¿Qué es la forestación? Plantar bosques que capturen CO2
La forestación es crear un nuevo arbolado en terrenos donde antes no existía. Por ejemplo, en áreas agrícolas o degradadas. Tanto este sistema como la reforestación –recuperar bosques que se han perdido por talas, incendios o plagas– ayudan a frenar el cambio climático. En el caso de la forestación, su objetivo es capturar dióxido de carbono (CO2), pero también mejorar la economía local.
A un par de horas en coche de los rascacielos de Medellín, el río Guadalupe se desploma en caída libre. El agua ruge y se dispersa en el aire a lo largo de más de medio kilómetro de altura, dando forma a una de las cascadas más altas de Colombia. No es de extrañar que al pequeño corregimiento en el que se ubica se lo conozca como El Salto. Como buena parte del departamento de Antioquía, El Salto tiene un clima templado y húmedo en el que durante siglos han crecido todo tipo de plantas y árboles.
En las últimas décadas, sin embargo, el uso excesivo de la tierra, dedicada en su mayor parte a la ganadería, causó el deterioro de la zona. El paisaje dejó de ser tan verde como era antes. Por eso, en 2011, la Universidad Nacional de Colombia eligió los alrededores de El Salto para llevar a cabo uno de sus grandes proyectos de reforestación en el país. En una iniciativa pionera en su momento, plantaron miles de ejemplares de diferentes especies para recuperar los colores de la región y devolver al bosque húmedo el terreno robado.
Hoy, poco más de 10 años más tarde, la situación es muy diferente. Los proyectos de reforestación y forestación se han multiplicado por Colombia, América Latina y el resto del mundo, compensando en parte la desaparición de bosques primarios (que siguen siendo destruidos en todo el planeta, según los datos de Global Forest Watch). En la última década, además, la forestación y la reforestación se han convertido en buenos aliados en la lucha contra el cambio climático, aunque con matices.
Los beneficios de la forestación y la reforestación
A muchos kilómetros de El Salto, más allá de Bogotá y cruzando los Andes, se extiende la gran sabana que comparten Colombia y Venezuela: los Llanos. Allí, en el departamento de Meta, se está llevando a cabo el proyecto Cumare. Su objetivo no es recuperar bosques perdidos, sino estudiar cómo la plantación de bosques con especies comerciales favorece a la economía de la región y, al mismo tiempo, contribuye a atrapar una parte del exceso de dióxido de carbono que hemos expulsado a la atmósfera y que afecta al clima.
Se trata de uno de los muchos proyectos de forestación que hay en marcha en el mundo y uno de los elegidos como objeto de estudio en el informe ‘Créditos de carbono y credibilidad: propuestas de mejora’, elaborado por IBM Research y el Consorcio por el Clima y la Sostenibilidad del Massachusetts Institute of Technology (MIT), en el que colabora BBVA.
“La forestación tiene como objetivo establecer una nueva masa arbórea en terrenos donde previamente no existía como, por ejemplo, campos agrícolas abandonados o áreas degradadas”, explica Enrique Andivia, profesor asociado de ecología en la Universidad Complutense de Madrid y experto en manejo y restauración de ecosistemas forestales. “Sin embargo, cuando hablamos de reforestación nos referimos a la reintroducción del arbolado en terrenos de uso forestal que han quedado sin cobertura o que han perdido una parte de ella debido a talas o a perturbaciones como incendios o plagas”.
Así, la forestación implica aumentar la superficie forestal mientras que la reforestación busca la recuperación de un bosque que ya existía. Ambos procesos tienen beneficios similares, relacionados con los propios servicios que prestan los ecosistemas forestales al ser humano, como protección de la biodiversidad, aprovisionamiento de madera y alimento, conservación del agua o reducción de la erosión.
“Nos proporcionan, además, servicios de regulación como la captura de CO2 o los denominados servicios culturales, relacionados con el enorme patrimonio que suponen estos ecosistemas”, añade Andivia. “El correcto aprovechamiento de los recursos forestales y la puesta en valor de los servicios recreativos y turísticos de estos ecosistemas son un gran aliado para la mitigación del cambio climático y para la lucha contra la despoblación rural”.
Forestación y captura de carbono: luces y sombras
En el mundo, entre 2002 y 2022, se talaron 459 millones de hectáreas de bosques, de las cuales 72,5 millones fueron de bosque primario (como se llama a aquella área forestal que no ha sido explotada o fragmentada con anterioridad). En el mismo periodo, la cobertura arbórea en el mundo aumentó en 131 millones de hectáreas, como resultado de proyectos de reforestación y forestación, así como de la expansión natural de los bosques boreales en el norte del planeta a medida que aumentan las temperaturas.
Los datos, del Global Forest Watch (una iniciativa de la Universidad de Maryland y el World Resource Institute), nos hablan de un mundo que sigue destruyendo sus grandes almacenes de carbono y sus mayores reservorios de biodiversidad, los bosques tropicales, pero al mismo tiempo apuesta por la plantación de árboles para recuperar parte de los servicios ecosistémicos (aquellos que se generan por el propio funcionamiento natural de un ecosistema y que suponen un beneficio para la sociedad) perdidos y aumentar la captura de CO2 de la atmósfera.
“Los árboles son la tecnología de secuestro de carbono más eficiente que conocemos. Incrementar la superficie forestal significa aumentar nuestra capacidad potencial de absorber carbono de la atmósfera y fijarlo en estructuras más estables como la madera y el suelo”, señala Andivia. “Sin embargo, repoblar no es siempre sinónimo de secuestro de carbono. En los últimos años estamos asistiendo a un aumento exponencial de las denominadas repoblaciones para la compensación de la huella de carbono, proyectos que sólo contemplan un periodo de 30 años, tiempo insuficiente para el ciclo de vida de un ecosistema forestal”.
Para el experto, si queremos que los proyectos de forestación y reforestación sirvan para mitigar de verdad el cambio climático es necesario garantizar su persistencia en el tiempo. “Además, no siempre la conversión de un determinado hábitat en forestal acarrea aspectos positivos. La introducción de arbolado en áreas de especial interés como pastizales, zonas húmedas o lagunas temporales puede provocar un cambio en la dinámica de estos ecosistemas y en los procesos ecológicos que sustentan su funcionamiento”, añade. “El uso de especies exóticas en la repoblación o el uso de una escasa diversidad genética del material vegetal también puede tener impactos negativos sobre la estructura de los ecosistemas y aumentar su vulnerabilidad”.
En definitiva, el aumento del interés en proyectos de forestación y reforestación para absorber y almacenar carbono puede tener consecuencias positivas. Para que sean realmente efectivas, sin embargo, el diseño de las plantaciones debe hacerse siempre bajo un criterio ecológico y una mirada a largo plazo, que asegure que los bosques reconstruidos cumplen su papel en el futuro y no se quedan en un simple parche en la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.