Unidos por una cesta de la compra más sostenible y sabrosa: qué son los grupos de consumo
Ciudadanos que se organizan para comprar alimentos directamente a los productores, favorecer el comercio de proximidad, reducir intermediarios y cambiar hábitos. Son los denominados grupos de consumo, iniciativas que benefician también a agricultores y ganaderos y fomentan la concienciación sobre una alimentación más sostenible.
Cada vez que vamos al supermercado, damos una vuelta al mundo. Muchas veces sin saberlo, terminamos comprando productos que vienen de diferentes puntos del planeta y que han recorrido cientos o incluso miles de kilómetros antes de pasar por caja y llegar a nuestros hogares. Por el camino, se han gastado recursos, se han emitido gases de efecto invernadero (GEI) y se ha contaminado el entorno natural.
Finalmente, estos alimentos terminan en nuestros platos sin que reflexionemos quién lo ha hecho posible. ¿Fueron plantados por una familia o por una gran corporación? ¿Qué paisajes rodeaban los cultivos de los que salieron? ¿Recibieron los trabajadores un sueldo justo? Pero existen alternativas a este tipo de consumo en el que no hay espacio para las preguntas ni para las respuestas.
Una de estas alternativas la forman los grupos de consumo, agrupaciones de personas que se organizan para comprar directamente a los productores y asegurarse, así, de que lo que llega a sus platos son alimentos de proximidad. Actualmente, existen multitud de grupos de consumo en los diferentes países del mundo.
Características de los grupos de consumo
Los grupos de consumo son personas que se ponen de acuerdo para comprar, en conjunto, a uno o varios productores locales. Sin embargo, la respuesta larga abarca muchos más matices. Los grupos de consumo son agrupaciones de personas que luchan contra el sistema que rige las grandes superficies, que quieren eliminar intermediarios, que buscan apoyar a los pequeños productores, que quieren consumir productos frescos y de temporada y que confían en la movilización social como forma para cambiar algunas dinámicas del mundo.
Estos grupos son gestionados por sus propios miembros. Las formas en las que se organizan dependen de cada grupo, pero por lo general tienen algunos elementos comunes: entre todos, deciden qué tipo de alimentos comprar, a qué productor o productores y con qué regularidad (habitualmente, semanal). Establecen también otras cuestiones relativas a la organización, como los tiempos de entrega o el lugar de reparto.
Una vez establecidos los objetivos y los procesos, los diferentes integrantes se van encargando de las gestiones. Lo más habitual es que estos grupos de consumo acudan a productores locales de alimentos frescos, como frutas, verduras, huevos o carne, pero también pueden comprarse muchos otros productos, como pan, postres, aceite o legumbres.
Esta organización, comunitaria e igualitaria, es uno de los aspectos que diferencian los grupos de consumo de las cooperativas. A diferencia de estas, no son una empresa, y por lo tanto no tienen obligaciones laborales, contables o fiscales.
Existen también iniciativas que han dado un paso más allá y han utilizado las herramientas digitales para reforzar la venta directa de los productores a los consumidores. Un ejemplo es La colmena que dice sí, una plataforma web de venta directa. Los compradores se organizan en grupos llamados Colmenas, en los que un encargado realiza los pedidos directamente a los productores.
“Los consumidores hacen pedidos a través de la plataforma web y luego los productores, una vez a la semana, entregan lo que se ha pedido en el espacio destinado a la distribución”, explica Daniela Candeloro, coordinadora de las Colmenas en Madrid. “El responsable de cada colmena entrega estos pedidos a los consumidores y dinamiza la comunidad. No es un grupo de consumo, porque normalmente el grupo de consumo es autogestionado entre todos los consumidores, pero tiene el mismo objetivo de fomentar el consumo local y la compra directa al consumidor”.
En este caso, las interacciones sociales comienzan a través de la página web y se refuerzan en la vida real, en los encuentros presenciales en los cuales se entregan los productos. Este modelo nació en Francia en 2011 y hoy existen 1.000 colmenas abiertas que conectan a 10.000 productores con 210.000 consumidores habituales en Francia, España, Bélgica, Italia y Alemania.
Al otro lado del Atlántico, en América Latina, existen iniciativas similares, que tienen como objetivo comprar directamente a los productores. Un ejemplo lo encontramos en Medellín (Colombia) con el circuito económico solidario Colyflor. Este lleva más de dos décadas comercializando productos ecológicos provenientes de asociaciones campesinas de los alrededores de la ciudad. De este modo, señalan en su web, promueven el consumo de cercanía, reducen la huella ecológica de los alimentos, reducen el número de intermediarios y mejoran la salud de los y las consumidoras. En este caso, son las familias agricultoras las que toman las decisiones respecto al funcionamiento del circuito que lleva alimentos hasta los hogares de Medellín. Actualmente, este movimiento comercializa los productos de más de 200 familias.
Beneficios para compradores y productores
Los beneficios de comprar a través de grupos de consumo son tanto sociales como medioambientales. La consecuencia más evidente y clara es la desaparición de los intermediarios, lo que se traduce en mayores ganancias para el productor y, normalmente, más ahorro para el comprador. El resultado es un sistema más equilibrado y justo.
“Cuando el productor vende sin intermediarios, puede poner a sus productos un precio justo. No vende por debajo de su coste, que es lo que muchas veces pretenden las grandes superficies”, explica Candeloro. “Esta es una de las características de la venta directa, que persiguen tanto los grupos de consumo como las cooperativas e iniciativas como La colmena que dice sí”.
La segunda gran ventaja de comprar a través de grupos de consumo tiene que ver con la sostenibilidad medioambiental. La venta de productos locales evita que los productos viajen cientos o miles de kilómetros entre el lugar de producción y el de venta, lo que reduce la contaminación y la huella de carbono del transporte. Puede reducir, también, las cifras del desperdicio alimentario. “Con la venta directa se da salida a productos que de otra forma no se venderían”, añade Candeloro.
