¿Qué hay detrás de los plásticos azules en los alimentos?
Unas fotos de alimentos congelados con microplásticos azules en una famosa red social abrieron el debate y centraron la responsabilidad en el envasado de la industria alimentaria. Aunque está claro que comemos y respiramos microtrozos de plástico, los expertos necesitan más datos e investigación para llegar a conclusiones certeras sobre su impacto.
“Buenos días, hoy he encontrado trozos de plásticos azules en el pescado congelado”. “Yo también he visto microplásticos del mismo color en unas croquetas, ¿a qué se puede deber?”. En los primeros meses de 2024, mensajes muy similares a estos comenzaron a circular por Instagram y expusieron una pregunta que lleva años sobre la mesa: ¿hasta qué punto contiene nuestra comida trazas de microplásticos?
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) no llegó a emitir ninguna alerta por estos plásticos azules, considerando que se trataba de casos puntuales. Pero lo cierto es que la presencia de trozos grandes de plástico en los alimentos es sólo la punta de un iceberg que no llegamos a ver: el problema está en aquellos que son tan pequeños que nos resultan imperceptibles.
El rastro de los plásticos azules en los alimentos
De acuerdo con una investigación realizada por Newtral, después de que empezasen a circular imágenes de alimentos con trazas de plástico azul, la AESAN se puso en contacto con las empresas implicadas. Una de ellas, Mercadona, afirmó que este tipo de plástico azul se utiliza de manera habitual en el material de envasado de la industria alimentaria.
“Precisamente su color es azul como medida preventiva para facilitar su detección en el proceso de elaboración. Estos pequeños restos de material se pueden encontrar de forma muy esporádica en algunos productos”, señalaron a Newtral desde el gabinete de prensa del supermercado.
El envasado es, de hecho, una de las principales vías por las que los plásticos, los microplásticos (partículas de este material con un tamaño de menos de 5 milímetros) e incluso los nanoplásticos (aún más pequeñas) llegan a nuestros alimentos. “Cuando hablamos de contaminación por plásticos, tenemos que valorar tres posibles fuentes”, explica Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC).
“Si comes un pescado que contiene microplásticos porque a su vez los ha ingerido en el mar, esta contaminación va a llegar a ti. Por otro lado, está la contaminación durante el proceso de fabricación de alimentos, algo bastante importante en todos los que están muy procesados. Y la tercera fuente es el envase: cuando metemos nuestros alimentos en materiales plásticos, estos pueden ir soltando compuestos químicos o se pueden formar micropartículas que luego ingerimos”, explica Eljarrat.
“Se han publicado diferentes estudios científicos que hacen referencia a los procesos de migración del envase al alimento cuando entra en juego el aumento de la temperatura. Un buen ejemplo lo encontramos en las bolsitas de té que están fabricadas con material plástico en lugar de con papel: cuando las ponemos en agua hirviendo, se libera una gran cantidad de microplásticos”, añade la directora del IDAEA.
¿Cuántos plásticos ingerimos con los alimentos?
Un estudio publicado por la American Chemical Society estima que los estadounidenses consumen entre 39.000 y 52.000 partículas de plástico anualmente. Otros, que el número de partículas ingeridas a través de botellas de plástico es 25 veces superior a las ingeridas a través del agua del grifo; y otras evidencias señalan que los alimentos que más cantidad de microplásticos contienen provienen del mar: son el pescado, los moluscos y los crustáceos.
Sin embargo, de acuerdo con la AESAN, los datos de calidad sobre la presencia de microplásticos en alimentos continúan siendo escasos, especialmente para alimentos no marinos. La agencia señala también que, con la información y los datos actualmente disponibles, no es posible comprender en su totalidad los efectos que los microplásticos pueden tener en la salud de los consumidores. Es necesaria más investigación.
