¿Qué es la pobreza infantil? Un desafío global
La pobreza infantil marca la vida de 300 millones de niños y niñas en todo el mundo. De hecho, 1 de cada 5 menores son criados con recursos limitados o nulos en los países desarrollados. Esta realidad conecta distintas dimensiones, desde las carencias económicas a las nutricionales, de salud, educación o vivienda.
Hace 42 años, en Carolina del Norte, EE. UU., el Abecedarian Project se propuso cambiar la pobreza infantil y la falta de oportunidades entre la población vulnerable. Este proyecto de investigación seleccionó a 111 niños de familias pobres nacidos entre 1972 y 1977. De ellos, 57 recibieron un programa de intervención temprana para mejorar su rendimiento académico y habilidades sociales. El resto no recibió intervención. El proyecto siguió la evolución de estos niños, realizando estudios exhaustivos a los 12, 15, 21, 30 y 35 años.
Los resultados publicados a lo largo de los años permiten extraer conclusiones claras. El 42 % de los niños que recibieron apoyo completó estudios superiores. Además, el 47 % obtuvo trabajos cualificados y el 74 % tiene empleo estable. En el grupo sin intervención, los porcentajes son 20 %, 27 % y 52 %, respectivamente. Por lo tanto, la pobreza infantil no solo afecta seriamente el bienestar de los niños, sino que también influye en su vida adulta. Asimismo, está interconectada con muchos otros factores.
Hoy, 300 millones de menores (1 de cada 6 niños) viven en una situación de pobreza extrema y otros 1.200 millones en situación de pobreza multidimensional, según datos de UNICEF y Save the Children. El problema, además, no es exclusivo de los países en vías de desarrollo: 69 millones de niños viven en la pobreza en 40 de los países más ricos del mundo.
Las muchas dimensiones de la pobreza infantil
El término pobreza infantil hace referencia a la situación de los menores de 16 años que viven en la pobreza y son criados con recursos limitados o nulos, bien por nacer en familias pobres o por carecer de familia u otras formas de apoyo social. De acuerdo con UNICEF, la pobreza monetaria absoluta, es decir, vivir por debajo del umbral de la pobreza, tiene mucho peso en la situación de los niños. Según el Banco Mundial, este umbral se encuentra en 3,20 euros por día en países con ingresos medianos o bajos, y en 5,5 euros al día en aquellos con ingresos de medianos a altos. Sin embargo, estos también experimentan la pobreza como privaciones en aspectos como la nutrición, la salud, la educación o la protección. Además, y especialmente en los países ricos, también es importante la pobreza relativa, aquella que hace referencia a tener un nivel de vida inferior al del resto de niños de su entorno.
“Para mí, la pobreza infantil es ante todo un problema de falta de oportunidades, un problema que no permite a los niños desarrollar todas sus capacidades y habilidades, no les permite realizarse ni alcanzar todo su potencial”, explica Manuel Flores, profesor de la Universitat Autònoma de Barcelona y experto en economía y desarrollo humano. “Los niños de las familias más pobres no tienen por qué sufrir solamente problemas de alimentación o de falta de dinero, tampoco tienen acceso a actividades extraescolares que les permiten desarrollar su personalidad o socializarse con los demás en igualdad de condiciones”.
La pobreza infantil está formada por múltiples dimensiones. La primera, y más evidente, es la pobreza económica, relacionada con la carencia familiar del dinero necesario para adquirir ciertos bienes y servicios básicos. En los países en vías de desarrollo, el Banco Mundial establece el umbral mínimo de ingresos en 2,15 dólares por persona y día. Los países ricos, sin embargo, suelen usar otros baremos relativos, dado que la mayor parte de la población que vive en situación de pobreza sí alcanza esos 2,15 dólares diarios. En la Unión Europea, por ejemplo, se usa el indicador AROPE para medir el riesgo de exclusión y/o pobreza, que contempla no solo los ingresos de la familia, sino también privación material de ciertos ítems de consumo básico y la intensidad de trabajo.
Además de los factores puramente económicos, el enfoque de pobreza multidimensional también refleja el bienestar de los niños a través de la salud, la nutrición o el acceso a la educación básica, la electricidad, el saneamiento, el agua potable o el suelo de la vivienda, entre otros indicadores. Por último, de acuerdo con el informe Child Development Index de Save the Children, hay tres dimensiones clave para entender el bienestar de los menores, más allá de los ingresos de su familia:
- Salud: definida como la tasa de mortalidad de menores de cinco años.
- Nutrición: medida como el porcentaje de menores de cinco años que tienen un peso inferior al normal.
- Educación: entendida como el porcentaje de niños en edad escolar que no están matriculados.
Los efectos de la pobreza infantil
La pobreza infantil tiene efectos directos en la salud, el bienestar y el desarrollo de los niños, efectos que perduran en el tiempo y que influyen también en la sociedad en su conjunto. De acuerdo con Acción contra el hambre, la pobreza infantil dificulta el aprendizaje de quien la sufre, genera elevados niveles de desnutrición y mortalidad, paraliza el desarrollo, frena el crecimiento económico y dispara los niveles de desigualdad y exclusión social. Además, según el informe Un mundo sin pobreza infantil de UNICEF:
- La pobreza es una violación de los derechos del niño. La Convención sobre los Derechos del Niño establece que estos tienen derecho a un nivel de vida adecuado y a no padecer privaciones en aspectos cruciales como la salud, la educación, la nutrición, el cuidado y la protección.
- La pobreza infantil puede durar toda la vida. La pobreza tiene efectos especialmente devastadores en el desarrollo de los niños, lo que a menudo da lugar a carencias que no se pueden paliar más adelante.
- La pobreza infantil se transmite de generación en generación. El ciclo intergeneracional de la pobreza solo puede romperse prestando una atención prioritaria a los niños que viven en situación de pobreza.
- La pobreza infantil tiene repercusiones en las sociedades y las economías.
“Los efectos de la pobreza infantil se van acumulando, al igual que las desigualdades”, señala Manuel Flores. “La evidencia que tenemos nos indica que crecer en situación de pobreza multiplica las probabilidades de sufrir pobreza cuando uno es adulto. No es una transmisión intergeneracional absoluta y hay países en los que las tasas son menores, porque hay más movilidad en la escalera social. Pero, en los países donde el estado de bienestar no es muy efectivo, la transmisión de la pobreza es muy alta”.
Sociedades más justas (y eficientes) contra la pobreza infantil
El 40,4 % de los niños y las niñas de América Latina vive en situación de pobreza. De acuerdo con Naciones Unidas, los países con mayores tasas de pobreza infantil son Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Perú, mientras aquellos con menores niveles son Argentina, Chile, Costa Rica y Uruguay. En España, el 27,5 % de los menores vive en la pobreza, según el informe El coste de la pobreza infantil en España, una cifra que tiene un impacto económico claro. El mismo informe estima que la pobreza infantil genera un coste anual para la sociedad española, en términos de productividad laboral, de unos 57.000 millones de euros.
“Acabar con la pobreza infantil significaría tener sociedades más justas y equitativas. Nadie escoge dónde nace. Si tienes la mala suerte de nacer en un hogar pobre, te marca de por vida”, concluye Flores. “Pero además, lo que muestra la literatura científica es que también tendríamos sociedades más eficientes. La OCDE señala que, de media, la pobreza infantil conlleva un coste para los países europeos de un 3,4 % de su PIB anual, un porcentaje que en países como España se va por encima del 4 %. Eliminar la pobreza infantil supondría tener trabajadores mejor preparados y personas con mejor salud”.