Reforestación sostenible: clave para combatir el cambio climático
La reforestación sostenible se realiza con una mínima intervención y en equilibrio con el entorno. De no ser así, podría tener un impacto negativo en el ecosistema y ocasionar más problemas de los que pretende solucionar. BBVA profundiza sobre cómo abordar la recuperación de los bosques en el monográfico, de descarga gratuita, ‘Una nueva vida para los bosques: las lecciones de la reforestación sostenible’
El término sostenibilidad fue acuñado por primera vez en 1987. Este hace referencia a la capacidad de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer las del futuro. De este modo, un sistema sostenible es aquel que puede mantenerse por sí mismo a largo plazo.
“Si aplicamos esta definición a las reforestaciones, podemos asumir que una reforestación sostenible es aquella que alcanzará los objetivos planteados con una mínima intervención y en equilibrio con el entorno”, explica Enrique Andivia, profesor de Ecología del Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
Las claves de la reforestación sostenible
De acuerdo con el profesor de la universidad madrileña, para entender en qué consiste la reforestación sostenible hay que tener en cuenta dos factores clave. El primero tiene que ver con los objetivos con los que se realiza: las reforestaciones pueden hacerse con uno o varios fines, que van desde los puramente medioambientales hasta los económicos.
Entre los objetivos más comunes de la reforestación está favorecer que el bosque absorba carbono, que fije el suelo para evitar la erosión o que sirva de apoyo a la biodiversidad. Para que una reforestación sea sostenible, es importante no perder de vista aquello que se quiere conseguir para no caer nunca en el “plantar por plantar” a gran escala. En otras palabras, no hay que olvidar que la reforestación es una herramienta y nunca un fin en sí mismo.
El segundo elemento fundamental para lograr la sostenibilidad en una reforestación es garantizar el equilibrio con su entorno. Para lograrlo, es necesario ajustar los objetivos y el uso de los recursos a las características del lugar y de su ecosistema. “Esto requiere una correcta evaluación y adaptación del plan de reforestación al sitio y a la propia resiliencia del ecosistema. Por ejemplo, no es lo mismo el plan de reforestación de un área degradada, con el suelo completamente desnudo, al de un matorral donde las especies forestales se regeneran de forma natural. El nivel de intervención será muy distinto”, señala Andivia.
No tener en cuenta estas claves puede dar lugar a planes de reforestación fallidos, en los que no se consiguen los objetivos ambientales previstos inicialmente, se desperdician los recursos o incluso se generan impactos negativos sobre los ecosistemas (por ejemplo, al utilizar una sola especie para repoblar grandes superficies de terreno o al introducir especies exóticas). El resultado es una reforestación que no se sostiene en el tiempo.
Sumideros de carbono en potencia
Actualmente, por ejemplo, se están planteando muchas reforestaciones con el objetivo de almacenar carbono. La urgencia por llevar a cabo estos proyectos y poder compensar así las emisiones de gases de efecto invernadero puede derivar en problemas si no se gestionan correctamente. “Para maximizar este objetivo, las reforestaciones suelen realizarse con densidades altas y con especies nativas de crecimiento rápido. La proliferación de estos proyectos, unida al incremento de la superficie forestal por el abandono de tierras de cultivo, aumenta la cantidad de combustible y la susceptibilidad a los incendios forestales”, explica el profesor de Ecología de la Universidad Complutense de Madrid.
“Además, estas iniciativas contemplan el seguimiento de los proyectos durante unos 30 años, tiempo insuficiente para el ciclo de vida de un ecosistema forestal. Se necesita más tiempo para que estas plantaciones actúen como sumideros reales de CO2”, añade el profesor. “Para que esto ocurra, es necesario que exista un aprovechamiento forestal que disminuya la densidad, para garantizar el desarrollo óptimo de la masa y disminuir su vulnerabilidad a sequías, plagas e incendios, y convertir dicha plantación en una masa forestal sostenible”.
Los beneficios de la reforestación sostenible
Los beneficios de plantear una reforestación de forma sostenible están ligados a los propios servicios que ofrecen los bosques y los ecosistemas forestales: sirven de hogar a gran parte de la biodiversidad terrestre, proporcionan materiales y alimentos, controlan la erosión, capturan CO2 y regulan el ciclo del agua, entre otros.
A esto hay que sumar los servicios relacionados con el patrimonio natural y cultural de los bosques. “El correcto aprovechamiento de los recursos forestales y la puesta en valor de los servicios recreativos y turísticos de estos ecosistemas son nuestro mayor aliado para la lucha contra la despoblación rural mediante la generación de empleo y riqueza”, sostiene Andivia.