Sobrantes de las empresas y economía circular: así se les da una segunda vida
Utilizar los lodos con restos de fibra vegetal de una empresa papelera para hacer láminas para muebles o las cámaras de neumáticos y cometas de kitesurf usadas para fabricar mochilas. Son solo dos ejemplos de reutilización de recursos. Lo menos sostenible es tirar los excedentes de las empresas.
En el taller de Nunak, en Barcelona, las cámaras de los neumáticos que ya no soportan más reparaciones terminan convertidas en mochilas y otros accesorios. Y no son los únicos materiales usados que reciben una segunda oportunidad: lonas publicitarias y viejas cometas de kitesurf que ya no sirven para coger las olas se transforman para volver a recorrer el mundo.
La reutilización de materiales y recursos es fundamental para fomentar la economía circular y lograr un sistema de producción más responsable con el medioambiente. Es, también, una solución para las empresas que se plantean qué hacer con los sobrantes de su actividad y quieren evitar la opción menos sostenible: tirarlos.
Fabricar, vender o reutilizar
Uno de los objetivos principales de las empresas es evitar que sus existencias o sus materiales de fabricación se queden obsoletos y dejen de tener salida en el mercado. No deshacerse de lo que sobra requiere de espacio de almacenaje, consume recursos humanos –ya que se dedican esfuerzos para gestionarlo– y conlleva pérdidas a nivel económico.
Entre las soluciones para evitar llegar a esta situación están gestionar correctamente el ‘stock’, reutilizarlo dentro de la propia empresa, reciclarlo, venderlo o, en el peor de los casos, destruirlo. Esta última opción tiene un alto impacto medioambiental, pero sigue siendo muy habitual en algunos sectores por motivos económicos o estratégicos. Un buen ejemplo son las marcas de moda de lujo, que evitan rebajar sus artículos por temor a que su imagen se devalúe.
En términos de sostenibilidad tanto medioambiental como económica, la reutilización de los materiales es la mejor opción para las empresas, incluso por encima del reciclaje. “A la hora de gestionar materiales, siempre existe la opción de revalorizarlos. Sin embargo, el reciclaje les da muy poco valor, por lo que es más interesante optar por soluciones anteriores, como la reutilización o remanufactura”, explica Anna Lluís, fundadora y codirectora de Simbiosy, una empresa de consultoría especializada en economía circular.
“Además, entra en juego el impacto medioambiental. Tirar materiales aumenta la huella de carbono, lo cual perjudica a las empresas. Hacer una buena gestión de todo el proceso productivo ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que mejora la imagen corporativa y ayuda a vender mejor”, explica Lluís.
Aprovechando sinergias: el poder de la colaboración
La economía circular implica un cambio de paradigma en el que se busca sacar un máximo rendimiento a todos los bienes, reducir los residuos y limitar la contaminación. Una forma de fomentarla es favorecer la colaboración entre empresas dispuestas a ofrecer sus sobrantes a otras que pueden utilizarlos y darles una segunda vida. Esto es, precisamente, lo que hace Simbiosy.
“Trabajamos con grupos de empresas de un mismo territorio, para que unas aprovechen lo que no necesitan las otras”, explica Lluís. “Nuestro objetivo es lograr la eficiencia en el uso de recursos con proyectos que denominamos de simbiosis industrial. Estos favorecen la sinergia entre diferentes agentes, al igual que sucede en la naturaleza”.
Entre los beneficios de esta colaboración, destacan hacer rentable el reciclaje y la reutilización, incrementar la productividad y fomentar la gestión conjunta de diferentes empresas. Se genera, así, un nuevo modelo productivo más sostenible y eficiente.
“Un buen ejemplo de sinergia es el que se dio entre una empresa papelera, que genera muchos lodos con restos de fibra vegetal, y otra que consiguió utilizarlos para fabricar láminas para muebles”, explica Lluís. “Iniciativas como estas favorecen la fabricación con materias primas secundarias (las que vienen de residuos) con calidad suficiente para sustituir a las vírgenes. Esto es muy importante para lograr la economía circular”.
Estas colaboraciones generan, además, oportunidades laborales y favorecen la experimentación. “A veces los resultados no son inmediatos, porque es necesario desarrollar nuevas soluciones en los centros tecnológicos, pero tras trabajar con la idea se van encontrando soluciones alternativas”, añade la fundadora y codirectora de Simbiosy.
Una economía con potencial
En el taller barcelonés de Nukak se ve claramente cómo los materiales de sus mochilas y complementos pueden tener muchos más usos. Las telas de las cometas de kitesurf son diseñadas para soportar fuertes vientos, y son duras y muy resistentes. Las cámaras de los neumáticos, por otro lado, están preparadas para resistir toneladas de peso y altas temperaturas, lo que las hace muy sólidas y duraderas.
Sin embargo, no todos los materiales reutilizables tienen estas características. De acuerdo con la ONU, la economía circular permite crear valor tanto en ciclos técnicos como en biológicos. En los primeros, se busca que los materiales y los productos se usen el mayor tiempo posible gracias a la reutilización o el reciclaje. En los segundos, los materiales terminan regresando a la naturaleza, devolviendo los nutrientes a los ecosistemas. Esto resulta especialmente interesante para las empresas de aquellas regiones muy ricas en biodiversidad, como es el caso de América Latina.
Estudios recientes sugieren que la transición a una economía circular podría generar un beneficio económico neto de 1.800 millones de euros para Europa en 2030, e incrementar en 4,8 millones los puestos de trabajo en la región de América Latina y el Caribe.
“Tener una visión holística de los recursos permite integrar muchas actividades, generar nuevas oportunidades para las empresas y mejorar, en definitiva, la competitividad de la industria”, concluye la codirectora de Simbiosy.