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¿Qué es un vino sostenible? Cuando las buenas prácticas se notan en tu copa

Reducir el impacto sobre el suelo y el uso de pesticidas y fertilizantes, aprovechar mejor el agua, proteger la biodiversidad, mitigar la huella de carbono, contribuir al desarrollo local… Conseguir un vino sostenible requiere de una actuación global, desde el crecimiento de la vid hasta la comercialización.

Mucho cuerpo, aromas afrutados, toques tostados. O quizá un tractor eléctrico, sistemas de autoconsumo, economía circular y viticultura regenerativa. ¿Qué pasaría si sumilleres y enólogos pudiesen ir más allá en sus catas? ¿Si consiguiesen detectar que detrás de un buen vino hay también un sistema de producción respetuoso con el medioambiente y con la sociedad?

Lo cierto es que cada vez más consumidores y productores premian los vinos sostenibles, aquellos que son el resultado de procesos que minimizan el impacto ambiental y que persiguen el bienestar de las comunidades involucradas. Vinos de bodegas que hacen un uso eficiente del agua, reducen la utilización de insumos químicos y favorecen la regeneración del suelo.

Para que un vino sostenible llegue a nuestra mesa, es necesaria una serie de prácticas que comienzan con el crecimiento de la vid y no terminan hasta la distribución, pasando por las fases de transformación de la uva en vino, de crianza, de embotellado y de comercialización, entre muchas otras.

Vinos que cuidan el medioambiente

Según la Federación Española del Vino (FEV), España sumaba un total de 913.695 hectáreas de viñedos en 2023. Se elabora vino en las 17 comunidades autónomas, el sector genera y mantiene más de 360.000 empleos y la producción media anual es de más de 32 millones de hectolitros. En México, el sector vitivinícola genera más de 500.000 empleos en la actividad primaria de la vid y otros 10.000 puestos indirectos. Y solo en 2022, Argentina produjo casi 11 millones y medio de hectolitros.

Detrás de estas grandes cifras hay producción, empleo y riqueza cultural, pero también impacto medioambiental. Muchos de los métodos vitivinicultores convencionales generan grandes emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que aceleran el cambio climático, consumen una gran cantidad de recursos como el agua y deterioran el suelo, creando desequilibrios en los ecosistemas. A esto se suman prácticas que –muchas veces– producen desigualdad y pobreza a nivel social.

Para hacer frente a esta realidad, numerosos viticultores y vinicultores de todo el mundo se han centrado en la producción de vino sostenible. Pero, ¿qué convierte un vino en sostenible?

“Para lograr la sostenibilidad en el mundo del vino hay que actuar de forma global”, explica María Teresa Escribano Bailón, catedrática de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Salamanca. “Es fundamental que en su producción se utilicen prácticas que minimicen el impacto ambiental y que promuevan la conservación de los recursos: reducción del impacto sobre el suelo, uso responsable del agua, protección de la biodiversidad, mitigación de huella de carbono y reducción de pesticidas y fertilizantes”.

Entre estas prácticas, destacan por su importancia aquellas que reducen la huella de carbono de todas las fases del proceso de producción del vino. “La reducción de la huella de carbono marca un hito en aras de la sostenibilidad. En este sentido, la menor dependencia de fuentes de energía no renovables, para alimentar tanto procesos de campo como de bodega, sin duda asegura una producción más sostenible. Esta reducción de la huella de carbono también se puede conseguir optimizando el transporte, utilizando vehículos ecológicos y sistemas de embalaje ligeros y reciclables”, explica Escribano.

Otra de las piedras angulares de la sostenibilidad en el sector vitivinícola es cultivar siguiendo los principios de la agricultura ecológica. Entre las claves, está hacer un uso más eficiente del agua, mediante sistemas de riego por goteo, tecnologías que hacen un riego programado o mecanismos que permiten recolectar, almacenar y reutilizar agua, entre otras soluciones. A esto se suma la reducción de pesticidas, fertilizantes no biológicos y sulfitos.

Objetivos reales para ganar en sostenibilidad

Entre las bodegas españolas que han iniciado una hoja de ruta para ganar en sostenibilidad, destacan las de Familia Torres, reconocida por BBVA como uno de los diez Mejores Productores Sostenibles de 2024. Su principal objetivo es reducir un mínimo de un 60 % sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) por botella para 2030, teniendo en cuenta los niveles de 2008, y llegar a 2040 como una bodega de cero emisiones netas.

