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¿Qué son los bonos de biodiversidad?

Los bonos de biodiversidad son instrumentos de financiación verde enfocados a proteger la naturaleza. Este tipo de deuda emitida abarca proyectos de reforestación y regeneración de bosques e iniciativas de agricultura inteligente. La emisión anual de estos bonos se aproxima a los 300.000 millones de dólares en 2024.

Los bonos de biodiversidad son instrumentos de financiación verde enfocados a proteger la naturaleza. Este tipo de deuda emitida abarca proyectos de reforestación y regeneración de bosques e iniciativas de agricultura inteligente. La emisión anual de estos bonos se aproxima a los 300.000 millones de dólares en 2024.

La biodiversidad del planeta se refugia en países como Colombia. De las planicies de la cuenca del Orinoco a las selvas del Amazonas, de los picos de la sierra caribeña de Santa Marta a los volcanes de los Andes, de las infinitas playas del Pacífico a los densos humedales por los que se extiende el Magdalena, Colombia es uno de los pocos territorios megadiversos que quedan en el planeta. Allí viven cerca de una de cada diez especies catalogadas en la Tierra. No hay ninguna nación con tantas especies de aves y orquídeas diferentes y casi nadie le gana tampoco en plantas, mariposas, peces de agua dulce y anfibios.

No es extraño que sea también en Colombia donde han tomado forma los primeros bonos de biodiversidad, los primeros instrumentos de financiación verde enfocados en frenar la crisis de la vida en la Tierra. En las últimas décadas, el avance de la agricultura y la ganadería, la minería y el cambio climático –junto a problemas más específicos del país como el cultivo y el tráfico de drogas y el conflicto armado– han puesto a la biodiversidad colombiana contra las cuerdas. A pesar de que más de la mitad del territorio sigue cubierto por bosques, apenas quedan lugares en los que no se noten las presiones del ser humano.

La oportunidad de los bonos de biodiversidad

La crisis de la biodiversidad no es exclusiva de Colombia. De acuerdo con el ‘Living Planet Index’, uno de los análisis de biodiversidad más exhaustivos que se publican (elaborado por WWF y la Zoological Society of London), las poblaciones de las más de 5.000 especies monitorizadas han descendido un 73 % entre 1970 y 2020. El descenso es especialmente acusado en los dos continentes que albergan mayor biodiversidad: América Latina y el Caribe (95 %) y África (76 %). Es por eso por lo que el foco de los instrumentos de financiación verde se desplaza cada vez más hacia la naturaleza y las especies que la habitan.

Según los datos de Pictet Asset Management, que colabora con el proyecto MISTRA FinBio liderado por el Stockholm Resilience Centre de la Universidad de Estocolmo, los bonos que incorporan objetivos de prevención de pérdida de biodiversidad y de protección de la naturaleza representaban casi un tercio del total de deuda emitida hasta mitad de año bajo criterios de sostenibilidad. Hace una década sumaban apenas el 3%. De acuerdo con sus estimaciones, a este ritmo, la emisión anual de este tipo de deuda podría acercarse a los 300.000 millones de dólares para finales de 2024.

Según el análisis de Pictet, fueron los gobiernos y las instituciones supranacionales las que lideraron en origen el desarrollo del capital relacionado con la biodiversidad. Pero el sector privado está empezando a sumarse a la emisión de bonos de biodiversidad en respuesta a la implementación de un número creciente de regulaciones y estándares de presentación de informes relacionados con la naturaleza, todos ellos orientados a hacer que las empresas tengan en cuenta la protección de la biodiversidad como parte de sus planes de sostenibilidad medioambiental.

“Bajo la etiqueta de bonos verdes se agrupan las inversiones o los proyectos vinculados a un negocio particular que tienen un resultado específico de mejora medioambiental. Se diferencian de los bonos y préstamos vinculados a la sostenibilidad en que estos últimos no están ligados a resultados concretos”, explica Beatrice Crona, profesora de Sustainability Science y directora de ciencia del Stockholm Resilience Centre. Teniendo esta diferencia en cuenta, los bonos de biodiversidad son un tipo de bonos verdes que persiguen resultados concretos para frenar la pérdida de biodiversidad. Abarcan desde proyectos de reforestación y regeneración de bosques naturales o de conservación de manglares hasta iniciativas de agricultura inteligente para reducir el impacto en la biodiversidad.