“Aunque en la última década se ha hecho mucho énfasis en el mundo científico en evaluar la presencia de microplásticos y en conocer qué impacto tienen en la salud, hoy en día todavía no existen metodologías analíticas consensuadas por toda la comunidad científica capaces de determinar en diferentes tipos de matrices, ya sea en un alimento, ya sea en sangre o ya sea en un órgano humano, los niveles de la presencia de microplásticos”, explica Eljarrat.
“Cuando hablamos de microplásticos, hay diferentes tamaños y formas. No los podemos englobar todos como una única cosa y eso dificulta mucho la manera de cuantificarlos. Se han hecho estimaciones, como que ingerimos lo equivalente a una tarjeta de crédito al año, pero hoy es realmente muy difícil dar un valor certero”, añade.
“Lo que sí que está claro, y es un problema en el que debemos profundizar, es que hay presencia de microplásticos dentro de nuestro organismo. Nosotros comemos y respiramos microplásticos; luego una parte de estos los excretamos por heces, pero otra se queda dentro de nuestro organismo”, señala Eljarrat.
El impacto de los microplásticos en nuestra salud tiene dos dimensiones: la física y la química. La segunda es la que se presenta como más relevante y está relacionada con el hecho de que los plásticos llevan asociados una gran cantidad de aditivos químicos (en algunos casos, estos pueden llegar a suponer hasta el 50 % del peso final del material).
La comunidad científica tiene certeza de que muchos de estos aditivos son dañinos para la salud humana. Un estudio publicado en Nature en 2024 indica que más de 4.200 compuestos químicos usados en la industria del plástico son peligrosos para la salud humana, y que de otros 10.000 no existen datos disponibles.
Tampoco se tiene mucha información sobre los otros efectos, los físicos. “Estas consecuencias son importantes porque un microplástico no deja de ser una partícula que puede obstruir determinadas partes del cuerpo”, señala Eljarrat. “Recientemente salió un estudio que evaluaba la presencia de microplásticos en venas y arterias y la posibilidad de que pudiesen influir en la probabilidad de tener un ictus, por ejemplo”.
Soluciones para eliminar los microplásticos
En los últimos años, y de forma paralela a los estudios científicos que avanzan para entender mejor la dimensión de este problema, han surgido diferentes iniciativas para reducir la contaminación por microplásticos en los alimentos. Un buen ejemplo lo encontramos en Captoplastic, una empresa que desarrolla tecnologías patentadas –a partir de las ‘cleantech’ – para controlar y capturar microplásticos en el agua. Por un lado, ofrece soluciones para determinar la concentración de microplásticos en el agua, expresada en miligramos por litro (mg/L), lo que permite un análisis detallado de su presencia. Por otro lado, ha diseñado plantas de captura de microplásticos que implementan una tecnología basada en la técnica de aglomeración, completamente alineada con los principios de residuo cero. Esta tecnología es válida para todo tipo de aguas, incluyendo aquellas con altos contenidos orgánicos e inorgánicos, lo que la hace especialmente versátil y eficaz en diversos entornos.
“Este sistema patentado introduce un captador reutilizable en la corriente de agua, donde forma agregados con los microplásticos presentes. Estos agregados son retirados del sistema, dejando el agua limpia y libre de microplásticos. En una etapa posterior, el agregado se procesa para separar, por un lado, los microplásticos y, por otro, el captador, que queda listo para volver a usarse. Este enfoque garantiza una tecnología sostenible, eficiente y de residuo cero, contribuyendo al cuidado del medioambiente”, ha afirmado Amparo Fernández, responsable de desarrollo de negocio en Captoplastic.
Otras soluciones parten de premisas muy diferentes, como desarrollar envases comestibles, mejorar los sistemas de recogida y reciclaje de residuos plásticos –y evitar así que lleguen al medio natural– o, simplemente, reducir al máximo el uso del plástico y sustituirlo por otros materiales, como el vidrio. Entra en juego, también, la información y la concienciación: conocer las consecuencias que el uso del plástico tiene en nuestra salud es el primer paso para tomar medidas y reducir su impacto.