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¿Qué es y cómo reconocer la moda sostenible? Conviviendo con el planeta

La moda sostenible es aquella que tiene en cuenta para la producción de las prendas los materiales, el reciclaje y los residuos. La industria de la moda busca mostrar una nueva cara en su convivencia con el planeta. Diseñadores y fabricantes ya trabajan para avanzar hacia una moda sostenible, impulsados por clientes que ya no ven tan lógica la cultura de usar y tirar.

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En el mundo se fabrican más de 5.000 millones de prendas vaqueras al año. Confeccionar cada pieza requiere unos 7.500 litros de agua. Solo para dar a unos ‘jeans’ ese aspecto desgastado y roto, tan de moda hoy, se utilizan cientos de litros de agua y agentes químicos. Eso sin contar los problemas de salud que ha causado a lo largo de la historia la erosión del tejido por chorro de arena, técnica conocida como ‘sandblasting’.

Ejemplos de confección sostenible

La empresa española Jeanología decidió sustituir estos métodos de ‘lavado’ y ‘rotura’ de pantalones por técnicas de láser y gas ozono. Suavizar las telas vaqueras podía ser más sostenible. Y lo hicieron. Además, esta compañía redujo, de cien a cinco, los litros de agua utilizados en la última fase de fabricación. Trabajan para todas las grandes marcas de vaqueros y su tecnología es aplicada por fabricantes de India, México, Marruecos o Bangladesh.

Otros ejemplo: Palomo Spain, un diseñador español de reconocimiento internacional que explicó recientemente que en la sostenibilidad también cuenta la forma de producir. Ello pasa por producciones pequeñas para no incrementar el ‘stock’ y hacer prendas “que salen de un taller de Posadas –pueblo de Córdoba donde nació el creador– lugar en el que la ropa está cosida por gente del pueblo, que tiene un sueldo digno, tiene cómo comer y tiempo de descanso y que se va a su casa todos los días,”.

En el noroeste de Kirguistán, país de Asia Central, llevan siglos produciendo productos de fieltro, tela típica de la zona, con métodos tradicionales y respetando el medioambiente. En 2017, estas artesanas se organizaron para colaborar con la Alianza para las Montañas, iniciativa vinculada a Naciones Unidas, para comercializar sus productos y salvaguardar su fuente de ingresos. Este año, gracias al impulso de una conocida italo-haitiana, Stella Jean, se estrenaron en la Semana de la Moda de Milán.

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Si se trata de aplicar la filosofía de residuo cero, en América Latina destacan iniciativas como la de la firma mexicana Eilean Brand, que mantiene seis líneas con tejidos sostenibles: lino de bambú, algodón reintegrado, jerséis regenerados, mermas textiles, algodón certificado de ahorro de energía y agua, y cáñamo orgánico. La reducción de desperdicio lo llevan a la máxima expresión del mundo ‘fashion’: los patrones, donde la pérdida en el corte ahora es mínima, rozando el 0 %.

Son solo unas pocas buenas prácticas para dar un giro al paradigma que ha dominado en el mundo de la moda. Durante las últimas décadas, se había fomentado una cultura de usar y tirar que tiene un impacto profundo en el planeta a nivel medioambiental, social y económico. De acuerdo con la ONU, la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo y produce más emisiones de dióxido de carbono (CO2) que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos. Está, además, detrás de una gran cantidad de casos de trabajo esclavo.

Para darle la vuelta a esta tendencia, consumidores de los cinco continentes han comenzado a demandar una industria de la moda más sostenible y ética. Junto a sus demandas se ha alzado la voz de organizaciones y movimientos, y han aparecido numerosas iniciativas de producción y venta de moda sostenible y ropa de comercio justo.

El material importa en la moda sostenible

A la hora de hacer la industria de la moda más sostenible entran en juego numerosos factores, que van desde la extracción de las materias primas hasta la gestión de los residuos, sin olvidar los procesos de fabricación y distribución de las prendas. Todos estos eslabones de la cadena tienen su correspondiente huella ecológica, lo que hace complicado medir con precisión el impacto medioambiental de cada prenda.

“El término sostenible es muy relativo. Citando a Enric Carrera, director de Intertex, podemos decir que ‘nada es totalmente sostenible, solo camina hacia la sostenibilidad’”, señala Sònia Flotats, creadora de la publicación So Good So Cute y cofundadora de la Asociación de Moda Sostenible de Barcelona. “Para caminar hacia la sostenibilidad, la industria de la moda debe tener en cuenta el impacto ambiental y social de su producción. Reducir al completo el primero es complicado, ya que en el momento en el que hacemos algo ya hay un impacto medioambiental”.

