¿Qué son los envases comestibles y por qué se caracterizan?
El empaquetado con materiales biológicos garantiza su biodegradación y un residuo cero, lo que contribuye a la sostenibilidad. Muchos usan subproductos orgánicos desechados en otras industrias. Los expertos auguran un crecimiento al sector, que ha de seguir innovando y ganando competitividad respecto a los plásticos.
Los envases que guardan y protegen los alimentos copan casi el 50% de los plásticos que circulan por el planeta. Cada minuto, por ejemplo, se compran en el mundo un millón de botellas de este material. A medida que crece la conciencia sobre los daños ambientales que causan –según la ONU, para 2050 habrá más plásticos que peces en los océanos–, aumenta el interés por alternativas mucho más sostenibles. Entre ellas se encuentran los envases comestibles, sobre los que la ciencia lleva investigando más intensamente desde las dos últimas décadas.
“La idea original del concepto es, literalmente, lo que su nombre indica: envases que directamente se pueden comer. Pero el término es más complejo porque, además de esta primera acepción, incorpora la biodegradabilidad. Esto implica no impactar sobre el medioambiente, y la sostenibilidad, que supone el uso de residuos o subproductos industriales orgánicos que, de esta manera, tienen una segunda vida en forma de películas, coberturas o envases para contener y proteger alimentos”, explica José María Rodríguez Calleja, profesor del Departamento de Higiene y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de León. El experto prefiere hablar de bioenvases o envases basados en compuestos biológicos y sostenibles.
¿Con qué se fabrican los envases comestibles?
Los envases comestibles suelen estar fabricados en tres grandes grupos de compuestos biológicos:
- A partir de proteínas. En este apartado entra el polihidroxibutirato (PHB), bioplástico obtenido a partir del suero lácteo, subproducto de la industria quesera. Su creación ha estado liderada por investigadores españoles, con participación portuguesa, en el marco del proyecto europeo WHEYPACK.
- Lipídicos. Son, por ejemplo, las ceras con las que se cubren y protegen las frutas para una mejor conservación, y no se retiran a la hora de comerlas. Hay constancia de que esta técnica se utilizaba en China en el siglo XII para prolongar la conservación de los cítricos. Se desarrolló en EE. UU. durante la década de 1920.
- Hidratocarbonados. A partir de celulosas y restos vegetales de frutas y hortalizas. Como la biopelícula comestible desarrollada en 2015 por el equipo de investigación de Rodríguez Calleja que, además de preservar, ofrecía a los quesos que envolvía protección antimicrobiana. “Está formada por gelatina de patata con aceite esencial de tomillo, que ejerce un efecto inhibidor en particular frente a bacterias como la Listeria monocytogenes y la Escherichia coli O157. Es respetuosa con el medio ambiente y no afecta a las propiedades organolépticas del alimento”, asegura Rodríguez Calleja.
La demanda de envases comestibles para alimentos podría aumentar, en promedio, un 6,9 % anual hasta 2024 y convertirlos en un boyante negocio valorado en casi 2.000 millones de dólares en todo el mundo, según Transparency Market Research. En su informe reseña el potencial de un sector que entra de lleno en la lógica de la economía circular y garantiza que no habrá residuos una vez que el cliente haya consumido un producto, pero relaciona su recorrido futuro con la capacidad de sus empresas de innovar en nuevos materiales.
Ejemplos de envases comestibles
En este punto destaca la aparición de ‘startups’ que están apostando por este mercado, y que en los últimos años han lanzado proyectos novedosos:
- Las cápsulas comestibles de un solo uso para líquidos Ooho de la compañía británica Notpla. Fabricadas a base de algas y cloruro cálcico, pueden contener agua, zumos o bebidas isotónicas (para los deportistas durante una carrera). Quien prefiera no ingerirlas sabe que se degradarán en un periodo de cuatro a seis semanas.
- La empresa búlgara Cúpffee se inspira en el cucurucho de barquillo que contiene un helado, y que se come junto a él, y aplica la idea al café: sus vasos de cereales son veganos, no tienen conservantes, ni colorantes ni azúcares añadidos, aguantan temperaturas de hasta 84 grados y se mantienen crujientes durante 40 minutos una vez vertida la bebida caliente. Además, no modifican su sabor.
- El salvado de trigo es el ingrediente de la vajilla comestible creada por la empresa polaca Biotrem. A partir de una tonelada de salvado de trigo puro puede producir hasta 10.000 unidades de platos o cuencos desechables, y biodegradable, a través del compostaje, en 30 días.
- La compañía con sede en Nueva York Loliware comercializa una gama de productos de bioplástico a base de algas marinas.
- La ‘startup’ con sede en Indonesia Evoware elabora sus envases alimentarios a partir de algas, yuca, arroz, caña de azúcar y hojas de palma.
Empujando viene mucha I+D producida en centros científicos y universidades. En la de Universidad de Coimbra (Portugal), un equipo de investigadoras ha desarrollado envases comestibles para recubrir los alimentos, con antioxidantes y probióticos beneficiosos para la salud, a partir de diferentes residuos del sector agroalimentario y pesquero: pieles de patata y membrillo, frutas que se desechan y caparazones de crustáceo.
“Hay mucho interés, y también muchos proyectos piloto pequeños; las dificultades aparecen cuando se quieren escalar a grandes volúmenes”, reconoce Rodríguez Calleja, que cree que el gran reto de los envases comestibles estriba en la comercialización. “Aún no son económicamente competitivos respecto a los de plástico. Irán rompiendo la barrera del precio a medida en que aumente la demanda", precisa.