¿Qué hacemos con 140 millones de test? La OMS advierte de la pandemia de residuos del COVID-19
Más de 3.000 millones de mascarillas tiradas a la basura cada día, 64.000 millones de guantes al mes, 140 millones de pruebas de detección, 8.000 millones de vacunas… A la crisis sanitaria se ha unido una pandemia de plásticos que afecta a la sostenibilidad. La OMS reclama un tratamiento más exigente de los residuos.
Llegaron a ser un artículo de lujo. Con los ‘stocks’ bajo mínimos, se importaban a cuenta gotas y había hasta listas de espera para conseguir una. Hoy, la producción mundial de mascarillas es elevada y su precio está por los suelos. Las usamos y las tiramos sin apenas recordar la escasez de los primeros meses de la pandemia. Hoy, también, miles de millones de ellas, degradadas y convertidas en billones de pequeñas partículas de plástico, inundan los océanos y contaminan el entorno.
Cerca de 3.400 millones de mascarillas de un solo uso acaban en la basura cada día. Y en un mes el mundo usa 64.000 millones de guantes desechables. De acuerdo con un estudio publicado en Environmental Research, una sola mascarilla puede liberar 173.000 microfibras sintéticas en el océano. Con el tiempo, estas se convierten en plásticos de escala nanométrica que perduran en el ecosistema durante décadas y pasan a formar parte de la dieta de todo tipo de organismos.
La COVID-19 ha causado más de una pandemia. A la crisis sanitaria la ha acompañado en todo el mundo una crisis económica y social importante, una epidemia de desigualdad en el acceso a los recursos médicos y a las vacunas y, también, una pandemia de plásticos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de publicar un informe en el que advierte de los riesgos de no gestionar bien las ingentes cantidades de residuos médicos que hemos generado estos últimos dos años.
¿Cuánto pesa un EPI?
Las mascarillas y los guantes son solo la punta del iceberg. La parte más visible de un problema cuya magnitud es difícil de estimar. A la hora de tratar a los contagiados por coronavirus, el personal sanitario hace uso también de equipos de protección individual (EPI), batas desechables, respiradores, materiales para recoger muestras, test rápidos y, en el último año, recipientes para transportar y administrar vacunas. Todos acaban, antes o después, en la basura.
La Organización Mundial de la Salud estima que, solo dentro de su programa de reparto de material, hasta noviembre de 2021 había distribuido 1.500 millones de unidades de EPI con un peso estimado de 87.000 toneladas. A estos se suman 140 millones de test y kits de pruebas, que equivalen a 2.600 toneladas de residuos (sobre todo, plásticos), y 731.000 litros de desechos químicos. Además, el informe añade que las más de 8.000 millones de dosis de las diferentes vacunas administradas hasta esa fecha habrían generado 144.000 toneladas de basura (entre viales, agujas y contenedores de seguridad).
A nivel mundial, dos de cada tres instalaciones sanitarias tiene sistemas de gestión eficaces para manejar este volumen de residuos. Sin embargo, el porcentaje cae hasta el 30% en los países en vías de desarrollo. “Proporcionar a los trabajadores sanitarios los equipos adecuados es vital, pero también lo es garantizar que estos se puedan gestionar de forma segura sin dañar el medioambiente”, señala Michael Ryan, Director Ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS.
Cómo frenar una pandemia de residuos
En líneas generales, los desechos médicos incluyen desde plásticos corrientes hasta residuos peligrosos (alrededor de un 15 % del total), según el organismo internacional. La mala gestión de este tipo de basura puede liberar contaminantes en el entorno que afecten tanto a plantas y animales como a la calidad del agua y del aire, lo que acaba revirtiendo de nuevo en la salud humana. Además, su quema sin control genera gases de efecto invernadero que están cambiando el clima del planeta.
Si tenemos en cuenta que un solo paciente ingresado por COVID-19 genera 3,4 kilos de basura al día (de media en el mundo) y que la mayoría de países han multiplicado por cuatro o incluso cinco su volumen de desechos médicos per capita durante la pandemia, estamos ante un problema de residuos de proporciones colosales. Para afrontar este desafío sin empeorar la gestión de la crisis sanitaria, la OMS señala que es necesario:
- Reducir y racionalizar el uso de EPI mediante prácticas más sostenibles. Por ejemplo, en muchos casos, el uso de guantes puede reemplazarse por una higiene adecuada de las manos.
- Reducir el número de envases necesarios y hacerlos más sostenibles y reciclables.
- Desarrollar equipos de protección lavables y reutilizables, así como EPI fabricados con materiales renovables.
- Invertir en mejores sistemas de recogida y reciclaje de residuos sanitarios no peligrosos.
- Apostar por la fabricación local y regional de los equipos médicos más sencillos, lo que permitiría producir bajo demanda.
Además, concluye la OMS, es necesario mejorar la formación en gestión de residuos y reforzar los sistemas de tratamientos de basuras mediante estándares más exigentes y regulación más clara. A medio plazo, estas prácticas no solo contribuirán a reducir la contaminación de la pandemia, sino que abaratarán la factura de los tratamientos médicos y ayudarán a construir sistemas de salud bajos en carbono y con un impacto ambiental reducido.