¿Qué es la contaminación ambiental y qué tipos hay?
La contaminación ambiental es la presencia de componentes nocivos, bien sean de naturaleza biológica, química o de otra clase, en el medioambiente, de modo que supongan un perjuicio para los seres vivos que habitan un espacio, incluyendo, por supuesto, a los seres humanos. Generalmente la contaminación ambiental tiene su origen en alguna actividad humana.
Martin Luther King dijo que “si supiera que el mundo acaba mañana, yo, todavía hoy, plantaría un árbol”. Hace más de 50 años, ya existía conciencia sobre la importancia de la sostenibilidad del planeta y el bienestar para las generaciones futuras. Hoy, las políticas medioambientales forman una parte fundamental de las agendas de muchos gobiernos mundiales. La mayoría de ellas, con un foco puesto en la reducción de los niveles de contaminación ambiental.
Tradicionalmente, como afirma la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en uno de sus informes medioambientales, la tala indiscriminada de árboles y de bosques, en general, era la principal causa de deterioro de los ecosistemas.
Sin embargo, desde la irrupción de la Revolución Industrial, la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero se ha convertido en el principal acto de contaminación ambiental. Además, cabe destacar otros. Entre ellos, los vertidos industriales a la hidrosfera, la producción de energía con combustibles fósiles (junto a, por supuesto, su extracción, procesamiento y refinamiento). También, el uso indiscriminado de plásticos y de otros materiales derivados del ‘oro negro’.
Tipos de contaminación ambiental
- Contaminación atmosférica: Partículas en suspensión y gases producidos por el tráfico rodado, la industria y las calefacciones son los principales causantes de la contaminación atmosférica.
- Contaminación hídrica: Afecta a ríos, fuentes de agua subterránea, lagos y mar cuando se liberan residuos contaminantes.
- Contaminación del suelo: La contaminación de los suelos afecta a todos los continentes y hasta a las regiones más remotas de la Tierra.
- Contaminación acústica: Se produce con cualquier ruido excesivo ya sea en proporción, frecuencia, tono, volumen o ritmo.
- Contaminación lumínica: La contaminación lumínica provoca que una de cada tres personas apenas vea el cielo estrellado. Por no hablar de cómo afecta al sueño y al consumo de energía.
- Contaminación visual: Altera visualmente el paisaje. Hace referencia a todos los elementos que no son naturales y que nos envían estímulos visuales. Pueden ser vallas publicitarias, torres eléctricas, etc.
- Contaminación térmica: El aumento de la temperatura (o calentamiento global) afecta a los polos y los glaciares.
En cualquier caso, es preciso señalar que la propia naturaleza genera situaciones de contaminación grave, aunque, también es cierto, que cuenta con sus propios mecanismos de depuración y de reciclaje. En este sentido, son ejemplos las erupciones volcánicas, los huracanes o los incendios (sin intervención humana), si bien son inevitables, algo que en el caso de muchas de las actividades del hombre que generan contaminación ambiental sí que podrían, al menos, reducirse, como es el caso de transformar un ecosistema para desarrollar un cultivo de plantas destinadas a la producción de biocombustibles.
Contaminación del agua
La contaminación ambiental crece de manera vertiginosa, en paralelo, al desarrollo industrial y al aumento de la población, en especial, a lo largo del último siglo y medio. Ambos factores contribuyen a establecer un desequilibrio en el medioambiente y en los ecosistemas ante la presencia de contaminantes de distinta clave, como los agentes químicos (abonos sintéticos, derivados del plástico, disolventes, ácidos, pesticidas,…), biológicos (los desperdicios de numerosas fábricas, desagües que vierten líquidos tóxicos a la hidrosfera, serrín de la industria forestal,…) o físicos (radioactividad, energía electromagnética, ruido,…).
La acción combinada a lo largo del tiempo de todos estos elementos provoca la contaminación del agua, y en consecuencia la contaminación del mar y los ríos, del aire y del suelo. En el caso del agua, el principal efecto palpable es que su composición se altera y deja de poseer las condiciones óptimas para, por ejemplo, su consumo. Los vertidos de aguas negras (consecuencia de los desechos líquidos de ciudades y de plantas de producción que no la tratan de la manera adecuada), los derrames de petróleo (en perforaciones petroleras en los que ocurre algún accidente o en el transporte del ‘oro negro’ por vías marítimas) o el uso indiscriminado y abusivo de productos fitosanitarios (en los campos, por cuestiones agrícolas, pero que la tierra, posteriormente, filtra y alcanzan las aguas subterráneas) son algunos de los procesos y acciones que explican por qué el agua se contamina. La contaminación por los plásticos que se vierten al mar está también repercutiendo muy negativamente en la calidad del agua y de los ecosistemas marinos.
A estos hay que sumar, además, dos factores más que, de manera indirecta, influyen de un modo decisivo en la calidad del agua: por un lado, el aumento de la temperatura como consecuencia del cambio climático, que altera su composición ya que, entre otros efectos, provoca que disminuya la presencia de oxígeno; por el otro, la tala indiscriminada de árboles y la deforestación ocasiona que se desarrollen colonias de bacterias en la tierra que, a largo plazo, se filtran y contaminan el agua subterránea.
