¿Son las energías renovables una alternativa al gas ruso?
El 38% del gas que se consume en la Unión Europea procede de Rusia. Los expertos sostienen que todavía se necesita una gran inversión en energías renovables para poder cimentar la independencia energética de la región. El porcentaje de renovables en el total de la energía consumida apenas supera hoy el 22% y en 2030 podría llegar al 34%.
Más de tres millones de ucranianos han abandonado su país desde el 24 de febrero, fecha de la invasión rusa, según el último recuento de Naciones Unidas. Las víctimas mortales civiles hasta el pasado 8 de marzo ascendían a 516, de los que 37 son niños, tal y como ha publicado la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, aunque es imposible cuantificar con exactitud los muertos y heridos. La invasión rusa de Ucrania ha dado un manotazo inesperado al tablero geopolítico del este de Europa y, por extensión, al de todo el planeta. De fondo, una cuestión que gana preeminencia a medida que se alarga el conflicto: la dependencia de Europa de los recursos energéticos rusos.
El precio del gas, que empezaba a desinflarse tras la subida de principios del invierno, ha vuelto a dispararse. Los carburantes han alcanzado precios históricos en la mayoría de los países de la Unión Europea y han vuelto a dejar clara su elevada volatilidad, que podría persistir en los próximos meses. Además, como consecuencia, suben también la luz y los alimentos. Y además las perspectivas no son tranqulizadoras si finalmente se produce desabastecimiento de gas por embargo de la demanda o interrupción de la oferta. Pero ¿cómo hemos llegado a esta situación? Y, sobre todo, ¿cuáles son las alternativas?
Las causas de la dependencia europea
El consumo de energía 'per capita' tiene que ver con muchos factores, pero suele tomarse como una señal del nivel de desarrollo de los países. Así, los cinco países con más consumo de electricidad por habitante son también países con un PIB per capita alto como Islandia, Noruega, Finlandia, Canadá y EE. UU., según el atlas de la Agencia Internacional de la Energía. Entre el 20 % que más consume del mundo, aparecen casi todos los estados europeos.
El problema es que esta energía proviene, en su mayoría, de combustibles fósiles y Europa no es una región que destaque por tener reservas abundantes. “La dependencia europea viene de lejos. No tiene grandes recursos energéticos a su disposición y, aunque tiene una cierta producción de renovables, esta no es suficiente para abastecer toda su demanda. Tampoco lo será, previsiblemente, en las próximas décadas”, explica Luis Velasco-Martínez, doctor Internacional en Historia Contemporánea y coordinador del máster en Seguridad, Paz y Conflictos Internacionales de la Universidad de Santiago de Compostela y el Instituto Español de Estudios Estratégicos.
La UE anunció recientemente el Plan REPowerEU, que incluye reponer las reservas de gas para el próximo invierno, eliminar la dependencia europea de los combustibles rusos para 2030 sustituyendo el 40 % del suministro de gas natural ruso por proveedores diversificados y acelerando la introducción de biocombustibles e hidrógeno verde, y dar un mayor margen de maniobra a los gobiernos nacionales para limitar el efecto contagio de los precios del gas en los de la electricidad.
A la escasez de recursos se suma, según el experto, la fuerza del movimiento antinuclear, que ha provocado que desde los años 80 se haya frenado la inversión en este tipo de centrales en casi toda Europa y en la última década se haya acelerado su desmantelamiento, a excepción de Francia. Desastres como el de la planta de energía nuclear de Fukushima (Japón) en 2011, el más grave desde el de Chernobyl (1986) han convertido la apuesta por esta energía en un asunto controvertido.
“Esto provoca que no seamos capaces de generar suficiente energía para cubrir nuestra demanda. Y ahí aparecen actores que sí tienen recursos para hacerlo”, añade. “Rusia utiliza sus recursos energéticos y naturales con una finalidad estratégica clara. Es evidente que forma parte de su juego político exterior desde hace tiempo”.
Tras la disolución de la Unión Soviética, la economía rusa sufrió una fuerte reconversión. La vía de recuperación estaba en sacar partido a los inmensos recursos naturales del país. “Además, durante décadas, en Europa se ha mantenido la visión de que los grandes negocios con Rusia podían favorecer la paz en la región. La idea, promovida sobre todo desde Alemania ya antes de la desaparición de la URSS, es que dos aliados comerciales fuertes nunca se van a pelear”, señala Velasco-Martínez. “Esto funcionó en el pasado, pero ha hecho que el norte de Europa sea mucho más dependiente de los recursos rusos. Ahora parece haber dado un giro, pero quizá a largo plazo podría volver a reconducirse la situación”.
