Refrigeración sostenible sin halocarbonos o cómo ayudar a mil millones de personas a adaptarse al calor que viene
Tras intensos debates y difíciles consensos en la pasada COP28, se han alcanzado avances considerables en el caso concreto del desarrollo de una refrigeración sostenible. La refrigeración no solo es necesaria para la vida de numerosos hogares, sino que es fundamental para sectores como la alimentación, la logística, la tecnología digital o el turismo.
De acuerdo con el Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas (UNEP), un enfoque sostenible para la refrigeración es de vital importancia para abordar el cambio climático, tanto para la reducción de los gases de efecto invernadero (GEI) como para la adaptación al clima.
Con el calentamiento global y las temperaturas extremas, aumentará la necesidad de refrigeración. UNEP estima que satisfacer las necesidades futuras de refrigeración se puede lograr de forma sostenible: reduciendo sus emisiones de gases de efecto invernadero en 2050 en al menos un 60%, aliviando la presión sobre las redes energéticas, ayudando a más de mil millones de personas a adaptarse al cambio climático, y generando ahorros para los usuarios finales de la energía eléctrica de un billón de dólares en 2050.
La presidencia de la COP28 destacó la refrigeración sostenible como una cuestión de máxima relevancia planteando algunas recomendaciones clave:
- Desarrollar sistemas con refrigerantes naturales que sean competitivos en eficiencia y coste en comparación con los sistemas basados en los halocarbonos.
- Apoyar las restricciones al uso de refrigerantes a base de halocarbonos con un potencial de calentamiento global superior a 150 y la prohibición de fluidos que se ajusten a la definición de sustancias perfluoroalquilas y polifluoroalquilas (PFAS).
- Apoyar el desarrollo de estándares que permitan impuestos más altos para los sistemas que utilicen halocarbonos.
- Hacer hincapié en la búsqueda de soluciones para bombas de calor y sistemas de refrigeración con fluidos naturales que puedan sustituir el uso de energías fósiles para la calefacción residencial.
- Priorizar el desarrollo de bombas de calor de alta temperatura utilizando fluidos naturales para contribuir a la descarbonización de las necesidades de la industria.
La capa de ozono y el cambio climático
En los 80, los clorofluorocarbonos (CFCs) se utilizaron en productos como aerosoles, frigoríficos y aparatos de aire acondicionado hasta que el Protocolo de Montreal, que entró en vigor en enero de 1989, prohibió su uso debido a sus efectos destructores de la capa de ozono.
Los CFCs fueron reemplazados por otra clase de halocarbonos, los hidrofluorocarbonos (HFCs), que, si bien no destruyen la capa de ozono, son potentes gases de efecto invernadero. Se resuelve un problema pero se crea otro.
La Enmienda de Kigali al Protocolo de Montreal, vigente desde enero de 2019, tiene como objetivo reducir gradualmente el consumo de HFCs. La transición a alternativas respetuosas con el ozono y el clima puede ayudar a evitar un aumento de temperatura de más de medio grado Celsius para finales de siglo.
Sin embargo, algunas alternativas de halocarbonos de bajo poder calorífico propuestas frente a los HFCs, incluidas en la categoría de PFAS, pueden acumularse en la naturaleza, lo que plantea riesgos potenciales para la salud.
Además, la refrigeración consume mucha energía y la sostenibilidad se ve afectada por la procedencia de esa energía. El uso de energía renovable para la refrigeración es respetuoso con el medioambiente, pero en zonas que dependen de combustibles fósiles para la generación de energía, la refrigeración eléctrica puede producir importantes emisiones indirectas. Por lo tanto, es fundamental que todos los sistemas maximicen la eficiencia energética.
Los nuevos fluidos naturales
En la actualidad existe una amplia investigación sobre la refrigeración sostenible centrada en los fluidos que se encuentran de forma natural en la biosfera. Por ejemplo, refrigerantes como el dióxido de carbono (CO2), el amoníaco (NH3), los hidrocarburos (HCs) y el agua (H2O).
El uso de estos fluidos proporciona una solución climáticamente segura a largo plazo. Muchos países, especialmente los de bajos ingresos, pueden hacer una transición directa de los HFCs a alternativas sostenibles sin tener que recurrir a sustancias que podrían limitarse pronto.
Además de sustituir potentes gases de efecto invernadero, el CO2 como refrigerante también puede contribuir al ahorro de energía. Para los supermercados, integrar las necesidades de refrigeración, congelación, calefacción y aire acondicionado en un mismo sistema basado en CO2 ha demostrado una reducción de alrededor del 35% en el consumo de energía. Se estima que hay más de 35.000 sistemas de este tipo instalados en todo el mundo, principalmente en Europa. En el norte de Europa, la mayoría de los supermercados han pasado a utilizar CO2 como refrigerante.
Los sistemas que utilizan otros fluidos naturales, como el amoníaco, los hidrocarburos o el agua, han resultado ser muy eficientes energéticamente, aunque los desafíos para el empleo del NH3 y los HCs incluyen la toxicidad y la inflamabilidad de estos fluidos. Su uso adecuado y la adaptación de las normas para una operación e instalación seguras serán cruciales.