¿Vamos a minar la Luna? La última propuesta para frenar el cambio climático
Un equipo de científicos ha propuesto liberar polvo lunar para bloquear temporalmente la luz solar y reducir así el calentamiento global. Y varias empresas planean misiones de geoingeniería similar para frenar el cambio climático. La ONU pide prudencia.
En el universo, la escala del tiempo es inabarcable. La Tierra y el Sol nacieron hace 4.600 millones de años, unos 10.000 millones de años después del Big Bang. La vida tardó casi otros 1.000 millones en surgir sobre nuestro planeta y los primeros mamíferos no aparecieron hasta hace sólo 200 millones. Los homínidos apenas llevan un par de millones de años caminando a dos patas sobre la Tierra y nosotros, los ‘Homo sapiens’, somos cosa de hace 200.000 años. Pero nuestro poder es inmenso: en un instante de dos siglos, un milisegundo a escala cósmica, hemos logrado alterar el clima de todo el planeta.
En la búsqueda de soluciones al cambio climático, ha aparecido ahora una compañera ancestral de la Tierra: la Luna. Por lo que sabemos, nuestro satélite ha sido una bola árida de polvo y hielo casi desde que se formó, poco después de la Tierra. Un equipo de científicos de la Universidad de Utah (EE. UU.) ha propuesto liberar parte de ese polvo en el espacio para bloquear temporalmente la luz solar y reducir así la cantidad de energía que llega a nuestro planeta. El objetivo: frenar el calentamiento global.
Un escudo de polvo lunar
La Luna es un desierto de polvo. En Marte solo queda el recuerdo de una atmósfera. Venus hierve a 450 °C. ¿Cómo ha logrado entonces la Tierra ser un lugar tan agradable? Gracias a su posición en el sistema solar y a los gases que forman su atmósfera, nuestro planeta mantiene un equilibrio energético especial. A medida que impacta en la Tierra, el calor del Sol es absorbido a través de diferentes procesos. Una parte intenta regresar al espacio, tras rebotar en la superficie y convertirse en radiación infrarroja. Lo intenta y lo lograría, si no fuese por los gases de efecto invernadero (GEI).
El dióxido de carbono (CO2) y el vapor de agua que forman la atmósfera son muy efectivos a la hora de atrapar esa radiación infrarroja y, por lo tanto, son una pieza clave en el equilibrio energético natural de la Tierra. Sin embargo, en los últimos dos siglos, la quema de combustibles fósiles y otras actividades humanas han multiplicado la cantidad de CO2 en la atmósfera, reforzando el efecto invernadero y alterando el equilibrio energético. Resolver la física del cambio climático pasa por reducir las emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero y restaurar el balance de energía en la Tierra. Pero también podría pasar por reducir la cantidad de luz solar que llega a nuestro planeta.
Eso es lo que sostienen los investigadores de la Universidad de Utah, inspirados por la idea de que, si lográsemos bloquear entre el 1 % y el 2 % del calor que llega del Sol, podríamos mitigar el cambio climático. Para hacerlo, proponen minar grandes cantidades de polvo lunar y dispararlo al espacio, creando una sombra temporal sobre la Tierra, un escudo. Poco a poco, las pequeñas partículas se irían dispersando y el escudo lunar dejaría de tener efecto, por lo que no habría riesgos de generar efectos irreversibles sobre el clima del planeta.
¿Es la geoingeniería una solución?
“Nuestra estrategia podría ser una opción para abordar el cambio climático”, señala Ben Bromley, profesor de física de la universidad estadounidense y autor del estudio. “Pero solo para hacernos ganar más tiempo”. Y es que los científicos reconocen que, más allá de los desafíos técnicos y tecnológicos que pueda suponer su idea, crear un escudo de polvo lunar no va a ser la solución definitiva al cambio climático. Aun así, mientras resolvemos la otra parte de la ecuación e intentamos aprender a vivir en un mundo sin combustibles fósiles, las soluciones propuestas desde la ingeniería climática o geoingeniería se han multiplicado en los últimos años.
Solo en lo que va de 2023, varias compañías han anunciado la puesta en marcha de proyectos de ingeniería climática. La ‘startup’ Make Sunsets, por ejemplo, ha asegurado que ya está liberando partículas reflectantes de azufre en la estratosfera para estudiar su potencial de mitigación del cambio climático. Otra empresa, Blue Dot Change, acaba de presentar su plan de emitir partículas de sales de hierro sobre el océano para transformar el metano (un gas muy potente de efecto invernadero) en CO2 y reducir el calentamiento global a corto plazo.
Son solo dos de los cientos de propuestas de geoingeniería ideadas en los últimos años, entre las que se incluyen también las tecnologías para absorber y almacenar dióxido de carbono de la atmósfera. Son muy diferentes entre sí, pero todas comparten una característica: están en un estado muy temprano de desarrollo y la mayoría se basa en estudios en laboratorio muy reducidos. Es decir, más que una solución definitiva al cambio climático aspiran a ser una ayuda en el futuro a largo plazo.
En este sentido, el Programa para el Medioambiente de la ONU (UNEP, por sus siglas en inglés) acaba de publicar un informe llamando a la prudencia. En él, multitud de expertos sostienen que hace falta mucha más investigación sobre los riesgos y los beneficios de las tecnologías de geoingeniería solar (aquellas que buscan bloquear parcialmente la luz de nuestra estrella) antes de tan siquiera considerar su despliegue. E insisten en que en ningún caso deben plantearse como sustitutas de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, que debe seguir siendo la prioridad mundial.