¿Qué papel puede jugar España para reconfigurar el suministro de gas a Europa?
España cuenta con reservas de gas y un suministro diversificado y poco dependiente de las importaciones de Rusia. Además, la UE podría convertirse en un centro logístico de distribución de gas de otros países.
Europa depende del gas y del petróleo de Rusia para calentar sus viviendas, hacer funcionar su industria y transporte, y mantener el ritmo de su día a día. Por ello, cuando comenzó la invasión de Ucrania, el mundo puso toda su atención en las consecuencias que la guerra tiene para la población, por un lado, y en el sector energético, por el otro.
Una de las principales soluciones de la Unión Europea para conseguir independencia energética y dejar de recurrir a Rusia es utilizar fuentes distintas al gas y al petróleo, entre ellas las renovables. A corto plazo, y mientras no logremos una mejora en las energías renovables, es necesario encontrar nuevos socios y diversificar las importaciones. Como reconocía recientemente François Gemenne, investigador del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) y especialista en geopolítica de la crisis climática, “la ventaja de las energías renovables es que permiten una autonomía energética mucho mayor, son energías mucho más descentralizadas”.
España puede jugar un papel estratégico en este cambio de escenario porque puede convertirse en un centro logístico de distribución de combustible de otros países, como Argelia, o de gas natural licuado, gracias al potencial de sus plantas regasificadoras. El problema está en la capacidad de exportación de ese gas: faltan gasoductos que conecten la Península Ibérica con Francia y otros países europeos. De hecho, el proyecto MidCat, un gasoducto que partiría desde Argelia y atravesaría los Pirineos, está paralizado. La guerra en Ucrania ha vuelto a ponerlo sobre la mesa.
La dependencia de Europa
En un intento por debilitar la economía rusa, EE. UU. y Reino Unido han dado un paso al frente para prohibir la compra de su petróleo. La Unión Europea, sin embargo, tiene complicado librar esta batalla: es altamente dependiente de las importaciones de combustible de su vecino. En 2021, el 45 % del gas que importó la Unión Europea procedía de Rusia; el 24 % de Noruega y el 13% de Argelia.
“La situación es relativamente comprometida, ya que Rusia es un proveedor estratégico de gas para los países de la Unión Europea”, explica José Manuel Muñoz Puigcerver, profesor de Economía Internacional de la Universidad Nebrija. “Cerca de un 40 % del gas que se importa proviene de Rusia, y el porcentaje es mayor para algunos países como Alemania, Austria y Bulgaria”.
Actualmente, y de acuerdo con este experto, todo parece indicar que el suministro de gas está garantizado y que la Unión Europea cuenta con reservas para hacer frente a las demandas de los próximos meses. No obstante, los países miembros se han lanzado a una carrera para encontrar socios alternativos, ya que existe el riesgo de que la oferta disminuya al tiempo que los precios siguen subiendo.
El caso concreto de España es diferente al del resto de la Unión Europea. Su localización geográfica la convierte en un enclave estratégico por la cercanía a las fuentes (Argelia) y por su capacidad de almacenamiento. De hecho, España ha pedido a la UE que acelere las interconexiones con el resto del continente y así hacer valer su privilegiada ubicación. “Nuestras principales ventajas son que dependemos mucho menos de Rusia y que tenemos un mercado del gas muy diversificado”, explica Muñoz. Las cifras lo dejan claro: en 2020, llegó a España gas de 15 procedencias distintas. El 29 % lo hizo desde Argelia; el 15 %, desde EE. UU.; y el 12 %, desde Nigeria.
“Rusia no aparece hasta la cuarta posición (con un 10 %). Hemos llegado a importar gas de Egipto, Perú o Trinidad y Tobago. Esto hace que, aunque importemos pocas cantidades de cada uno de estos países, el riesgo de que se reduzca drásticamente el suministro es menor”, señala Muñoz.
Nuevas alternativas para Europa
Entre las soluciones que se presentan para Europa, existen dos en las que España puede tener un rol determinante: aumentar la importación de gas natural licuado de países como EE. UU. e incrementar el suministro de gas de Argelia, aunque, de acuerdo con el profesor de la Universidad Nebrija, esta última no sería suficiente para sustituir totalmente las importaciones de Rusia a corto plazo.
“Tradicionalmente, y hasta hace aproximadamente una década, Argelia exportaba a España hasta el 60 % del gas que consumíamos. Hoy seguimos teniendo dependencia de Argelia, pero en un grado mucho menor, ya que las importaciones han ido disminuyendo de forma considerable por diferentes circunstancias”, explica Muñoz.
Una de ellas tiene su origen en el cierre del gaseoducto Magreb-Europa el 31 de octubre de 2021. Tal y como explican desde la Fundación Naturgy, la concesión del gasoducto terminaba en esta fecha y las malas relaciones entre Argelia y Marruecos (país por el que pasa la infraestructura) llevaron a desestimar su uso tras veinticinco años de funcionamiento. Como consecuencia, hoy España solo recibe gas argelino a través de otro gaseoducto, el Medgaz, y a través del transporte por barco.
“El gas argelino es una solución para España, pero es más complicado que pueda llegar a sustituir a Rusia en Europa a corto plazo”, explica Muñoz. “No solamente porque Argelia no produce tanto gas, sino también porque los gaseoductos en funcionamiento entre España y el resto de Europa no tienen tanta capacidad”.
La otra gran alternativa, de acuerdo con el profesor de Economía Internacional, es sacar un mayor partido al gas natural licuado procedente de EE. UU. Esta solución resulta más costosa, ya que el gas natural licuado se transporta por barcos y la operativa es más compleja. “Es necesario licuefactarlo, transportarlo en un metanero y, cuando llega a la costa, volver a convertirlo en gas en una regasificadora”, explica Muñoz.
La principal ventaja para España, sin embargo, está en este último punto: su territorio cuenta con seis plantas regasificadoras, lo que lo convierte en el país de la Unión Europea con más instalaciones de este tipo. “Esto abre la puerta a que actúe como hub logístico para distribuir el gas hacia otros países de la unión. En este ámbito, tendría una posición ventajosa”, concluye Muñoz. Para ello es esencial la construcción de gasoductos que enlacen España con el resto de Europa.
El hecho de contar con reservas de gas y un suministro diversificado y poco dependiente de Rusia sitúa a España en una situación más ventajosa que la de otros países de la Unión Europea. A esto se suma la posibilidad de actuar como agente distribuidor al resto del continente. “Aunque esto dependerá, en gran medida, de cómo evolucione el conflicto y de cuánto tiempo se prolongue”, puntualiza el profesor de la Universidad Nebrija.