Soluciones para reducir el desperdicio alimentario en casa: de la planificación al aprovechamiento
El 6% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) derivan de la pérdida de alimentos y el 30% de la comida que se produce en el mundo se deteriora antes de consumirse. Pero hay alternativas: planificar la compra y el menú, cocinar raciones más pequeñas, conservar bien los productos, aprovechar los restos… y mucho ingenio.
Si hiciésemos una clasificación con los países que más gases de efecto invernadero emiten, esta estaría liderada por China, EE. UU. e India. Pero también podríamos dar la vuelta a esta lista y organizarla desde un punto de vista más innovador. En este caso, el tercer gran emisor de gases de efecto invernadero no sería un país, sino una actividad. Una actividad que no genera riquezas, sino pérdidas: el tercer gran emisor sería el desperdicio alimentario.
Se calcula que el 6 % de las emisiones de gases de efecto invernadero derivan de la pérdida de alimentos. Según cifras del Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura, se pierden 1.300 millones de toneladas de comida producida para el consumo humano, un tercio del total. Y este desperdicio lleva a malgastar la riqueza del 28 % de las tierras productivas de todo el planeta.
Casi dos tercios de las pérdidas se producen a lo largo de la cadena de suministro, pero el resto se da en los restaurantes, los comercios y los hogares. En las viviendas españolas, por ejemplo, se desperdiciaron un total de 1.170 millones de kilos de comida en el año 2022. Aunque la cifra es inmensa, lo cierto es que supuso una reducción frente al año anterior. Y entre las razones de esta mejoría se barajan las relacionadas con nuevos hábitos, el aumento de los precios de los alimentos y, también, una mayor concienciación.
“La concienciación es más necesaria que nunca, ya que una parte importante de la población todavía no da importancia a estos temas”, ha señalado Manuel Gómez Pallarés, catedrático del área de Tecnología de Alimentos de la Universidad de Valladolid. “El desperdicio de alimentos supone un gasto de suelo, agua, energía y otros recursos que el planeta no puede permitirse. Por ello, las acciones individuales para reducir este problema son imprescindibles”.
Lo cierto es que hay mucho que se puede hacer hasta lograr que la pérdida de alimentos en el hogar sea cero (o prácticamente nula). A continuación, presentamos algunas de las soluciones para reducir el desperdicio alimentario en casa, comenzando por la compra y terminando por acciones para actuar cuando la comida nos sobra o está a punto de estropearse.
Decálogo de soluciones para reducir el desperdicio alimentario en casa
- Planificar bien la compra. A la hora de elegir el primer hábito para reducir el desperdicio alimentario, Gómez lo tiene claro. Todo comienza en el momento de la compra. “Lo más importante es hacer una buena planificación de la compra en función de nuestras previsiones de consumo. Y aquí es importante no dejarse llevar por ofertas que nos hacen comprar cantidades que no necesitamos, especialmente cuando el producto es muy perecedero”, ha explicado. Revisar la nevera y la despensa antes de ir a comprar y ceñirse a la lista una vez allí es fundamental para llevarse únicamente lo imprescindible. Otro consejo muy sencillo, pero eficaz, es no ir a la compra con hambre. Esto evita que la cesta se llene de alimentos poco saludables y que pueden terminar echándose a perder.
- Planificar, también, las comidas. Otro buen hábito es hacer la lista de la compra después de haber definido los diferentes menús de la semana. Esto nos ayuda no solo a comprar lo imprescindible, sino también a aprovechar los alimentos que ya tenemos en casa y a planificar las comidas en función de su caducidad. Definir un menú semanal permite también anticiparse y preparar platos para aquellos días en los que tendremos menos tiempo. Este hábito, que ya practicaban nuestros abuelos y abuelas y que hoy se ha popularizado con el término ‘batch cooking’, sirve también para cocinar pronto los alimentos frescos que, de esperar demasiado, podrían echarse a perder.
- Apostar por raciones más pequeñas. Desde The European Food Information señalan que uno de los trucos más sencillos para evitar que terminemos tirando la comida a la basura es servir raciones más pequeñas. De este modo, si algo sobra, podrá comerse como merienda, volver a servirse como acompañamiento al día siguiente o congelarse. También se puede ir un paso más allá y cocinar raciones menos abundantes. De este modo, nos aseguramos evitar que la nevera se llene de sobras.
