Superalimentos: este es el impacto ambiental del aguacate de tus tostadas
El auge global de superalimentos como el aguacate y la quinoa está causando graves problemas ambientales. La demanda masiva impulsa prácticas de agricultura intensiva que pueden dar lugar a sequías, degradación del suelo y deforestación.
Aguacate, quinoa, bayas de goji, acai y semillas de chía son algunos de estos superalimentos. Cada temporada, nuevos y exóticos alimentos se suman a la lista, prometiendo beneficios como adelgazar, proteger el corazón, reforzar el sistema inmune, reducir la hinchazón y desintoxicar el cuerpo.
Sin embargo, el impacto ambiental de los superalimentos es significativo y preocupante. La creciente demanda mundial ha llevado a prácticas agrícolas intensivas que provocan sequías, degradación del suelo y deforestación. En países como México, Bolivia y Brasil, ciertos cultivos están alterando los ecosistemas locales y desplazando a las comunidades indígenas. Además, el transporte de estos productos contribuye al aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), aumentado el cambio climático. Es crucial que los consumidores estén informados sobre el origen y las consecuencias ambientales de los superalimentos que eligen.
¿Qué son los superalimentos?
Se conocen como superalimentos y, a pesar de la profusión del término, en ningún lugar se ha establecido qué debería contener un alimento para ostentar ese título. “No existe ninguna definición oficial, ni desde el punto de vista científico ni legislativo”, confirma Jara Pérez-Jiménez, investigadora en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN-CSIC) y autora del libro Los superalimentos. “Además, en cualquier caso, lo súper se asignaría a un perfil dietético global, ya que de nada sirve un alimento aislado, por adecuada que sea su composición, en el contexto de una dieta malsana”.
El mayor de los problemas radica en lo que cuesta producir en masa estos “superalimentos” y cómo afecta a la población de sus países de origen, como ocurre con las bayas de goji.
¿Son realmente sanos los superalimentos?
Los superalimentos es cierto que tienen algunas propiedades nutricionales interesantes, pero no proporcionan un beneficio inmediato en la salud. Tampoco aportan algo que no podamos encontrar en otros alimentos típicos de nuestra dieta mediterránea.
“El aguacate tiene un muy buen perfil de grasas, siendo las mayoritarias las monoinsaturadas. Sin embargo, eso es exactamente lo que obtenemos con el aceite de oliva. Por lo que, aunque podemos incorporar esta fruta en nuestra alimentación, no es imprescindible para seguir una dieta saludable (de hecho, ningún alimento lo es)”, indica Pérez-Jiménez. La quinoa tiene un alto contenido en proteína y fibra, pero no más que los garbanzos. Las bayas de goji son ricas en polifenoles, pero en un contenido similar al de las ciruelas. También contienen betacaroteno, pero con media zanahoria ya conseguiríamos todo lo que necesita el cuerpo.
Para abastecer la demanda global, el cultivo de la quinoa se ha hecho intensivo, algo que ha degradado el suelo y puede terminar convirtiéndolo en inservible.
“El término superalimento es una etiqueta creada por un marketing muy bueno que ha provocado una gran demanda a nivel mundial, lo que ha hecho que se tenga que producir más y de una manera más industrializada”, explica María José Sanz, autora junto con Aina Magrach del estudio publicado en las revista People and Nature, y promocionado como Superalimentos, un súper impacto en el medio ambiente.
Las investigadoras del Centro Vasco para el cambio climático BC3 destacan el daño ecológico que supone el kilometraje —el transporte de alimentos es una de las fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero que más rápido crece— pero, sin duda, el mayor de los problemas radica en lo que cuesta producir en masa estos productos y cómo afecta a la población de sus países de origen. “El cultivo de estos alimentos está concentrado en apenas unos países, y esto provoca un gran impacto ambiental y social”, indica Sanz.
Brasil concentra el 85% de la producción mundial de acai y para sacar todo lo que se demanda se están causando cambios estructurales en el Amazonas.
Es exactamente lo que ha pasado con el aguacate en México, la quinoa en Bolivia o el acai en Brasil. La quinoa era un alimento básico de los indígenas, su cultivo estaba basado en el sistema de rotación y las llamas y alpacas eran las encargadas de fertilizar el suelo. Poco o nada queda de aquello. Para abastecer la demanda global y poder obtener la máxima cantidad al año, el cultivo se ha hecho intensivo, algo que ha degradado el suelo y que puede terminar convirtiéndolo en inservible. “Se ha convertido en un producto atractivo para la exportación y a precios más altos, hasta el punto de dejar a los indígenas sin su alimento básico”, menciona la autora.
La pérdida de la biodiversidad y la sequía
Algo parecido ocurre con el acai, la fruta cuyo color morado oscuro es un auténtico fenómeno viral en Instagram. Brasil concentra el 85% de su producción mundial y para sacar todo lo que se demanda se están causando cambios estructurales en el Amazonas. “Para expandir el cultivo y sacar el máximo rendimiento se están talando árboles y sin duda eso está causando una pérdida de la biodiversidad. Sin duda es un gran daño, pero es el aguacate el superalimento que más devastación está causando, por la grandísima demanda que existe de esta fruta a nivel mundial y por la cantidad de agua que se necesita para su cultivo”, explica Ainhoa Magrach. Si la producción de acai está en torno a 1,5 millones de toneladas anuales, la del aguacate, concentrada en México, Colombia, Perú y Chile, se sitúa en los 8 millones de toneladas. “A pesar de que Chile vive la mayor sequía de su historia, con zonas en las que su población tiene restringido el acceso al agua, el cultivo de aguacate (que necesita 2.000 litros de agua por kilo) sigue expandiéndose”.
El aguacate es el superalimento que más devastación está causando, por la grandísima demanda que existe a nivel mundial y por la cantidad de agua que se necesita para su cultivo.
No es un problema en sí del cultivo, sino de la necesidad de abastecer lo que piden millones de consumidores. Francisco González Torres, profesor de ingeniería agronómica de la Universidad Politécnica de Madrid, pone el ejemplo de la quinoa. “No es un cultivo agresivo, pero siempre que se haga un cultivo racional, con rotaciones que permitan al suelo recuperarse. El problema está en lograr cultivarlo fuera de su área autóctona, ya que para ello se necesitan variedades nuevas y mejoradas. El proceso de adaptarlo en otras partes del mundo, incluida España, está siendo lento”, confiesa.
Esta sería una de las soluciones para frenar la devastación que está produciendo la disparada demanda. También consumir alimentos de cercanía con las mismas características que estos de regiones lejanas. Como señala Magrach, “el consumidor tiene que saber de dónde vienen los productos que come y el impacto que tienen. Muchos de ellos no comen carne roja por el coste medioambiental que conlleva su producción, pero sin embargo no saben el que ocasiona el aguacate de sus tostadas”.