¿Qué tipos de bonos de biodiversidad existen?

La emisión de bonos de biodiversidad está guiada por la ‘Biodiversity Finance Reference Guide’, creada por la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés) y alineada, a su vez, con los Green Bond Principales y los Green Loan Principles de la misma institución. Así, la guía considera como bonos de biodiversidad los siguientes tipos de inversiones:

  • Inversiones que generan cobeneficios para la biodiversidad. Todas aquellas operaciones de financiación que abordan las causas de la pérdida de biodiversidad (cambios en el uso de la tierra y el mar, contaminación, sobreexplotación de recursos y especies invasoras).
  • Inversiones en conservación y restauración de la biodiversidad, así como los servicios ecosistémicos relacionados.

“Uno de los mayores problemas de este tipo de instrumentos de financiación, y aplica a todos los bonos verdes en general, es que no existe un sistema obligatorio o estandarizado de verificación posterior a la emisión del bono. Es decir, quien recibe el dinero bajo unas premisas concretas de sostenibilidad y prometiendo un beneficio medioambiental claro, no tiene por qué medir los resultados y, si lo hace, no existe una forma estandarizada de hacerlo. Hay que fiarse de que ha logrado lo que prometía”, añade Beatrice Crona. “Para mí, este es el factor que más afecta a la credibilidad y a la eficacia de estos instrumentos”.

¿Por qué el sector financiero se interesa por la biodiversidad?

Volvamos a Colombia. Allí, a mediados de este año, BBVA en Colombia y el IFC anunciaron el lanzamiento del primer bono de biodiversidad del sector financiero, por valor de 50 millones de dólares. El dinero se destinará a financiar, entre otros proyectos, iniciativas enfocadas en reforestación, regeneración de bosques naturales en tierras degradadas, conservación y rehabilitación de manglares y restauración de hábitats para la vida silvestre. BBVA en Colombia es el banco emisor e IFC actúa como estructurador e inversor. Además, la operación está sujeta a los procesos internos y a la aprobación de la junta del IFC.

El objetivo es respaldar proyectos de conservación de la naturaleza para así contribuir a mitigar los efectos adversos del cambio climático y frenar la pérdida de biodiversidad. Este tipo de instrumentos surgen como consecuencia del interés en entender y medir el capital natural, el valor de los servicios que nos prestan los ecosistemas (desde frenar la erosión hasta proporcionar alimentos), y en respuesta a los grandes acuerdos internacionales para frenar la pérdida de biodiversidad –siendo el más reciente y ambicioso el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, aprobado hace dos años–.

"Aunque hay mucho interés por parte de inversores en que se desarrollen los bonos verdes de biodiversidad, lo cierto es que uno de los factores que limita el crecimiento de este tipo de operaciones es la dificultad para identificar proyectos e inversiones que tengan como objetivo tener un impacto positivo en el ámbito de la biodiversidad. Adicionalmente, vemos que a pesar de los esfuerzos desde ICMA (International Capital Market Association) con la publicación en 2020 de ‘Propuesta de Métricas de Impacto para Proyectos de Biodiversidad’ (Suggested Impact Reporting Metrics for Biodiversity Projects), en general las métricas que se proponen para medir el impacto son apenas un par de KPIs, lo que suma dificultad en relación a la capacidad de los emisores en reportar y por tanto presenta complicaciones en cuanto a la posible credibilidad”, ha afirmado Patricia Cuenllas, experta en bonos sostenibles de BBVA, quién además ha señalado que “el hecho de que se hable mucho de este tema nos lleva a ser positivos en cuanto al desarrollo de este mercado y a que en el ámbito regulatorio surjan iniciativas que ayuden a desarrollarlo".

Por su parte Beatrice Crona concluye que “hace ya algunos años que las empresas y los inversores entienden y perciben los riesgos del cambio climático para sus negocios, tanto de forma directa como a nivel regulatorio. Pero entender los impactos de la pérdida de biodiversidad y medir la pérdida de valor que provoca es más difícil”. “Aun así, la realidad es que toda degradación ambiental, toda pérdida de especies y toda pérdida de servicios ecosistémicos suponen impactos muy costosos para los seres humanos y para los negocios. Hay todo tipo de razones por las que las empresas deberían preocuparse por la biodiversidad y el medioambiente. De alguna forma u otra, están en la base de toda nuestra economía”.