Todo ha confluido para que los países de la UE sean hoy importadores netos de energía y Rusia se haya convertido en su mayor proveedor. Según los datos de la Comisión Europea a finales de 2020, el 49 % del carbón, el 38 % del gas natural y gas natural licuado, y el 26 % del petróleo que se consume en la UE procede de Rusia. “Todo esto reduce nuestra capacidad de respuesta ante la situación actual”, añade el experto en geopolítica. “Y no hay que olvidarse del inestable escenario geopolítico del Sahel y el norte de África y la importancia de las reservas de gas de Argelia”.
¿Cuáles son las alternativas para ganar independencia energética?
La disponibilidad de recursos fósiles brillan por su ausencia en el territorio de la Unión Europea, donde los problemas de suministro han sido evidentes en el último año. Además, la elevada volatilidad de los precios del gas en los mercados mayoristas no ha hecho sino acrecentarse tras la invasión rusa de Ucrania sigue creando fuertes tensiones en el mercado energético de los 27 y se ha convertido ya en un problema estructural con impacto en la industria y en el bolsillo de los ciudadanos.
Según los datos del mercado ibérico del gas, MIBGAS, el precio del gas natural cruzó la frontera de los 50 euros por megavatio hora (MWh) en agosto de 2021. Era la primera vez que superaba ese umbral tras la caída de precios por la pandemia. Desde entonces, el vaivén en el coste de este recurso fósil ha sido constante, llegando a superar los 200 euros por MWh durante los primeros días tras el estallido de la guerra en Ucrania. Así, el gas se ha convertido en un asunto de debate central en la Unión Europea.
MIBGAS
Por este motivo, y por el impulso a las políticas de transición hacia una economía baja en carbono que mitigue el cambio climático, que ha hecho por ejemplo que se prohíba el fracking en Europa además, dificultando la disponibilidad de recursos energéticos fósiles, los 27 han mantenido una política de impulso de las fuentes de energía renovable durante los últimos años. Entre 2004 y 2020, el porcentaje de renovables en el total de la energía consumida en la UE pasó del 9,6 % al 22,1 %. En países como Suecia, Noruega o Islandia (estos dos últimos, fuera de la UE, pero dentro del espacio Schengen), el porcentaje de renovables supera el 60 % e incluso el 70 %.
De acuerdo con la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA), la UE podría elevar este porcentaje medio hasta el 34 % en 2030, ya que todavía tiene mucho espacio para aumentar la implantación de parques eólicos y plantas fotovoltaicas. Además, la electrificación del transporte y el desarrollo de los biocombustibles podrían incrementar aún más la presencia de renovables en el mix energético europeo. Sin embargo, ese 34 % parece todavía muy distante de los porcentajes necesarios para cimentar la independencia energética de la región.
“Podemos hacer más esfuerzo con las renovables, pero no son la solución definitiva. Necesitan todavía una gran inversión y, en este momento, con el alza de los precios, la capacidad de gasto se va a ver reducida. Además, están generando movimientos de rechazo en algunas zonas rurales, en particular, contra la construcción de nuevos parques eólicos, que no hay que menospreciar”, explica Luis Velasco-Martínez.
A corto plazo, la Comisión Europea ha presentado un paquete de medidas para reducir la demanda de gas ruso en dos tercios antes de final de año. La estrategia, que reconoce que los problemas del sistema eran anteriores a la crisis provocada por la guerra en Ucrania, pasa por diversificar las fuentes de importación de gas, ser más previsores de cara al próximo invierno, aumentar la compra de gas natural licuado (sobre todo, de EE.UU.) y limitar el precio del gas en el mercado mayorista eléctrico para que no se disparen los precios de la luz.
A medio plazo, la Comisión apuesta por reducir de forma drástica el uso de combustibles fósiles en todos los frentes (hogares, edificios, industrias y sistema energético), impulsar la eficiencia energética y aumentar el peso de las energías renovables. Es decir, continuar con la línea marcada hasta ahora por las estrategias de descarbonización de la economía al tiempo que se buscan alternativas que reemplacen el gas de origen ruso.
La Agencia Internacional de la Energía, que también ha querido proponer una serie de medidas que podrían reducir la dependencia europea de los combustibles fósiles de Rusia, señala además la importancia de reforzar el despliegue de renovables, así como la inversión en biocombustibles y energía nuclear, reducir el gasto energético (por ejemplo, bajando en 1o C la calefacción) e introducir medidas para contener la escalada de precios del mercado eléctrico.
“Las opciones a corto plazo pasan por que los suministradores de gas alternativos a Rusia nos den una solución. Pero hay que tener en cuenta el estado de las infraestructuras. Por ejemplo, la península Ibérica tiene ocho de las grandes plantas de regasificación para gas natural licuado que existen en Europa, pero la conexión con el sistema gasístico europeo no es buena”, concluye el experto. “Es también necesaria una fuerte inversión en la integración de la infraestructura energética europea a todos los niveles”.