- Ser ingenioso con los restos. Otro de los términos que se han popularizado en los últimos años, junto al de ‘batch cooking’, es el de cocina de aprovechamiento. De nuevo, hace referencia a algo que ha existido siempre: el hábito de cocinar con los alimentos que nos sobran. Entre los elementos protagonistas de esta cocina está el pan, uno de los productos que más rápido se estropea. “El pan duro se ha utilizado en los hogares históricamente y existen multitud de recetas basadas en él”, ha explicado Gómez, haciendo referencia a productos empanados, salmorejo, budín, albóndigas, migas y muchos otros. “Otra manera de consumir pan una vez ha perdido sus cualidades originales es tostarlo”, añade. También existen herramientas que nos ayudan a aprovechar todo al máximo. Un ejemplo es Ekilu, una ‘app’ que sugiere recetas con los alimentos que se le indican (por ejemplo, los que hay en la nevera en ese preciso momento).
- Conservar bien los alimentos. A la hora de congelar los alimentos, lo más recomendable es hacerlo cuando estén lo más frescos posible y a una temperatura de al menos 18 °C bajo cero. En caso de refrigerarlos, deben guardarse debidamente tapados a una temperatura entre 0 y 8 °C. La forma en que organicemos y guardemos nuestros alimentos en la nevera también puede determinar en gran medida el tiempo que aguanten frescos. Las carnes y los pescados, más perecederos, deben guardarse en los estantes inferiores, que permanecen más fríos. Los menos sensibles, como las verduras, pueden colocarse en los superiores.
- Diferenciar entre fecha de caducidad y de consumo preferente. Aunque tienden a confundirse, son muy diferentes. “La fecha de caducidad se incluye en productos en los que exceder un tiempo de conservación puede conllevar problemas para nuestra salud, mientras la fecha de consumo preferente solo indica que ese producto puede perder alguna característica organoléptica, como la textura, el sabor, el aroma o el color, pero no supone un problema para nuestra salud”, ha detallado Gómez. “Por tanto, debemos evitar que un producto supere su fecha de consumo preferente para tomarlo en su momento óptimo, pero no debemos tirarlo, sino consumirlo, cuando se supera esa fecha. Lo que sí debemos descartar son los alimentos que superen su fecha de caducidad”, aconseja el profesor.
- Regalar y donar aquello que va a sobrar. Lo cierto es que, aunque se haga una buena planificación de las comidas y las compras, siempre puede sobrar algo. Ante este caso, existen soluciones muy sencillas, como ofrecérselo a familiares, amigos o vecinos o invitarles a comer. Otra opción es hacer uso de redes de donación o intercambio de alimentos. Por ejemplo, a través de Olio, una aplicación que invita a donar y compartir aquello que ya no necesitamos. Normalmente son objetos, pero la comida también tiene espacio en esta herramienta.
- Convertir los restos en compost. Tal y como señalan desde ‘The European Food Information’, el compostaje es un proceso natural en el que los microorganismos biodegradan los alimentos, convirtiéndolos en un material rico en nutrientes que promueve un suelo saludable. Aunque no todo el mundo tiene la posibilidad de tener un compostero en casa, existen muchas iniciativas públicas y comunitarias para crear compost. Es un recurso muy interesante para dar una segunda vida a aquellos restos de comida que, por un motivo u otro, no se pueden utilizar en nuestras cocinas.
9. Comunicar y presumir de nuestras acciones. Puede parecer poco relevante, pero compartir con nuestro entorno la importancia de reducir el desperdicio alimentario puede ser igual de importante (o más) que evitar tirar comida a la basura. Al contagiar nuestra motivación y compartir ideas y consejos, conseguimos que más personas aprovechen al máximo sus alimentos. “La suma de acciones individuales puede tener un gran impacto en la salud del planeta, como se ha demostrado con otras prácticas. Y por eso es tan importante la concienciación individual de cada uno de nosotros”, señala Gómez.
10. Apoyar iniciativas que fomenten el consumo responsable. Existen iniciativas de todo tipo que fomentan un consumo responsable y buscan evitar el despilfarro. Desde comercios que promueven la venta de la llamada ‘fruta fea’ (aquella rechazada por las grandes superficies porque no cumple con sus estándares estéticos) hasta iniciativas como Too Good To Go, que facilitan vender aquello que sobra a las tiendas y restaurantes a final del día, pasando por eventos locales que animan a consumir los alimentos de temporada y proximidad.
Promoviendo este tipo de iniciativas, se genera concienciación y se crea un ambiente más abierto al cambio. “Se están promoviendo muchas iniciativas, algo que antes era muy simbólico, y creo que se están empezando a ver los frutos. Yo quiero ser optimista respecto a esto, porque quiero creer que vamos a poder habitar este planeta durante muchas generaciones”, ha afirmado Gómez.