El 'soundtrack' de la evolución
Es imposible imaginar un mundo donde la música no esté presente en el día a día. Se dice que ha acompañado al ser humano desde el inicio de la evolución. Sin importar su composición, época o periodo en la historia, la música es posiblemente una de las manifestaciones artísticas más remotas.
Mucho antes de poder ver o hablar, podemos oír. Está comprobado que un feto logra percibir sonidos del mundo exterior desde la vigésima séptima semana en el vientre de su madre. Al respecto, el neurocientífico Stefan Koelsch, de la Universidad Freie de Berlín, afirma: “Somos criaturas musicales de forma innata, desde lo más profundo de nuestra naturaleza”. Esta idea cobra aún más sentido al recordar cada capítulo de la vida cotidiana; bodas, celebraciones, acontecimientos deportivos. La música es inherente al ser humano y un arte que puede trasmitir diversas sensaciones a través del cerebro y la memoria.
El músico y neurocientífico Daniel Levitin asegura que la música solo cobra sentido en nuestro cerebro. Y es que una nota empieza a través de vibraciones viajando por el aire hasta el tímpano. En el cerebro las vibraciones se convierten en impulsos nerviosos que se perciben como tono o melodía. ¿Pero cómo trabaja el cerebro musical?
“Somos criaturas musicales de forma innata, desde lo más profundo de nuestra naturaleza
Un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MTI) reveló que al analizar matemáticamente la corteza auditiva, determinados grupos de células cerebrales se activan exclusivamente ante el sonido que emite la música. Estas sendas neuronales, que no se inmutan ante otro tipo de estímulo sonoro, son las responsables de codificar las señales acústicas del cerebro.
La industria cinematográfica ha puesto a prueba innumerables veces cómo trabajan las neuronas musicales y la memoria. Quién no ha vinculado alguna vez una banda sonora popularmente conocida a un personaje o escena de alguna película. Y es que el cine ha tenido un papel fundamental en cómo el cerebro puede asociar un conjunto de melodías a sus recuerdos. Quizás lo primero que se viene a la mente al escuchar la banda sonora de la saga Star Wars no sea el virtuoso compositor John Williams. Esto sucede porque la música cobra vida propia y trasciende autores y títulos.
En el ámbito corporativo, las empresas ya vienen haciendo lo propio. Por ejemplo, el Grupo BBVA, fiel a su cultura de innovación, y como parte del nuevo lema “Creando Oportunidades”, ha producido una pieza musical compuesta a la medida de sus valores y de lo que busca transmitir al mundo. Adaptada para diferentes situaciones, flexible, juvenil, pero también coherente con lo que significa BBVA. Así se crea How we dream, canción que representa al grupo y es parte del proceso de reinventarse cada día.
La música, en su infinita capacidad de trascender, no nace para estar adherida a una sola esencia. Una muestra clara, son obras atemporales que han sido adoptadas en contextos más diferentes de lo que se puede imaginar. En su libro, Leonard Bernstain hace mención a la icónica obertura de Guillermo Tell, de Gioachino Rossini, y cómo la pieza calza casi a exacta medida en la recordada serie cincuentera: El llanero solitario. A raíz de esta exitosa combinación, Guillermo Tell sería adaptada en más contextos heroicos e hípicos.
“La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido
La televisión no ha sido la única en abrazar a emblemáticas obras de la música clásica. Un ejemplo de entre muchos, es el tema mundialmente conocido que suena al iniciar la Champions League, ese estribillo que anuncia tan acertadamente que algo apoteósico está por comenzar, pertenece al compositor del periodo barroco Georg Friedrich Händel en su obra Zadok the Priest.
¿Cómo es que estas oberturas compuestas tres siglos antes pueden haber calzado de modo tan perfecto con las aventuras del Llanero solitario y en la introducción de un acontecimiento deportivo?
Esta respuesta puede estar en la concepción musical que conocemos. Y es que no solo los compositores clásicos, han puesto los pilares imprescindibles para configurar lo que actualmente percibimos como música. Por ejemplo, en la antigüedad los compositores musicales de la Iglesia Católica definieron en el pentagrama una tríada de notas que se asocia a momentos trágicos de la vida. Un ejemplo es John Williams quien toma como referencia para el tema primordial de Star Wars la forma de los réquiems musicales Dies Irae (El juicio Final).
Leonard Bernstein dijo una vez “La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido”. Esta relación innata con las emociones humanas y la memoria abre la puerta a un mundo donde la esencia de los sentimientos está impresa en cada partitura. Es así que la música logra describir un acontecimiento, persona, lugar o época, calcando su razón de ser y permitiendo al cerebro asociar mentalmente melodías a experiencias o rasgos. Desde la canción que una madre canta a su hijo para hacerlo dormir hasta un país entero entonando orgulloso su himno nacional, el papel de la música, como la representación sensorial del ADN, está y estará presente en la evolución e innovación de las personas.