¿Qué es la exclusión social y cómo prevenirla?
La exclusión social es un proceso dinámico y complejo de retroceso social donde influyen factores diferentes al económico. Su principal causa es la desigualdad. Y las consecuencias afectan al empleo, la educación, la formación, la vivienda o la salud.
El Coliseo de Roma aún guarda restos de un sistema con más de 20 ascensores. Estos servían para mover, de un piso a otro, gladiadores, animales y todo tipo de aparejos. Ascensores que funcionaban gracias a complejos sistemas mecánicos y a la fuerza de las personas que los operaban. Muchos siglos después de que los ascensores del Coliseo dejasen de subir y bajar, se popularizó en el mundo el concepto del ascensor social: aquel que permite que las nuevas generaciones vivan mejor que las anteriores, gracias al trabajo de las familias, la educación y el apoyo de la sociedad y de los estados.
Sin embargo, para muchos ciudadanos este ascensor está parado. Esta es la realidad de quienes, por diferentes motivos, se ven excluidos de algún aspecto del sistema, como el laboral, el social, el político o el cultural. La exclusión social tiene numerosas consecuencias, y entre ellas está la incapacidad de mejorar la calidad de vida propia y la de las nuevas generaciones. Pero existen también mecanismos para reducir la exclusión social y lograr que este ascensor vuelva a funcionar.
Exclusión social: causas y consecuencias
A diferencia del de pobreza, el término exclusión social hace referencia a un fenómeno que va más allá de lo puramente económico. De acuerdo con el Observatorio de Pobreza, Desigualdad y Exclusión Social, se trata de un proceso dinámico de desfavorecimiento y retroceso social en el que intervienen numerosos factores, como los problemas de salud física o mental, la falta de protección familiar, las situaciones de maltrato o la falta de educación.
“Es un proceso que se ha ido gestando al amparo de la globalización, del neocapitalismo y del liberalismo más radical y que ha propiciado la bifurcación del orden social contemporáneo en dos grandes grupos: los socialmente incluidos, ciudadanos con acceso a los derechos de ciudadanía, con relaciones sociales estables y con un sólido autoconcepto identitario y de utilidad social; y los socialmente excluidos, ciudadanos privados de varios de estos ejes de inclusión”, explica Ana María López Narbona, profesora titular de Sociología en la Universidad de Málaga.
De acuerdo con López, la principal causa de la exclusión social es la desigualdad, que puede ser consecuencia del azar o sistémica. “Las desigualdades inicialmente pueden ser consecuencia del azar: en qué familia he nacido, con qué sexo, en qué país, con qué problemas físicos o psicológicos… Si a estas propias del azar les sumamos las sistémicas, las estructurales, la cuestión de la exclusión social se agudiza”, explica la docente de la universidad malagueña.
“El propio sistema de estratificación social de clases es un sistema de desigualdades en el que el hombre ocupa un lugar privilegiado frente a la mujer, el nacional frente al inmigrante, el rico frente al pobre, el sano frente al enfermo, el hetero frente al homosexual o no binario…”, añade López.
Las consecuencias son numerosas, ya que la exclusión social se produce en ámbitos muy diferentes. Los más habituales son el laboral, el educacional y el formativo, pero también tienen relevancia otros como el sanitario o el cultural.
Podemos encontrar un ejemplo en el acceso a la vivienda. La combinación de precios altos y sueldos bajos es una de las causas de la exclusión en España, ya que hace que numerosas familias tengan que dedicar un alto porcentaje de sus ingresos a pagar el alquiler. Esto hace que no tengan recursos para alimentarse adecuadamente o climatizar sus viviendas, lo que a la larga genera problemas de salud, o para costear una formación que permita acceder a un mejor empleo, lo que les impide mejorar socialmente o ascender en el ascensor social.
De acuerdo con el 'VIII Informe sobre exclusión y desarrollo social en España', elaborado por expertos de la Fundación Fomento de Estudios Sociales y Sociología Aplicada (FOESSA), poder comprar una vivienda marca la diferencia: los propietarios tienen tres veces menos riesgo de caer en una situación de exclusión que quienes viven de alquiler. Y la desigualdad relativa a la vivienda puede analizarse también teniendo en cuenta otros factores, como el acceso a las nuevas tecnologías.
“Hablar de vivienda domotizada en algunos barrios es como hacer ciencia ficción. En algunos, como La Cañada Real de Madrid, no hay ni siquiera acceso a agua potable o electricidad. Esto no lo podemos permitir”, señala la profesora de la Universidad de Málaga.
Soluciones para acabar con la exclusión social
Los desafíos presentados en los últimos años a nivel social (derivados de la pandemia de COVID-19 o de la guerra de Ucrania, entre tantos otros) hacen que cada vez sea más urgente aplicar soluciones para acabar con la exclusión social.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) basados en la tasa Arope, el indicador fijado por la Unión Europea para medir esta realidad, el 26,5 % de la población residente en España se encontraba en riesgo de pobreza o exclusión social en 2023. Esto supone un aumento del 0,5 % respecto al año anterior.
En América Latina, una de las regiones más desiguales del mundo, el de la exclusión social es un problema complejo que abarca numerosas dimensiones. Destaca la pobreza: según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el 32 % de la población de la región vivía en situación de pobreza en 2022. El 13 % lo hacía en una situación de pobreza extrema.
La población indígena, las mujeres y las niñas son las que más sufren la exclusión social en los países latinoamericanos, ya que tienen un menor acceso a la educación y al mercado laboral. Más del 45 % de la población infantil y adolescente vive en la pobreza y la tasa de pobreza de las mujeres de 20 a 59 años es más alta que la de los hombres en todos los países.
“La exclusión social es una realidad muy compleja pero no podemos perder la esperanza de erradicarla. Si perdemos la esperanza, perdemos la oportunidad, perdemos la fuerza, la decisión”, señala López. A la hora de buscar soluciones, la profesora hace referencia a la teoría de Joan Subirats, que concluye que, en las sociedades occidentales y postindustriales, la integración social pasa por la participación de las personas en tres ejes: el mercado y/o la utilidad social; la redistribución (que llevan a cabo los poderes y administraciones públicas) y las relaciones de reciprocidad dentro de la familia y el entorno.
De acuerdo con la profesora, es necesario proteger y extender los derechos de la ciudadanía, favorecer la solidaridad y dar forma a un mercado laboral amable con los trabajadores, en el que la redistribución justa sea una realidad. Para ello contamos con herramientas como las políticas sociales, la educación para concienciar a la sociedad en igualdad y solidaridad, los sistemas judiciales justos o el apoyo y la financiación a colectivos como médicos y educadores sociales.
“La exclusión social, al igual que la pobreza, es una cuestión política. Depende de decisiones y acuerdos políticos entendidos en sentido muy amplio, porque en lo político están implicados todos los agentes sociales, todas las personas, todas las instituciones y todas las organizaciones públicas y privadas”, señala López.
“En una sociedad que se denomina civilizada, problemas como la exclusión social deben enfrentarse y eliminarse políticamente, es decir, con confluencia de acciones, decisiones y acuerdos de todas, todos y todes. La sociedad en su conjunto debe estar implicada”, concluye la experta de la Universidad de Málaga.