¿Qué es la inclusión social y económica? Objetivo: no dejar a nadie atrás
La inclusión social y económica asegura que todas las personas, en especial las que están en situaciones o en riesgo de vulnerabilidad y pobreza, puedan disfrutar de un nivel de vida adecuado y tener una participación activa en la sociedad en la que viven: en lo laboral, en lo político, en lo económico, en lo social… Los programas públicos de intervención social así como las iniciativas privadas y los negocios inclusivos son algunos de los caminos para promover esta inclusión.
“Decir que una persona está incluida social y económicamente significa que vive una vida plena de acuerdo con las circunstancias sociales y económicas del entorno en el que se encuentra”. La definición es de Carlos Ballesteros, director de la Cátedra de Impacto Social de la Facultad de Derecho (ICADE) de la Universidad Pontificia Comillas. Este considera que “no hay más remedio” que hablar de inclusión social y económica, con ambos conceptos abrochados, “porque vivimos en una sociedad en la que, para participar, primero hemos de tener un empleo, y segundo, hemos de consumir. Si no tengo cinco euros para tomarme un refresco con mi grupo de amigos, mi exclusión económica me está impidiendo disfrutar de mis relaciones sociales”.
El concepto de inclusión social
El propio concepto de exclusión nació para abarcar “aspectos y dimensiones más amplias que las que analiza la definición de pobreza”, que se centra en lo económico. Así lo explica Acción contra el Hambre. Entran también las dimensiones laborales, formativas, sociosanitarias, residenciales, relacionales y de participación ciudadana. “Examina las características de integración de los individuos en el mercado laboral, las relaciones sociales, o el acceso a los servicios públicos, entre otros”, asegura.
Así, a la hora de medir la pobreza, el indicador AROPE (At Risk Of Poverty and/or Exclusión), creado por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, se basa en un concepto multidimensional de pobreza. Para ello utiliza la tasa de riesgo de pobreza después de computar las transferencias sociales o subsidios públicos, la carencia severa de bienes básicos, o el número de hogares con alto desempleo. En este sentido la carencia de al menos 4 conceptos de los 9 que componen la carencia material severa es un factor clave para estar excluido social y/o económicamente... Entre ellos figura no poder permitirse comida de carne, pollo o pescado al menos cada dos días o mantener su vivienda a una temperatura adecuada.
Cuando no solo basta con tener trabajo
Ballesteros habla también de “trabajadores pobres”. Para él, ellos son la prueba de que tener trabajo no es garantía de unas condiciones de vida decentes. También lo advierte un estudio de ILOSTAT, referente global en estadísticas laborales internacionales.
Según cifras de la ONU, la pandemia se ha saldado con 165 millones de nuevos pobres en el mundo. No todos son igual de visibles, según precisa Ballesteros. Por ejemplo, quienes se encuentran en riesgo de exclusión por culpa del empeoramiento de sus economías.
Un 14% de las personas que trabajan solo consigue sobrevivir, revela el VIII Informe FOESSA (Fundación Fomento de Estudios Sociales y de la Sociología Aplicada), dependiente de Cáritas. Según las conclusiones de la Fundación, aquellas personas en situación de pobreza votan menos, “porque sienten que la política les da la espalda y no se ven representadas”; el 80 % no participa en ninguna asociación; las mujeres –población con mayor riesgo de exclusión social junto con los niños y los mayores– han de trabajar 1,5 horas más al día para ganar lo mismo que un hombre –dos horas más si son inmigrantes–; y dos millones de personas viven con la incertidumbre de quedarse sin vivienda.
La organización Hogar Sí, que lleva más de 25 años luchando para que nadie viva en la calle, asegura que tener una casa favorece la búsqueda de un empleo, y es el primer paso para vivir con dignidad. “Hablemos de dignidad, de no tener que vivir de la beneficencia ni hacer cola en un comedor social, o poder elegir la ropa en lugar de vestirse de la caridad”, conmina Ballesteros.
Ballesteros cree que la pandemia ha hecho más visible esta realidad, y que las presiones regulatorias (como la reforma laboral o la subida del Salario Mínimo Interprofesional, en el caso de España) y la Agenda 2030 con sus 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) han venido a jugar a favor de la inclusión económica y social.
Giovanni Di Placido, director de Research de la Fundación Microfinanzas BBVA, explica que “se requiere una inversión de 4 billones de euros por año para cerrar las principales brechas y construir un mundo más inclusivo y sostenible en los próximos 10 años, aunque la demanda de inversiones que combinan el rendimiento financiero con el impacto social o ambiental, ya está creciendo”.
Negocios inclusivos
Además de los programas de inclusión económica, impulsados por gobiernos y organizaciones no gubernamentales para transformar la vida económica de personas extremadamente pobres y vulnerables, destacan los negocios inclusivos, dirigidos a la base de la pirámide (a los estratos con menos ingresos de la población), que interconectan sus estrategias empresariales con sus objetivos sociales. Tiendas que aprovechan alimentos que ya no quiere la distribución convencional, tecnología que atienden las necesidades de las personas con discapacidad auditiva, cocinas de bajo coste que consumen la mitad de combustible y reducen las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en el África subsahariana. “Son una contribución al crecimiento inclusivo, entendido como la forma de crear prosperidad a la sociedad desde la propia actividad empresarial”, destaca el VI informe anual del Observatorio Empresarial para el Crecimiento Inclusivo.