La contaminación del aire y del suelo
En cuanto a la contaminación del aire, también, el principal problema es que se altera su composición, de modo que lo que respiramos deja de ser, en esencia, lo más saludable para mantener el óptimo estado de nuestro cuerpo. Los principales detonantes son la extracción de hidrocarburos fósiles (sobre todo, petróleo, gas natural y carbón), la posterior combustión de estos combustibles en los medios de transporte y en las industrias, la quema de los bosques (en especial, los tropicales) y el auge del sector ganadero, que provoca una cría indiscriminada de ganado bovino cuyo proceso digestivo provoca la degradación del aire.
En general, la alteración del aire significa que sus partículas sólidas y los gases varían su peso como consecuencia del denominado efecto invernadero (que es el proceso por el que determinados gases, que son componentes de la atmósfera planetaria, retienen parte de la energía que el suelo emite por haber sido calentado por la radiación solar). Al romperse el equilibrio natural de gases y de elementos químicos en la atmósfera, la temperatura aumenta, provocando un calentamiento global que tiene una incidencia directa para la supervivencia de muchas especies animales y vegetales.
La emisión de sustancias químicas a la atmósfera como el monóxido de carbono, el dióxido de azufre, los CFCs (clorofluorocarbonos) y ciertos óxidos de nitrógeno es la principal causa del empeoramiento general del aire que respiramos. Una exposición prolongada a las partículas contaminantes del aire es factor determinante de infartos de miocardio, ictus isquémicos, insuficiencias cardíacas, problemas dermatológicos, alergias cutáneas y oculares, y, también, del aumento de linfomas.
Por su parte, la contaminación del suelo crece como consecuencia del aumento de compuestos químicos y de basuras derivadas de las actividades del ser humano. El uso abusivo de pesticidas (con sus correspondientes agentes químicos) o el almacenamiento subterráneo (que contiene líquidos y gases derivados del petróleo que terminan por filtrarse al suelo) son sus principales detonantes desde el punto de vista industrial. Pero el propio desarrollo de las ciudades, a través de la generación de basura que no es tratada de la manera adecuada se ha convertido en el primer catalizador de la degradación del suelo, a lo que se suma que algunos vertidos, de carácter tóxico, tardan muchos años en descomponerse, con lo que su efecto nocivo se deja sentir durante bastante tiempo.
Contaminación acústica, lumínica y visual
Aunque el efecto del calentamiento global se comprueba principalmente midiendo su impacto en océanos, en los ecosistemas o en la atmósfera, sus consecuencias, también son notorias dentro de otros ámbitos en el día a día de las personas. Por ejemplo, el crecimiento de las ciudades provoca que sus habitantes tengan que lidiar habitualmente con ruidos. Más allá de que resulte más o menos molesto, la ciencia ya ha demostrado que, de manera continuada, puede provocar estrés, trastornos del sueño, pérdida de audición e, incluso, es posible que llegue a generar enfermedades cardiovasculares.
Por otro lado, una iluminación artificial excesiva tiene en paralelo efectos muy relevantes. En el caso de diversas especies de animales puede ocasionar problemas de orientación y alteraciones en sus ciclos biológicos, ya que les modifica su percepción del día y de la noche. En cuanto a las personas, de nuevo, además de provocar alteraciones del sueño, tiene un notable efecto negativo en la salud de la visión y, a largo plazo, puede ocasionar migrañas que requerirán de tratamiento médico.
También cabe hablar de la contaminación visual, dado que un nulo cuidado por el ecosistema a la hora, por ejemplo, de construir un parque energético o una industria, puede alterar gravemente el paisaje natural. En paralelo, el impacto de la publicidad nos genera estímulos visuales que rompen la relación entre ser humano y naturaleza. Y es que las personas estamos constantemente absorbiendo datos e información, y un exceso de mensajes evita que el cerebro sea capaz de procesarlos adecuadamente. Con el paso del tiempo, todo esto conduce al estrés y a la propia tensión del organismo.
Consecuencias e impacto de la contaminación ambiental
Las principales consecuencias de todas estas actividades conducen al calentamiento global del planeta. De este modo, la temperatura en la Tierra aumenta cada año, levemente pero de manera progresiva, tanto en la atmósfera como en los océanos. Los principales detonantes son el carbono negro, el ozono troposférico y el metano, cuya acción combinada es responsable de cerca del 40% del calentamiento global. Algo que se nota, por ejemplo, en que los veranos son más largos y calurosos, mientras que las temperaturas medias duran menos tiempo, produciendo picos de frío y de calor que son incompatibles con la sostenibilidad de la vida de muchas especies animales y vegetales pertenecientes a distintos hábitat.
Todo esto ocasiona, en el largo plazo, la destrucción de ecosistemas, lo que pone en peligro, entre otras cosas, la propia supervivencia de muchas especies animales y vegetales, debido a que los hábitats naturales se van reduciendo. En el caso de los seres humanos, tal y como afirma la Organización mundial de la Salud (OMS), el aumento de la contaminación provoca serios riesgos en su salud que, por ejemplo, es causa directa de la cronificación y el aumento de enfermedades respiratorias (neumonía), así como del crecimiento de otras como las patologías cardiovasculares o distintos tipos de cáncer.
Desde el lado del optimismo, cabe reseñar que dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ODS) existen algunos que se refieren de manera específica a la contaminación ambiental. Por ejemplo, el número 14 cita de modo expreso la necesidad de cuidar de mares y océanos, mientras que el 7 apuesta por las energías sostenibles y no contaminantes. Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recogido como uno de sus compromisos para los próximos años atajar el problema de la contaminación atmosférica urbana, porque “aumenta el riesgo de padecer enfermedades respiratorias agudas, como la neumonía y crónicas, como el cáncer del pulmón y las enfermedades cardiovasculares”.