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Sin embargo, no todos los procesos y materiales tienen los mismos efectos sobre el medio. Para entender estas diferencias, es necesario tener en cuenta que las fibras con las que se elabora nuestra ropa se dividen en tres grandes categorías: naturales, sintéticas y artificiales. Las primeras se extraen de animales o vegetales. Son el algodón, la lana, el lino o el cáñamo, por ejemplo. Las segundas se elaboran con materias primas procedentes del petróleo, por lo que su producción resulta, en principio, mucho menos sostenible. Algunos ejemplos son el nailon y la licra. Por último, las artificiales son las fibras de origen natural que han sido sometidas a una transformación, como el rayón o la viscosa.

“No es una verdad absoluta, y existen excepciones, pero por lo general los materiales son más sostenibles cuanto más naturales sean”, explica Sònia Flotats. Sin embargo, y de acuerdo con la experta en moda sostenible, para determinar la sostenibilidad de un tejido hay que tener en cuenta más factores, como su cultivo y extracción, la forma de procesado y su reciclabilidad.

El examen de un caso concreto: el impacto del algodón

A menudo consideramos que una prenda de algodón es sostenible por basarse en un material de origen natural. Sin embargo, existen excepciones. El algodón cultivado de manera extensiva y sin tener en cuenta criterios ecológicos tiene un impacto importante en el medioambiente. “El cultivo del algodón es un gran consumidor de agua. El mar de Aral, la masa de agua más grande de Asia Central, ha tenido que dar de beber a la industria de Uzbekistán, uno de los principales exportadores de algodón del mundo; hoy le queda apenas un 10 % de su masa original”, explican las periodistas Nazaret Castro y Laura Villadiego en su libro ‘Carro de combate: consumir es un acto político’.

Además, se trata de uno de los cultivos que más productos químicos requiere para crecer, lo que incrementa la contaminación del suelo. Su impacto no acaba ahí: “Después de la recolección, queda un largo proceso: preparación de las fibras, hilado y tejeduría, gaseado y desencolado, tintado, estampación – con uso de colorantes a veces tóxicos –, etcétera”, explican las periodistas.

El proceso con el que las fibras se convierten en tejidos es especialmente relevante. Existen dos formas principales de procesarlas: la mecánica y la química. “La primera hace uso de maquinaria o procesos tradicionales para convertir los materiales en tejidos. La segunda lo hace con químicos, garantizando resultados más rápidos, pero también procesos menos sostenibles”, señala Flotats.

Para reducir el nivel de impacto, la moda sostenible apuesta por cultivos ecológicos y por técnicas de procesado mecánicas o tradicionales. Esto marca grandes diferencias cuando se trata de fibras como el algodón o el cáñamo. Este último tiene un impacto medioambiental bajo si se procesa con un sistema mecánico, pero muy alto si se opta por los químicos, por ejemplo.

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Reciclaje y economía circular en la moda sostenible

Al hablar de sostenibilidad se escucha muy a menudo la premisa de que el artículo más sostenible es aquel que ya está en el mercado. Llevada al ámbito de la moda, se puede afirmar que en muchas ocasiones es más respetuoso reciclar un tejido que fabricar uno nuevo.

Por consiguiente, los materiales textiles más sostenibles suelen ser los de fibras naturales recicladas. “El algodón ecológico o reciclado, la lana reciclada, el lino y el cáñamo si la extracción se ha hecho de forma tradicional y con bajo impacto”, enumera Flotats.

El reciclaje puede favorecer también que, en algunas ocasiones, las prendas sintéticas resulten más interesantes que las naturales. “Por lo general, las prendas sintéticas no son sostenibles, pero al reciclarse se integran en la economía circular y su impacto se reduce. Se trata de un derivado del plástico que ya existe. Así que, como mínimo, démosle el máximo uso posible”, reflexiona. “¿Qué es más sostenible, un algodón ecológico o un poliéster reciclado? Se tienen que analizar todos los elementos que han impactado en su proceso de creación, y puede sorprender el resultado”.

En los últimos años, la investigación ha conseguido crear textiles de otro tipo de materiales sostenibles para la moda y la creación de ropa ecológica. Es el caso del SeaCell, una fibra sintética 100 % biodegradable elaborada a partir de la celulosa de la madera y de algas marinas; o el Piñatex, un producto elaborado a partir de la fibra de la piña. También hay proyectos, como el de Ecoalf, que fabrican todas sus prendas con plástico reciclado.

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El lado social de la moda sostenible

La industria de la moda ha fomentado un sistema de consumo de usar y tirar que es, además, un reflejo de las diferencias sociales a nivel global. El mundo se divide entre sociedades ricas, que estrenan prendas de forma casi continuada, y sociedades pobres, encargadas de extraer fibras, procesar materiales y coser prendas en condiciones precarias.

