La diversidad étnica como eje para lograr la paz y la convivencia
La protagonista de ‘Aprendemos Juntos 2030’ y Premio Nobel de la Paz en 1992, Rigoberta Menchú, es nieta de los Mayas. Sabe cultivar la tierra y andar descalza por las montañas de Chimel, Guatemala. En el proyecto de educación de BBVA, ha hablado sobre cómo la discriminación racial, tortura y muerte que sufrió su familia determinó su futuro como líder indígena y activista. A partir de la diversidad étnica, ha defendido los valores para lograr la paz.
En ocasiones, la paz se ve truncada por los intereses individuales, desestabilizando el equilibrio entre las personas, el diálogo y la armonía. Rigoberta Menchú, defensora de los valores para la construcción de una ética de paz mundial, es fiel creyente de la capacidad de los seres humanos para elegir el camino de la convivencia.
Las armas se hicieron para matar, y las guerras nunca surgen de algo bonito. Para Rigoberta, la paz se acaba cuando personas cortoplacistas deciden, por interés propio, saquear aquello que nos pertenece a todos como habitantes del mundo: la riqueza natural del planeta. Son aquellos que no conocen la reciprocidad y el respeto, porque no sienten suya la causa de las generaciones venideras, que se encontrarán un mundo saqueado y asolado.
Sin embargo, la activista cree en el diálogo, porque “sabemos que la transformación no es el arma sino la persona que está detrás de ella” y, por ello, trata de ser parte de estos encuentros para que se cumplan y se firmen acuerdos. “La paz también es crecer mucho en valores y principios”, explica. De ahí que la diversidad sea uno de sus pilares fundamentales.
Educación, cultura, armonía y convivencia pacífica son algunos de los conceptos con los que Rigoberta define la paz y, según cuenta en ‘Aprendemos Juntos 2030’, somos los seres humanos los que, cuando esta se ve afectada “tenemos que inyectarle a la humanidad nuestros principios y valores”.
Puedes acceder a este y al resto de capítulos de ‘Aprendemos juntos 2030’ aquí.