Vino y sostenibilidad: de emisiones, corchos y crecimiento
Cuando el cambio climático todavía no formaba parte del debate planetario, la industria del vino ya advertía de su impacto. Desarrollar nuevas variedades y zonas de cultivo, reducir la huella medioambiental del sector y mantener la salud del suelo son algunas de las soluciones.
En la localidad francesa de Beaune, la vendimia siempre empezaba a finales de septiembre. Hoy, lo hace casi dos semanas antes. Allí, en la capital de la región de Borgoña, donde la tradición vitivinícola se remonta más de 1.500 años, el sector del vino lleva muchos años siendo consciente del cambio climático. Las bodegas de la zona lo saben: guardan algunos de los registros de cosechas y añadas más detallados y antiguos del mundo. Pero la nueva realidad climática no es ajena al resto del sector.
“El cambio climático hace tiempo que está teniendo impacto. La industria del vino nunca ha sido negacionista. Cuando había dudas sobre el cambio climático, el sector ya advertía de que era algo real. La producción de vino es muy sensible a esta nueva realidad climática y la industria vitivinícola lo tiene muy asumido”, señala Pau Roca, director general de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV, por sus siglas en inglés).
Las soluciones que maneja el sector para mitigar el impacto del cambio climático pasan por desarrollar nuevas variedades o estudiar nuevas zonas de cultivo. Pero pasan, también, por avanzar hacia la sostenibilidad y reducir la huella de carbono de la industria. “Tenemos que caminar hacia un sistema económico en el que el crecimiento no sea el único parámetro que hay que tener en cuenta, en el que la sostenibilidad se convierta en un elemento importante”, añade Roca.
La sostenibilidad de un corcho
Durante siglos, el corcho y el vino fueron fuertes aliados. No había otra forma más de cerrar una botella que con un pedazo de la corteza del alcornoque. Sin embargo, durante los últimos años, se han introducido nuevos materiales en la fabricación de tapones, como la silicona. Pero la amenaza al reino del corcho parece haber durado poco, ya que el uso del material vegetal es una parte importante de la sostenibilidad ambiental del vino.
De acuerdo con un estudio elaborado por Ernst & Young en 2018, el tapón de corcho tiene una huella de carbono negativa. Si se tiene en cuenta todo su ciclo de vida, cada tapón contribuye a retener hasta 309 gramos de CO2, uno de los principales gases de efecto invernadero que causan el cambio climático. Esta compensación sería casi suficiente para contrarrestar las emisiones de la fabricación del vidrio y el transporte de las pesadas botellas, la pata más contaminante del sector vitivinícola.
El caso del corcho ilustra la complejidad del concepto sostenibilidad. En él entran multitud de factores sociales, económicos y medioambientales entrelazados entre sí. Dentro solo de la parte ambiental encajan elementos tan complejos como la gestión de la tierra, el respeto a la biodiversidad, el manejo del agua, el control de las emisiones o el reciclaje de envases y la economía circular.
“Es importante diseñar la forma de gestionar el viñedo para que no produzca un daño ambiental, sino un beneficio. Por ejemplo, la colocación adecuada de las vides permite la coexistencia con otras especies y el respeto a una biodiversidad funcional que mejora la estructura y la calidad del suelo y que a su vez retiene CO2”, explica Pau Roca. “El viñedo puede ser un ecosistema funcional que contribuya a la mitigación del cambio climático”.
De acuerdo con el artículo ‘An Overview on Sustainability in the Wine Production Chain’, conseguir una vitivinicultura ambientalmente sostenible pasa por factores tan diversos como, entre otros:
- Selección adecuada de las variedades mejor adaptadas al entorno.
- Control de la erosión.
- Optimización del uso de productos fitosanitarios, tanto fertilizantes como pesticidas.
- Optimización del consumo de agua y energía.
- Mantenimiento de la salud del suelo y de la biodiversidad.
- Fabricación y reciclaje de los envases para reducir su peso y optimizar su transporte.
Las demandas sostenibles del consumidor
Una de las grandes dificultades que existen para tener en cuenta la sostenibilidad como un parámetro económico de referencia es, precisamente, poder parametrizarla. Es decir, sigue siendo difícil medir el impacto medioambiental completo de cadenas de valor complejas como la del sector vitivinícola, que empieza en un viñedo en Borgoña y termina meses o años después en un contenedor de vidrio en San Francisco (EE. UU.).
Por ahora, el camino lo marca el propio sector, consciente desde hace décadas de los desafíos medioambientales, y lo dirige el consumidor. De hecho, un estudio de la Universidad de Alicante (España) publicado en 2016 identificaba ya la sostenibilidad como una importante oportunidad de negocio para la industria en España y Europa. El consumidor y, en especial, aquellos segmentos de compradores de segmentos socioeconómicos más altos, demanda caldos más sostenibles.
“El mayor beneficio económico de la sostenibilidad está en el consumidor. Este conoce el esfuerzo que hace la industria y toma sus decisiones en base a ello”, apunta Roca. “Es el consumidor el que ha tirado en gran medida del carro de la sostenibilidad del sector. Además, el papel del vino en la sostenibilidad social es muy valorado. Donde hay viñedo hay trabajo. Es un sector en el que el valor añadido está muy vinculado al origen y a los productores, que empodera la parte inicial de la cadena”.
Y es que la sostenibilidad debe analizarse en los detalles, pero solo puede comprenderse en su conjunto. Prácticas agrícolas poco responsables social y económicamente contribuyen a la pérdida de valor y acaban repercutiendo en la sostenibilidad medioambiental del sector y en la degradación del entorno, alimentando una rueda que no se sostiene a medio y largo plazo.