Teletrabajar ayuda al medioambiente, pero hay que aprender cómo
Evitar utilizar el vehículo privado a diario, trabajar solo con luz natural o apagar el ordenador cuando no se utilice son algunas medidas clave para reducir la huella de carbono. El principal escollo está en los propios hogares. En países como España, si el 40% de la población teletrabajase se podría reducir la huella en 3 millones de toneladas al año.
El teletrabajo en casi todas sus facetas debería implicar una mejora para el medioambiente. El solo hecho de no tener que salir de casa cada mañana y, por lo tanto, no usar el vehículo privado, puede ser la medida más útil para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI). Y por algo hay que empezar.
Un estudio de la plataforma Más Familia, que vela por la conciliación familiar de los trabajadores, refleja que con un 40% de empleados trabajando en remoto se obtendría una reducción de 332.843 toneladas de dióxido de carbono (CO2) al año solo en una ciudad como Barcelona. Si lo extrapolamos al resto de España, el teletrabajo haría bajar los niveles de carbono en tres millones de toneladas. Según un informe de Randstad, empresa de recursos humanos, más del 16% de las personas ocupadas teletrabajan habitualmente.
Sin embargo, aún no estamos haciendo lo suficiente. Teletrabajar y hacer que nuestro entorno sea más sostenible es algo a lo que se le puede sacar mucho partido. Estamos ante una gran oportunidad y debemos aprovecharla.
Tomar como referencia el modelo de Finlandia y los Países Bajos es un buen punto de partida. Ellos ya teletrabajaban desde mucho antes de que llegara la pandemia del COVID-19. De hecho, lo hacían el triple que en España. Esos países pueden ser el espejo en el que fijarnos para conseguir los objetivos de sostenibilidad que el teletrabajo podría ofrecernos.
Adaptar los hogares
El gran escollo de teletrabajar está en el propio hogar, que aún no está adaptado a las necesidades laborales tras más de un año de emergencia sanitaria. Aún hay personas que siguen trabajando en lugares improvisados (sobre su cama, utilizando la mesa del comedor o la de estudio de los niños) y no han creado un sitio específico en su casa para ello. Es importante encontrar ese hueco que haga que el trabajo sea cómodo y que pueda desarrollarse en un ambiente confortable.
Para conseguir que el teletrabajo sea sostenible es fundamental tratar de reducir al máximo el consumo energético mientras lo desempeñamos. Empezar por usar luz natural tantas horas del día como nos sea posible es la clave. “Lo que ocurre es que la flexibilidad del teletrabajo requiere de un poco de orden. Si trabajamos de forma intermitente porque constantemente paramos para atender a los hijos o cualquier otra necesidad del hogar, estamos haciendo que nuestro ordenador pase encendido muchas horas al día. Sin duda, muchas más de las que lo estamos usando. Lo mismo ocurre con la luz artificial. Si constantemente estamos parando, llegará la hora en la que sea necesario encender la lámpara. Por eso es tan importante que seamos estrictos con los horarios y con el propio trabajo para ahorrar energía”, dice Teresa Cuerdo Vilches, investigadora del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (CSIC) y experta en condiciones de habitabilidad y bienestar de los usuarios en los edificios.
Equilibrio entre confort y consumo
Con el fin de controlar el consumo a la hora de calentar la habitación donde se está trabajando es imprescindible regularla e ir a mínimos. Hay que encontrar el equilibrio entre el confort y el consumo. Lo mismo ocurre con la iluminación artificial. “En este caso, deberíamos plantearnos si hacer una inversión en la vivienda para que nuestra instalación con bombillas sea más eficiente. Tal vez a la larga nos resulte también rentable económicamente”, explica Cuerdo Vilches.
Apagar el ordenador cada día también debería ser una costumbre de cumplimiento obligado. No hacerlo genera, además de un consumo energético innecesario, un desgaste del aparato, que terminará antes su vida útil y, por lo tanto, habrá que deshacerse de él, generando residuos, y tendremos que comprar uno nuevo.
El teletrabajo ya ha conseguido, por ejemplo, que se reduzca el uso de papel que existía en la oficina. Y algo más: el hecho de no ir a trabajar todos los días evita que usemos tanta ropa como antes, la lavemos y la planchemos para volver a utilizarla para ir a trabajar. Si a todo esto añadimos fuentes de energía renovables los efectos sobre el medioambiente se multiplicarían por diez.
Conseguir ser sostenibles teletrabajando es fácil a nivel micro. Pero estamos ante una gran oportunidad para normalizarlo en todas aquellas empresas donde sea posible y viable. Si esto fuera así, el reto a cumplir sería aún mayor llenando una España que ahora está vaciada y acabando de un plumazo con las toneladas de CO2 que emiten los vehículos camino del puesto de trabajo. La contaminación ambiental urbana bajaría e incluso el precio de la vivienda en las grandes ciudades. Tal vez todo esto sea un sueño. El teletrabajo no se puede improvisar, pero hay que ser conscientes de que puede ser una palanca casera para que este mundo sea un lugar cada vez más sostenible.