Para los consumidores, formar parte de un grupo de consumo es una forma muy sencilla de saber de dónde proceden lo que comen y asegurarse de que son productos de calidad. “Como son ventas locales, normalmente todo lo que se vende ha sido recolectado el mismo día o unos pocos días antes. De esta forma se consumen productos de calidad, productos frescos”, señala la coordinadora de las Colmenas en Madrid.
De hecho, los grupos de consumo favorecen la penetración de los productos ecológicos y sostenibles en la cesta de la compra, aunque estos no siempre tengan sellos que lo certifiquen. Tal y como comparten desde la web del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico del Gobierno de España, al adquirir productos eco de forma periódica y rutinaria, el cambio en las pautas de consumo se hace regular y se convierte en un hábito.
Por último, están los beneficios que se logran a nivel social. Los grupos de consumo favorecen la cohesión y estrechan lazos entre los consumidores, muchas veces vecinos, y entre estos y los productores. “Se busca devolver esta vida de barrio, o incluso de pueblo, a los lugares en donde se está perdiendo, e incluso a grandes ciudades como pueden ser Madrid o Barcelona”, señala Candeloro.
Muchos grupos de consumo (al igual que muchas Colmenas) organizan actividades que van más allá de la compra de productos, como degustaciones, charlas o debates sobre consumo sostenible. Y sus miembros funcionan a veces como embajadores de los grupos y las iniciativas, dando a conocer las ventajas de la compra directa organizada y comunal. Así resume La colmena que dice sí los beneficios de participar en iniciativas de este tipo:
- Apoyar a los productores y elaboradores locales.
- Crear las herramientas para ofrecer a los ciudadanos los medios de producir, distribuir y consumir de manera más justa y sostenible.
- Volver a crear vínculos sociales alrededor de la alimentación.
- Dar acceso a una alimentación local y de calidad al mayor número de consumidores.
- Fomentar la remuneración justa de los productores y elaboradores.
- Favorecer los intercambios de ideas y de saberes alrededor del mundo agrícola y de la alimentación.
En primera persona: la experiencia en La Ecoguindilla
Elena Garzón se unió a La Ecoguindilla, un grupo de consumo del barrio Guindalera de Madrid, hace unos nueve años, motivada por la idea de encontrar alimentos de mayor calidad y al mismo tiempo favorecer a los productores ecológicos y de proximidad. Este grupo de consumo congrega ahora mismo 15 usuarios o “cestas”, que a su vez están formados por familias, parejas o personas individuales. Realizan sus pedidos a través de La ecomarca, un proyecto de economía social y solidaria para el fomento de los grupos de consumo.
“Realizamos pedidos cada quince días”, explica Garzón. “Los pedidos se realizan a través de una cooperativa que contacta con productores, gestiona una aplicación para realizar los pedidos y transporta los productos hasta nuestro punto de reparto que es la asociación La Atenea”.
Entre estos productos, puede encontrarse prácticamente de todo. Verduras, frutas, leche, queso, legumbres, arroz, pasta, pastelería, pan, cervezas artesanas, vinos ecológicos, aceite de oliva, huevos, infusiones, especias, carne y embutidos de cerdo y veganos, cosméticos y productos de higiene y de limpieza, entre otros.
Estos productos llegan a granel, por lo que los miembros de Le Ecoguindilla trabajan en equipo para preparar las cestas. “Esto hace que nos conozcamos todas las personas que participamos y que compartimos dos objetivos: cuidarnos y, con el consumo ecológico, cuidar nuestro planeta”, explica.
“Entre las ventajas, destacaría el mayor beneficio para los productores, puesto que solo hay un intermediario. La cooperativa busca los productores con mejor calidad y nos distribuye en bruto el pedido. Cobra un porcentaje muy bajo a los productores por hacer la distribución, por lo que todos ganamos. Está también la calidad de los productos. Todos tienen su valor, porque son más naturales, pero me quedo con las verduras y las frutas”, señala Garzón.
¿Cómo unirse a un grupo de consumo?
El primer paso para unirse a un grupo de consumo es localizar los más próximos. Esto puede hacerse a través de buscadores como los que ofrecen el proyecto Grupo a Grupo o la web de EcoAgricultor o simplemente preguntando a amigos, vecinos, familiares o trabajadores de tiendas de alimentos locales.
El segundo paso es dirigirse a los miembros del grupo de consumo. “Como son autogestionados, cada grupo tiene su forma de organizarse y de dividirse las responsabilidades –recuerda Candeloro–, pero, por lo general, tienen un correo electrónico al que los consumidores deben escribir para ver si hay alguna plaza disponible”.
Lo más recomendable llegado a este punto es preguntar qué tipo de productos se compran, con qué regularidad y a qué precio, para saber si las condiciones de cada grupo de consumo se adecúan a las personales. En el caso de no disponer de un grupo de consumo cerca o de que los existentes no encajen con lo que se busca, existe una segunda opción: crear uno nuevo.
Estos son algunos de los sencillos consejos que ofrecen desde La ecomarca, la red para la distribución de productos ecológicos a grupos de consumo a la que pertenece La Ecoguindilla, para dar el paso y crear un nuevo grupo:
- Créetelo. Es el momento de pasar a la acción.
- Coméntalo. Busca a gente cercana, cuantos más amigos y amigas, mejor.
- Localízalo. Encuentra un local en el barrio en donde organizar la distribución puede ser una asociación, un bar amigo…
- Organizaos. Haced el pedido, repartidlo, comentadlo y compartidlo.
- Disfrutadlo.