¿Qué son los sumideros de carbono y por qué son importantes para mitigar el cambio climático?
Bosques, suelos y océanos son los principales sumideros de carbono naturales, depósitos que absorben y almacenan dióxido de carbono (CO2), reduciendo sus niveles en la atmósfera. Así llevan miles de años, pero la actividad humana trastoca su función. Emitimos más CO2 del que la naturaleza puede capturar.
Desde su nacimiento hasta que se mezclan con las del océano Atlántico, las aguas del río Congo atraviesan cuatro países, recorren más de 4.700 kilómetros y serpentean cruzando en dos ocasiones la línea del ecuador. Alrededor de su cauce se abre la gran cuenca del Congo, en la que crece la segunda selva más grande del mundo. La región es el hogar de elefantes, búfalos, chimpancés, bonobos, gorilas de montaña y más de 10.000 especies de plantas tropicales.
La cuenca del río Congo es, también, una de las últimas regiones del mundo capaz de absorber más carbono del que emite. Sus turberas son grandes sumideros de carbono, es decir, uno de nuestros aliados naturales para absorber el exceso de este elemento que lanzamos a la atmósfera y que está acelerando el cambio climático. Cuidar y proteger los ecosistemas capaces de almacenar carbono es fundamental para mantener la salud del planeta.
Los protagonistas: bosques, suelos y océanos
Llamamos sumideros de carbono a los depósitos que capturan, absorben y almacenan más dióxido de carbono (CO2) del que emiten. A este proceso se lo conoce como secuestro de carbono, y es muy importante porque sirve para reducir los niveles de CO2 (un gas con un potente efecto invernadero que acelera el cambio climático) de la atmósfera.
Entre los sumideros de carbono naturales, los principales son los bosques, los suelos y los océanos. Estos captan dióxido de carbono de la atmósfera mediante procesos biológicos –como la fotosíntesis que llevan a cabo las plantas terrestres, las algas o las cianobacterias–, lo transforman en carbono particulado y lo almacenan.
“Los sumideros de carbono más importantes son aquellos en los que el carbono no se libera de nuevo enseguida, sino que se deriva hacia un compartimento en el que permanece largos periodos de tiempo, como mínimo en torno a los cien años”, explica Miguel Ángel Mateo, investigador del Centro de Estudios Avanzados de Blanes (CEAB) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
De acuerdo con el investigador, en el caso de los sumideros terrestres, el carbono se almacena de forma resiliente y a largo plazo en dos compartimentos: en los bosques, a través de la madera, y en el suelo gracias a la vegetación. Los océanos, por otro lado, son el principal sumidero del planeta. Llevan miles de años absorbiendo CO2 y manteniendo el equilibrio del ciclo del carbono.
Sin embargo, la actividad humana está alterando este importante equilibrio. Nuestra dependencia de los combustibles fósiles está provocando que emitamos más CO2 del que la naturaleza puede absorber, por lo que gran parte de este gas de efecto invernadero se acumula en la atmósfera, causando el cambio climático.
Cuestión de emisiones
Las turberas de la frondosa cuenca del río Congo son sumideros de carbono muy efectivos. Sus plantas absorben CO2 durante el proceso de fotosíntesis y lo utilizan para convertirlo en madera, hojas y raíces. Como las turberas están llenas de agua, el material tarda más en descomponerse, por lo que se almacena de forma efectiva durante más tiempo.
De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), estas turberas almacenan alrededor de 29.000 millones de toneladas de carbono. Es decir, cerca de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero que se lanzan en un año en todo el mundo. Además, la cuenca en su conjunto absorbe casi 1.500 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, por lo que se considera uno de los mayores sumideros del planeta.
“Los suelos y los bosques de todo el mundo retiran de forma natural el 29 % de las emisiones antropogénicas derivadas de la quema de combustibles fósiles y de los cambios en los usos del suelo. El 26 % lo retira el océano, y el 45 % restante es el que se acumula en la atmósfera. Este es el problema: los grandes sumideros terrestres y marítimos no son capaces de capturar todo el CO2 que emitimos”, explica Mateo.
“Si ahora mismo dejásemos de emitir totalmente y dejásemos actuar a los ecosistemas, estos seguirán retirando una parte de este CO2 lentamente, buscando el equilibrio original. Sin embargo, la velocidad a la que aumentan las emisiones es inmensamente más rápida que la capacidad de los sumideros biosféricos de captar todo el exceso”, explica este experto.
La otra cara de los sumideros
Gran parte de estos ecosistemas terrestres y marítimos se han reducido de forma drástica debido a la acción humana, dando lugar a un problema doble. Por un lado, se ha limitado su capacidad para atrapar más carbono en el futuro. Por el otro, su explotación ha contribuido a la liberación a la atmósfera de grandes cantidades de CO2 que llevaban cientos o miles de años acumuladas.
Esta liberación se produce, por ejemplo, cuando se talan árboles o mangles, se queman grandes extensiones de bosque, se dañan las praderas marinas debido a la pesca de arrastre o se secan las marismas o las turberas para dar otros usos al suelo. Esto provoca que la situación dé un giro de 180 grados y los sumideros se conviertan en fuentes de emisiones.
Todo esto contribuye al cambio climático, que a su vez influye en la capacidad de la Tierra y los océanos para actuar como depósitos para absorber CO2. “Cuando aumenta el CO2 en el medio, en principio los productores primarios como las plantas se ven beneficiados, porque esto favorece la fotosíntesis y hace que produzcan más”, explica Mateo.
“Sin embargo, la acumulación de este dióxido de carbono en la atmósfera aumenta la temperatura del planeta, lo cual favorece la descomposición. Al aumentar la actividad de descomposición, aumenta el proceso de liberación de CO2. Es lo que ocurre con el permafrost: se está derritiendo su capa más superficial, que estaba permanentemente helada y mantenía una gran cantidad de carbono en el suelo. Es un sumidero que se está convirtiendo en fuente de CO2”.
De acuerdo con el investigador del CEAB-CSIC, el problema está, de nuevo, en un desequilibrio. “El balance es que hay más emisión que captación. La naturaleza tiene sus propios ritmos, y los humanos los estamos rompiendo”, señala.
Soluciones para proteger los sumideros
Favorecer la absorción de carbono es un objetivo complejo. Existen técnicas artificiales, cuyo desarrollo tecnológico no ofrece todavía grandes resultados. La principal solución actualmente pasa por proteger y potenciar los sumideros de carbono naturales que ya tenemos. “Esto incluye toda la vegetación terrestre y la costera, como las marismas, los manglares y las praderas marinas”, señala Mateo.
“Las soluciones pasan en primer lugar por acabar con la explotación industrial de las selvas tropicales y los manglares. Cuidar los manglares es fundamental, porque son muy buenos sumideros de carbono: los mangles tienen una doble vida, porque son árboles que también forman un gran depósito bajo el agua”, señala.
A esto se suma frenar la destrucción de las praderas marinas, el desecado de las marismas y la explotación de las turberas, y potenciar su recuperación. Las soluciones pasan también por entender que los sumideros de carbono deben almacenar este material durante largos periodos de tiempo. Por respetar los ciclos de la naturaleza a la vez que se reducen, de forma efectiva, las emisiones de gases de efecto invernadero que causan el cambio climático.