Un Ártico en el que llueve más que nieva: ¿una buena noticia?
Que llueva más de lo normal cerca de los polos de la Tierra se ha convertido en algo habitual. El cambio climático en el Ártico se acelera y ese calentamiento traerá más agua y menos nieve, lo que no ayuda al equilibrio del planeta. En 2100, la temperatura podría subir entre 3 y 10 grados.
Hay desiertos en la Tierra que están llenos de agua. Son lugares yermos, donde apenas se adentra la vida, marcados por la escasa evapotranspiración (la pérdida de agua de una superficie por evaporación directa y por transpiración de la vegetación). Pero son lugares que no conocen el calor abrasador del sol. Allí, rara vez la temperatura supera el punto de congelación del agua.
Los desiertos polares están, claro, en las cercanías de los polos del planeta. Están cubiertos de hielos perennes que llevan sin derretirse, en su mayoría, desde la última glaciación. Sobre ellos apenas cae agua, y la que cae lo hace en forma de nieve. Al menos, así ha sido hasta ahora. El ascenso de las temperaturas globales y, en particular, las de la región ártica están cambiando el destino de los desiertos polares.
El pasado verano llovió en Groenlandia durante tres días seguidos. No era la primera vez, pero las lluvias fueron bastante inusuales por su cantidad y por su extensión. Llegaron a registrarse en lugares en los que se estima que hacía miles de años que no llovía, como el punto a más de 3.000 metros de altitud en el que se encuentra la estación de investigación Summit. Allí, en el lugar más alto del casquete glaciar de la enorme isla danesa, la lluvia llegó acompañada de varios días de derretimiento del hielo sin precedentes.
Estos episodios están dejando de ser anecdóticos para convertirse en habituales. De hecho, la velocidad a la que los glaciares y casquetes groenlandeses están perdiendo masa es la más alta en, al menos, los últimos 12.000 años. Y el desequilibrio energético causado por las emisiones de gases de efecto invernadero acabará alterando el ciclo del agua en todo el Ártico. Allí, según un nuevo estudio, pronto podría empezar a llover con intensidad.
Llueve en el Ártico
El Ártico es una zona poco poblada, por eso lo que sucede dentro de sus límites pasa casi siempre desapercibido. Sin embargo, las cosas hace tiempo que se han torcido a nivel medioambiental en la región más septentrional del planeta. Mientras en todo el planeta la temperatura media en superficie ha subido un grado en los últimos 50 años, en el Ártico lo ha hecho más de tres. Esto a su vez ha provocado un aumento de eventos extremos antes muy poco habituales y está cambiando las dinámicas de todos los ecosistemas regionales que dependen, en gran medida, del hielo.
De acuerdo con el último informe sobre el Ártico publicado por la Organización Meteorológica Mundial, los cambios en el clima de la región no dejan de acelerarse. De hecho, estiman que a esos tres grados se le sumarán entre tres y diez más antes de final de siglo. Es decir, en el año 2100, la temperatura media del Ártico podría ser hasta 13 grados más alta que en 1970. Un cambio sin precedentes en la historia planetaria.
Un estudio recién publicado en Nature señala ahora que esa subida de las temperaturas y el consiguiente derretimiento de los hielos provocará que aumente la evaporación y que los cambios en el ciclo del agua se aceleren. Esto a su vez causará que eventos como el vivido el pasado verano en Groenlandia pasen a ser la norma. El Ártico se convertirá en las próximas décadas en un lugar en el que llueva más que nieve.
La transformación de una región congelada y casi desértica a una más cálida y húmeda se verá impulsada por la capacidad de la atmósfera (también más cálida) de retener más humedad, el aumento de la evaporación oceánica (la superficie estará libre de hielo) y la relajación de la corriente en chorro en la atmósfera (que mantiene el aire frío y seco confinado en el Ártico).
Así, según el estudio, en algún momento de la segunda mitad de siglo, probablemente en la década del año 2070, el Ártico será un lugar dominado por las lluvias. Esto será particularmente evidente en otoño y más marcado en Siberia y en las islas árticas canadienses. Pero, un momento, ¿no sería más agradable para la vida un lugar más cálido en el que lloviese más? Al fin y al cabo, la vida florece en los bosques tropicales.
Un mundo sin hielo
El ecosistema ártico está perfectamente adaptado a las condiciones de los últimos millones de años. Más lluvia y más calor podrían acelerar los ciclos reproductivos de ciertas especies (como los insectos), pero no los de otras (como los peces que se alimentan de las larvas de insectos). Y más calor en los ríos multiplicaría la presencia de algas, dificultando la fotosíntesis de otras especies y alterando los ciclos de nutrientes de los que dependen muchas especies, del plancton a las ballenas.
Además, el aumento de las lluvias reducirá la alcalinidad de las aguas superficiales del océano Ártico, dificultando la construcción de las conchas y los exoesqueletos de moluscos y crustáceos. Y el incremento del caudal de los ríos acelerará la degradación del permafrost, suelos que llevan congelados decenas de miles de años y que guardan grandes cantidades de carbono.
En definitiva, más lluvia y más calor en el Ártico no son buenas noticias para las especies que han aprendido a sobrevivir allí ni para los equilibrios físicos, químicos y biológicos de buena parte del planeta. Habrá especies que con el tiempo se adapten y tengan éxito en un Ártico húmedo y cálido. Pero el mundo será entonces muy diferente de lo que es hoy y los desiertos polares serán algo para los libros de historia.