos, profesor de CUNEF Escuela de Finanzas y Dirección, depende de cada caso. “A efectos de ratios de solvencia, el tamaño de un banco está relacionado con su riesgo sistémico. Basilea III establece colchones adicionales de capital para los bancos demasiado grandes para caer dependiendo del riesgo sistémico asignado a la entidad. En estos casos el elevado tamaño les puede perjudicar con respecto a sus competidores, especialmente en un mercado tan competitivo y con márgenes tan bajos como el de los servicios financieros”. Sin embargo,”la integración de bancos considerados pequeños o medianos puede ser recomendable siempre que el aumento de tamaño esté justificado por la consecución de economías de escala y sinergias. Hacer bancos más grandes como objetivo finalista no garantiza en sí mismo mejoras de rentabilidad ni de solvencia. Y algunos casos recientes tenemos en España que lo corroboran, como el proceso de integración de las cajas de ahorro”, señala San Frutos.