La regla de las '3R' crece: Reducir, reutilizar, reciclar, reparar y repensar
A las tres erres de la economía circular se suman reparar o restaurar, que ponen el acento en conseguir que los productos duren más. Y al principio de la cadena tenemos otra R: la de repensar el diseño de cada bien o servicio para reducir su huella ambiental.
El mundo comienza a hablar de las regla de las tres erres –reducir, reciclar y reutilizar–, hace más de 30 años, “cuando nos dimos cuenta de que había que aprovechar mejor los recursos que tenemos”, asegura Ángel Fernández Homar, presidente de la Fundación para la Economía Circular. Hasta ese momento, y también después, lo normal era que los núcleos de población dispusieran de un solo modelo de contenedor, en el que se depositaba todo tipo de basura, “que acababa en un vertedero más o menos controlado”, apostilla.
¿Qué significan las 3R?
Las llamadas tres R de la ecología, o sencillamente las 3R, ponen sobre la mesa la necesidad de:
- Reducir: consumir menos, sobre todo productos con impacto negativo en el medioambiente porque sean difíciles de reciclar o tengan una alta huella de carbono.
- Reutilizar: la caja de galletas que se convierte en costurero o un envase de vidrio con su contenido ya gastado que se limpia y usa para guardar conservas caseras.
- Reciclar: tratar productos que han llegado al final de su vida útil para aprovechar los materiales de los que están compuestos y fabricar con ellos otros nuevos.
“Los dos primeros eslabones, la reducción y reutilización, se quedaron en una mera declaración de intenciones, sin normativas para llevarlos a cabo en la práctica”, reconoce Fernández Homar. El foco quedó instalado en el reciclaje, cuyos tratamientos han ido mejorando y sofisticándose, hasta alcanzar a cada vez más materiales. A medida que evolucionaban, a esas 3R iniciales se le añadía una cuarta:
- Recuperación energética: quemar los residuos que ya no se pueden aprovechar de ninguna manera para producir energía, como solución menos mala que el vertedero.
La Unión Europea, que según recuerda Fernández Homar es el gran referente en este terreno, fue bebiendo de distintas corrientes de pensamiento que clamaban por un cambio en la tradicional economía lineal (extraer materias primas, producir, consumir y tirar) y que fueron recogidas en libros como ‘De la cuna a la cuna’ (escrito en 2002 por William McDonough y Michael Braungart). Hasta que en 2015 la UE aprobó el primer paquete de economía circular.
“La economía circular se compone de múltiples procesos y su objetivo es lograr que los materiales circulen de forma infinita, de un producto a otro, de un proceso a otro, y que no lleguen nunca a convertirse en materiales inutilizados”, asegura Christopher Brosse, experto en suprarreciclaje, en su libro ‘La basura no existe. Hacia el suprarreciclaje y la economía circular’. Por suprarreciclaje entendemos el proceso por el cual los desechos “son transformados en productos de mayor calidad y valor ecológicos”.
Bajo esta nueva lógica, aparecen más R en escena:
- Repensar y rediseñar: distintas maneras de llamar al ecodiseño. Con este concepto se busca, ya desde su creación, que el producto sea más longevo y eficiente, consuma menos, tenga una menor huella ambiental, sea reparable o se pueda actualizar.
- Rechazar: “Cuando existen alternativas, los consumidores pueden elegir rechazar productos tóxicos y materiales que no son ecológicos o que representan algún tipo de obstáculo a la hora de ser tratados”, indica Brosse.
- Reparar: un proceso que se ha ido perdiendo en el mundo desarrollado y vuelve a tomar fuerza en países como Alemania, según apunta Brosse.
- Restaurar: tiene que ver con que los objetos recuperen sus características originales. “Es una práctica muy popular en el mundo del arte, y también se puede aplicar a los productos”, señala Brosse.
- Remanufacturar: proceso industrial para aprovechar los componentes de los productos cuya vida útil llegó a su final; como las piezas de un móvil que sirven para fabricar uno nuevo. “Renault diseña sus coches teniendo en cuenta que sus piezas servirán para vehículos nuevos”, acota Fernández Homar.
La reutilización a través de los productos de segunda mano
La economía circular ha impuesto, aparte de más erres, un cambio en el acento, que ya no está tanto en el reciclaje como en los pasos previos, como la reutilización. Gracias a la tecnología y a la proliferación de plataformas en internet se ha puesto muy en boga la venta de productos de segunda mano, desde ropa hasta juguetes. “Eso es reutilización”, incide Fernández Homar.
“El mensaje ahora es que el recurso ha de seguir vivo”, insiste este especialista, que hace un símil con la medicina preventiva y su objetivo de mantener sanas a las personas el mayor tiempo posible. “Algún recurso enferma, y le aplicamos procedimientos curativos, como son el reciclaje y la valorización energética”, que ya sería algo así como la UCI. “El vertedero es el cementerio”, remacha.
El rechazo, el rediseño y la reducción ocupan los primeros peldaños, con el máximo nivel de prioridad, en la escalera de la economía circular, según adaptación de Brosse. El reciclaje aparece al final, solo por detrás de la recuperación energética.
En este nuevo escenario, el usuario cobra más protagonismo, ya que muchas de esas R ‘preventivas’ se encuentran a su alcance. Por eso, el presidente de la Fundación para la Economía Circular propone una última erre:
- Reeducar: “El cambio de modelo es imposible sin una sociedad concienciada. La población tiene un carácter protagonista dentro de la economía circular”, asegura el experto, que pide más facilidades para los ciudadanos. “Si comprar una lavadora nueva sale más barato que repararla, la mayoría comprará una nueva”, precisa.