Para ello, la bodega utiliza prácticas de viticultura regenerativa, que busca recuperar la vida del suelo. “Cuanto más vivos son los suelos, más capacidad tienen de capturar el CO2 atmosférico y más pueden contribuir a frenar el aumento de las temperaturas. A su vez, la acumulación de carbono orgánico en el suelo de los viñedos ayudará a mejorar la salud de estos suelos, incrementará su resiliencia a la erosión y su capacidad para hacer frente a la sequía ya que retendrán mejor el agua, y favorecerá la biodiversidad, creando un ecosistema equilibrado y beneficioso para el viñedo y su entorno”, comenta Mireia Torres, directora de Innovación y Conocimiento y presidenta de la Fundación Familia Torres.

¿Qué es un vino sostenible? Cuando las buenas prácticas se notan en tu copa

Para Familia Torres, la clave para reducir sus emisiones reside en generar su propia energía renovable.

De acuerdo con la propia bodega, otras de sus actuaciones clave para reducir las emisiones de CO2 de sus procesos son la generación de su propia energía renovable y apuesta por una movilidad sostenible, gracias a una flota de vehículos eléctricos. También contribuye el hecho de haber reducido el peso de sus botellas y de fomentar una economía circular.

La importancia de la sostenibilidad social

A nivel social, un vino es sostenible cuando promueve el bienestar de las personas que están involucradas en su producción. “Esto supone desde aspectos de inclusión hasta otros para establecer condiciones justas para los trabajadores, atender a su seguridad y promover y facilitar el asentamiento rural”, comenta la catedrática de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Salamanca.

“La forma de abordar esta sostenibilidad social pasa por proporcionar condiciones laborales justas y éticas a los trabajadores y por apoyar la economía local, fomentando el empleo en la zona, la inclusión y la diversidad y ofreciendo información transparente a los consumidores para que puedan tomar decisiones informadas”, añade esta experta.

En este sentido, la Familia Torres considera que la sostenibilidad social en el sector del vino no solo se centra en garantizar condiciones laborales justas, sino también en construir relaciones sólidas y duraderas con todos los actores de la cadena de valor. Esto incluye tanto a los trabajadores como a los proveedores de uva, muchos de los cuales han colaborado con la bodega durante generaciones. Este enfoque busca promover el bienestar de las personas, fortalecer las comunidades rurales y preservar el legado vitivinícola. Según Mireia Torres "la sostenibilidad social significa cuidar de las personas que hacen posible el vino, desde los trabajadores en la bodega hasta las familias de pequeños viticultores que han sido nuestros proveedores de uva durante décadas."

Familia Torres cuenta con la Fundación Familia Torres. Desde su fundación en 1986, ha colaborado con diferentes organizaciones y en más de 400 proyectos de cooperación relacionados con la infancia o la ayuda humanitaria, entre otros, en Europa, Asia, África y América.

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Según Familia Torres, es fundamental construir relaciones sólidas y duraderas con todos los actores de la cadena de valor.

A los esfuerzos particulares de bodegas como las de Familia Torres, se suman las iniciativas públicas y privadas que, favorecidas por diferentes políticas de promoción de la sostenibilidad, han dado un impulso a la producción de vino más responsable a nivel social y medioambiental en los últimos años. Un ejemplo lo encontramos en la aparición de certificaciones como la Sustainable Wineries for Climate Protection (SWfCP) otorgada por la Federación Española de Vino.

“Esta certificación promueve prácticas sostenibles dirigidas a reducir el impacto ambiental, especialmente con relación al cambio climático”, asegura Escribano. “El presentar una certificación de este tipo garantiza que en la bodega se practican y toman medidas para hacer un uso eficiente de los recursos, se lleva a cabo una gestión sostenible del viñedo, se promueve la biodiversidad y se atiende a la dimensión social de la sostenibilidad mediante el establecimiento de condiciones seguras y justas para los trabajadores”.

De acuerdo con la catedrática de la Universidad de Salamanca, si la Comisión Europea mantiene políticas de promoción de la sostenibilidad como las promulgadas en los últimos años, el interés de los consumidores y de las bodegas por el vino sostenible seguirá creciendo. “Espero que así sea, porque es muy posible que la apuesta por la sostenibilidad sea la única manera de enfrentarnos con ciertas garantías a los desafíos actuales y, probablemente también, a los futuros”, concluye Escribano.