¿Qué son los purines y para qué se utilizan estos residuos?
Los purines son los residuos semilíquidos procedentes de las granjas, ricos en nitrógeno, fósforo y potasio. Son valiosos tanto como fertilizantes como para las plantas de biogás, permitiendo transformar un problema ambiental en un recurso para la economía circular.

En 2007, la empresa porcina chilena Agrícola AASA, con más de 130.000 cerdos repartidos en seis criaderos, llamó al doctor ingeniero industrial Xavier Flotats para solicitarle soluciones al problema de los purines. Flotats, experto internacional en la materia, actualmente profesor emérito de la Universidad Politécnica de Cataluña, visitó la explotación. Entonces, este escribió el informe acordado, más otro de una página que nadie le había pedido. En él, recomendaba al dueño invitar a cenar a los vecinos de alrededor (todos ellos agricultores). “¿Por qué?”, se sorprendió éste.
Antes de contestar a su pregunta, señalemos que los purines son las excreciones de los animales de granja mezcladas con restos de agua de limpieza, de consistencia semilíquida, mucha materia orgánica y altas concentraciones de nitrógeno, fósforo y potasio. Pueden proceder de vacas o aves, pero se habla sobre todo de los del cerdo, por la contaminación ambiental que provocan.
“Los purines son un buen fertilizante”, explica de entrada Flotats, que defiende la colaboración entre los ganaderos que lo producen y los agricultores que lo aplican como el mejor y más sostenible modelo de aprovechamiento de este residuo. De ahí su consejo al propietario chileno de que conociera a sus vecinos con tierras y estableciera sinergias con ellos.

“El problema de contaminación surge con la ganadería intensiva, en polos de alta densidad ganadera, donde se producen más purines de los que necesitan los cultivos de la zona”, aclara Flotats. Para las zonas excedentarias sugiere un plan de gestión colectivo, con una aplicación global que contemple las dosis adecuadas para cada una de las fincas. “Hay que tener una visión de conjunto, y cooperar”, insiste.
Claves para evitar la contaminación por los purines
Para evitar que los purines contaminen las aguas superficiales y los acuíferos con nitratos, hay que almacenarlos en compartimentos estancos, según dicta la normativa europea. En España, el Real Decreto 1051/2022, de 27 de diciembre, por el que se establecen normas para la nutrición sostenible de los suelos agrarios, fija cómo han de utilizarse los purines para abonar. Por ejemplo, hay un límite máximo y está prohibido aplicarlos en terrenos en pendiente, nevados o encharcados y en aquellos que “por sus características de topografía así como por su distancia puedan producir arrastres de nutrientes a hábitats naturales como humedales, barrancos y saladares”. Las multas y sanciones por incumplimiento dependerán de la gravedad y los ecosistemas afectados, pero pueden llegar a superar los 50.000 euros.
Tradicionalmente las macrogranjas están construidas con un suelo emparrillado, de manera que las eyecciones de los animales van a parar a una fosa de purines que les queda justo debajo. Como apunta Flotats, este diseño no está pensado para un vaciado frecuente de la fosa, lo cual deriva en dos problemas: el residuo allí almacenado emite a la atmósfera metano, amoniaco y óxido nitroso que los animales respiran mientras que, en paralelo, pierde nitrógeno, lo que lo empobrece de cara a ser utilizado como materia prima en una planta de biogás, que es otra de las aplicaciones sostenibles de este subproducto de la industria porcina.
Las balsas exteriores de purines constituyen otra tipología de almacenamiento. Han de ser impermeables y estar aisladas. Lo que no evita que se conviertan en fuente de gases de efecto invernadero (GEI) y amoniaco, advierte Flotats. En España, el Real Decreto 306/2020 de 11 de febrero, por el que se establecen normas básicas de ordenación de las granjas porcinas intensivas, fija dos exigencias de reducción de las emisiones de amoniaco: del 40% para las balsas existentes y del 80% para las nuevas o que se vayan a modificar. Cubrir la balsa (con cubierta rígida o flexible) se revela como la técnica más eficiente para lograrlo.

Tanto para fosas como para balsas se hacen necesarios los agitadores o batidoras de purines que, como su nombre indica, son batidoras gigantes que mezclan y homogeneizan los componentes del purín, favoreciendo su manejo y transporte. La cisterna o cuba de purines es un tipo de cisterna agrícola que sirve tanto para el transporte como para su uso a pie de cultivo.
“En las granjas modernas, las fosas se construyen con pendiente, para facilitar la salida de los purines, y se automatizan para programar el proceso”, señala Flotats. Para el experto, la frecuencia de salida óptima sería cada seis horas.
Según aporta el doctor, hay instalaciones que utilizan un sistema de centrifugado de purines similar al de una lavadora; otras, rastrillos mecánicos que comprimen el fluido; algunas “sueltan” robots para aspirarlo. La finalidad es la misma en todos los casos: la separación de la fracción líquida de la sólida; un sólido húmedo, rico en nitrógeno, fósforo y materia orgánica, y de valor añadido, que se puede transportar.
En su visita de 2017, Flotats comprobó que el propietario de Agrícola AASA había terminado por hacerle caso: vio una central de bombeo que mezcla riego con purines y lo distribuye, a través de 20 kilómetros de tuberías, por las tierras aledañas; una balsa cubierta de purines de 30.000 metros cuadrados; biorreactores (o reactores anaeróbicos) produciendo biogás; e, inaugurada un año antes, una planta de cogeneración eléctrica para autoconsumo.