Los habitantes de estos países pobres o emergentes se enfrentan muchas veces también al desafío de gestionar el último eslabón de la cadena: los desechos. Aunque se intenta evitar con regulaciones cada vez más serias, muchos estados occidentales envían sus desechos a los países en vías de desarrollo. Y, en el caso de la moda, las cifras son significativas: se calcula que cada segundo que pasa se entierra en el mundo una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura.

Podcast | ¿Cómo saber si una prenda de ropa es más o menos sostenible?

00:00 22:28

El papel del consumidor de moda sostenible

Para luchar contra esta realidad, durante las últimas décadas ha cobrado cada vez más fuerza el movimiento ‘slow fashion’. “Este movimiento invita a frenar este ritmo de consumo”, explica Carmela Serantes, creadora de The Goood Shop, plataforma online especializada en productos de moda, accesorios y decoración elaborados de forma ética, sostenible y local. “Nos recuerda que no es necesario tener prendas nuevas cada semana y nos invita a no consumir tanto, para consumir mejor”.

El primer paso para empezar a consumir mejor es estar informado. “Recomiendo siempre no comprar algo que no sepas dónde está fabricado ni con qué. Encontrar esta información no es sencillo, y en ocasiones es fácil caer en el engaño, pero es algo que se va entrenando”, señala Carmela Serantes. “Una vez te pones a leer y a buscar, es bastante fácil ver qué empresas son, al menos, transparentes. Lo importante es ir más allá de etiquetas de ‘sostenible’ y ‘ético’ y encontrar el porqué. Una etiqueta puede decir que la prenda tiene materiales reciclados, pero ¿qué significa esto? ¿Dónde se realizó el reciclado? ¿Y qué porcentaje de estos materiales tiene? Esto es lo importante, ir más allá”.

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A nivel individual, hay elementos que se pueden consultar en cada prenda:

  • El lugar de fabricación: Lo ideal es que sea local o basado en algún país en el que se respetan los derechos de los trabajadores. “Si está fabricado en Bangladesh o algún otro país en el que la legislación es demasiado laxa y no tiene algún tipo de certificado que asegure buenas prácticas a nivel laboral, existe la posibilidad de que haya alguna explotación detrás de la prenda”, explica Serantes.
  • Los materiales: Por lo general, lo más recomendable es elegir materiales reciclados o bien de fibras naturales. Además, es importante recordar que no mezclar tejidos facilita el reciclaje.
  • Los certificados: Este punto es más controvertido, ya que no todas las marcas pueden permitirse certificar sus productos (tiene un coste económico). Sin embargo, hay varios certificados interesantes que merece la pena consultar:

- Oeko-Tex: Tiene diferentes estándares y niveles. Uno de los más conocidos es el Oeko-Tex Estándar 100, que garantiza que los productos textiles no tienen sustancias nocivas para la salud.

- GOTS: Es un estándar para fibras orgánicas que tiene en cuenta criterios tanto ecológicos como sociales. Asegura que un tejido ha sido creado de manera ecológica y respetando los derechos de los trabajadores. El estándar cubre todo el proceso de producción, desde la fabricación de textiles hasta el etiquetado.

- FairTrade Cotton: Identifica las prendas compuestas por algodón 100 % trazable y de comercio justo y prendas multifibras compuestas al menos con un 50 % de este material.

También está en manos de los consumidores hacer un uso responsable de las prendas que ya tienen. Datos de la fundación Ellen McArthur señalan que la mitad de la ropa que fabrican las cadenas de moda rápida acaba en la basura en menos de un año. “Gran parte las prendas que compramos casi no las usamos. Este tipo de consumo genera una demanda innecesaria y un montón de residuos”, explica Serantes.

Por lo tanto, un primer criterio es consumir menos y apostar por prendas de calidad que utilicen materiales textiles sostenibles, por diseños atemporales y duraderos, que puedan usarse a lo largo de los años. Algo que tiene valor a nivel medioambiental y social, pero también personal. “Comprar bien nos permite comprar con orgullo. Estamos acostumbrados a desconectar el corazón de lo que adquirimos, pero si lo hacemos de forma consciente, conectamos con la historia detrás de los productos”, asegura la creadora de The Good Shop. “Además, nos permite financiar con nuestro dinero proyectos que nos enorgullecen. Esto nos permite comprar de forma más feliz”.

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También hay opciones para cuando toca hacer cambio de armario: intercambiar prendas, venderlas, transformarlas o depositarlas en un contenedor de reciclaje. Darles otra vida, para que no se queden olvidadas en el armario o terminen sus días de la peor de las maneras: en un contenedor de basura.