¿Y si el surf nos ayuda a proteger los ecosistemas y luchar contra el cambio climático?
Las mejores zonas del planeta para coger olas son ecosistemas de gran valor natural y también grandes depósitos de carbono. Pero estas costas surfistas están amenazadas por el desarrollo, la degradación de los hábitats y el aumento del nivel del mar. Un equipo de investigadores ha calculado la importancia de estas áreas para mitigar el cambio climático y varias organizaciones reclaman su protección.
Subirse a una tabla en Piedra del Viento. Sumergirse en las aguas de playa Los Lobos. Dejarse cautivar por la naturaleza salvaje de Hueso de Ballena. Si nos tuviésemos que enamorar de un sitio solo por sus nombres, el Santuario Marino Costero Piedra del Viento, en Topolcama (Chile) tendría mucho ganado. Pero es que, además, detrás del ‘naming’ hay un entorno único. A lo largo de 2.440 hectáreas de mar y costa, el Pacífico moldea las dunas, los manglares y los humedales en los que se refugian pingüinos, garzas y flamencos. Y alimenta algunas de las mejores olas de Sudamérica.
El Santuario Marino Costero Piedra del Viento es una de las primeras zonas de conservación de Chile en incluir la protección de las olas y de la práctica del surf. Es también uno de los primeros lugares del mundo que pasó a formar parte del programa ‘Surf Protected Area Networks’, desarrollado por la organización Save the Waves, que busca impulsar la conservación marina y costera a través de este deporte, combinando la protección legal de los ecosistemas con el desarrollo comunitario sostenible. Ahora un estudio científico ha traducido en cifras la importancia de proteger los ecosistemas del surf.
El surf y la lucha contra el cambio climático
Piedra del Viento no solo es importante por sus rompientes y sus olas. Las comunidades locales que habitan sus costas llevan siglos practicando la pesca y la recolección de algas y mariscos de forma sostenible. En las playas del santuario se dejan ver especies únicas como el pingüino de Humboldt y los cormoranes guanay y lile. Sus dunas crean una barrera natural frente la erosión costera y los humedales del estero de Topocalma generan un flujo único de nutrientes que sostiene una gran variedad de especies. En conjunto, todo forma un ecosistema de gran valor ecológico y con un papel importante en la lucha contra el cambio climático.
Su caso no es único. Un equipo de investigadores de la universidad de Oregón, del ‘Surf Conservation Program’ de Hawái y de ‘Save the Waves’ analizó más de 3.600 ‘surf breaks’ (así se conoce a aquellos lugares en los que las olas rompen de manera favorable para practicar surf y windsurf) repartidos por todo el planeta. En su estudio, publicado en ‘Conservation Science & Practice’, han calculado que los ecosistemas surfistas almacenan 88,3 millones de toneladas de carbono irrecuperable. Es decir, los lugares preferidos por las personas que practican surf conforman depósitos de carbono únicos que, si se destruyesen, tardarían al menos tres décadas en recuperarse.
Los ecosistemas analizados se reparten por las costas de todo el planeta, desde California hasta las islas polinesias. Incluyen manglares, bosques tropicales y subtropicales, arrecifes de coral, bosques de coníferas, pantanos, praderas, sabanas y hasta desiertos. “Algunas investigaciones anteriores habían demostrado que las zonas de surf tienden a ser puntos de importancia crítica para la biodiversidad, pero nadie había analizado hasta ahora las reservas de carbono de estos ecosistemas, carbono que si se pierde podría potenciar el cambio climático”, señala Jacob Bukoski, del Colegio de Silvicultura de la Universidad Estatal de Oregón (EE. UU.), y autor principal del estudio.
Proteger el surf para proteger el planeta
La investigación analizó, en total, más de 28.500 kilómetros cuadrados de costas y de cuencas hidrográficas que desembocan en zonas de surf y descubrió que sólo el 3 % de estos ecosistemas está bajo alguna figura de protección. Además, concluyó que 17 millones de toneladas de carbono irrecuperable (de los 88 millones identificados) están en lugares clasificados como áreas clave para la biodiversidad, pero carecen de cualquier tipo de protección formal. Aun así, el estudio destaca el creciente interés por conservar los ecosistemas de surf en todo el planeta.
“A pesar de su alto valor, no sólo natural, sino también socioeconómico, las zonas de surf y sus entornos se enfrentan a amenazas como el desarrollo costero, la degradación de los hábitats y los impactos del cambio climático como el aumento del nivel del mar”, añade Bukoski. “Cuando los ecosistemas ricos en carbono se convierten a otros usos, liberan grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Por lo tanto, ampliar la protección de los ecosistemas de surf, tanto en su parte marina como en su parte terrestre, supondría múltiples beneficios, como la mitigación del cambio climático y la conservación de la biodiversidad”.
El estudio respalda el trabajo que organizaciones como ‘Save the Waves’ o ‘Conservation International’ llevan años desarrollando para crear una red mundial de áreas protegidas para el surf. Además del Santuario Costero Piedra del Viento, otros casos pioneros como el de punta de Lobos (también en Chile), San Miguel y Punta Conejo (México), playa Hermosa (Costa Rica) o las Azores (Portugal), muestran que es posible trabajar por el futuro del planeta mientras se protege también el futuro de las mejores olas del mundo.