¿Qué es la erosión del suelo y cuáles son los factores que lo producen?
La erosión es un proceso geológico de desgaste y desplazamiento del suelo. El problema es cuando se acelera e intensifica por factores naturales o humanos, como el cambio climático o prácticas agrícolas poco sostenibles. A nivel mundial, el 33% de los suelos está degradado y ya es una amenaza para la seguridad alimentaria.
Alrededor de la presa de las Tres Gargantas, los números son tan grandes que son difíciles de imaginar. Para construir esta presa sobre el curso del río Yangtsé (China) se emplearon 27,47 millones de metros cúbicos de hormigón. La central hidroeléctrica que acoge –la más grande del mundo– tiene una capacidad de 22.500 megavatios de potencia. Y la presa sostiene un embalse, el Gorotkia, capaz de almacenar 39.300 millones de metros cúbicos de agua. Es allí donde van a parar, cada año, buena parte de las 2.200 millones de toneladas de suelo erosionado de las montañas y las tierras agrícolas de la cuenca del Yangtsé.
Antes de la construcción de la presa, las tierras de la ribera del río estaban ocupadas por granjas y cultivos. La región en la que están hoy la central y el embalse es muy montañosa, por lo que los márgenes fluviales, de pendientes suaves y suelos fértiles, eran las mejores zonas para trabajar. Tras la construcción de las Tres Gargantas y la subida del nivel del río, los agricultores se trasladaron a partes más altas de las montañas, más agrestes, con suelos de peor calidad y pendientes mucho más pronunciadas. Es decir, a zonas mucho más vulnerables a la erosión.
Un estudio describió cómo esta erosión se había multiplicado de la mano de las prácticas agrícolas poco sostenibles, que exponen todavía más el suelo, y, sobre todo, durante los episodios de lluvias torrenciales. Los investigadores calcularon que en el curso alto del Yangtsé, en un área afectada de superficie similar a la de España, cerca de 2.200 millones de toneladas de suelo desaparecen cada año río abajo, y la mayor parte acaba atrapada en la presa.
Erosión, un proceso natural que se acelera
La presa de las Tres Gargantas no es ni mucho menos el único lugar del planeta que sufre los efectos de la erosión acelerada del suelo. España, por ejemplo, pierde cada año 30 toneladas de suelo agrícola por hectárea, según la Estrategia Nacional de Lucha contra la Desertificación. En Argentina, más de 100 millones de hectáreas de terrenos para agricultura (un 36% de los que tiene el país) están en estado de degradación avanzado por causa de la erosión hídrica y eólica. A nivel mundial, el 33% de los suelos está degradado y más del 90 % podría estarlo en 2050, según datos de la FAO, si no se revierten los procesos de erosión acelerada experimentados en la última década.
La erosión es un proceso geológico natural en el que los materiales del suelo son desgastados y transportados por fuerzas como el agua o el viento. Es un proceso que existe desde que el mundo es mundo. Sin embargo, se convierte en un problema cuando la erosión se acelera y sus tasas superan por mucho las de formación de suelo fértil (solo tres centímetros de espesor pueden llegar a tardar 1.000 años en generarse).
“La erosión se puede ver acelerada por procesos naturales, como, por ejemplo tormentas más extremas, pero, sobre todo, por la alteración del medio natural por parte del ser humano, que reduce la vegetación, la protección natural del suelo, y altera la estabilidad de su estructura”, explica José Alfonso López Calero, investigador del Instituto Agricultura Sostenible (IAS) del CSIC. “Todo esto hace que el suelo sea más susceptible a la erosión, tanto hídrica como eólica”.
Así, la erosión está causada directamente por factores naturales, como las lluvias o el viento, que se pueden ver intensificados por causa del cambio climático. Pero existen multitud de factores humanos que favorecen esta erosión, siempre ligados a las prácticas poco sostenibles de manejo de la tierra, como algunas técnicas de agricultura intensiva y monocultivos o el sobrepastoreo para ganadería, así como a la deforestación y a la urbanización. La buena noticia es que está en nuestra mano cambiar estos usos poco sostenibles y proteger un recurso finito como es el suelo.
Las consecuencias de la erosión del suelo
Eliminar la capa superficial de la tierra y exponer otras más profundas reduce la salud del suelo, su fertilidad y su productividad. Esto tiene un gran afectado directo: la agricultura. “La pérdida de nutrientes y de capacidad de almacenamiento de agua en el suelo hacen necesarios mayores aportes externos para mantener niveles similares de producción”, señala López Calero. “Si esto no ocurre, cuando la erosión llega a un grado severo, se reducen las cosechas. Además, el suelo y el agua que se pierden arrastran nutrientes y agroquímicos que contaminan de manera difusa otras zonas”.
Pero las consecuencias de la erosión del suelo van mucho más allá. De acuerdo con la FAO, la erosión degrada las funciones de los ecosistemas, amplifica los riesgos hidrogeológicos, como deslizamientos de tierra o inundaciones, causa pérdidas significativas de biodiversidad, provoca daños a la infraestructura urbana y, en algunos casos, conduce al desplazamiento de poblaciones humanas. De acuerdo con la ONU, la erosión del suelo y la degradación de la tierra representan hoy una de las mayores amenazas para la seguridad alimentaria mundial, comprometiendo el bienestar de 3.200 millones de personas en todo el mundo.
Soluciones frente a la pérdida de suelo
El suelo es una fina capa de transición entre lo geológico y lo vivo, un espacio que permite el crecimiento de la vegetación (y, en consecuencia, el resto de la vida en superficie) y regula los ciclos del agua y de muchos elementos químicos esenciales como el carbono o el nitrógeno. El suelo cuenta, también, con sus propios mecanismos de protección ante la erosión, formas de reducir su exposición al agua, al viento y al resto de fuerzas naturales que le afectan. Así, para frenar la erosión causada por las actividades humanas, es necesario proteger estas barreras de defensa naturales.
El documento ‘Voluntary Guidelines for Sustainable Soil Management’ de la FAO establece cuatro grandes grupos de medidas para reducir y controlar la erosión del suelo:
- Minimizar los cambios en los usos del suelo que lo dejan vulnerable a la erosión, como la deforestación o la conversión inadecuada de pastos a tierras de cultivo.
- Mejorar la protección del suelo con medidas como mantener una cobertura vegetal y de residuos orgánicos e inorgánicos, reducir la labranza al mínimo con técnicas como la siembra directa o apostar por técnicas más sostenibles como la agricultura regenerativa.
- Frenar la velocidad de la erosión y reducir la cantidad de suelo erosionado mediante barreras físicas que retengan la tierra a lo largo de las pendientes. La agricultura en terrazas, por ejemplo, es una práctica tradicional y muy efectiva.
- Minimizar la pérdida de sedimentos y nutrientes, reduciendo también el arrastre de contaminantes a arroyos y ríos, mediante zonas de amortiguamiento en las riberas o el mantenimiento de los humedales.
“También es necesario aumentar la educación a todos los niveles y disponer de mecanismos legales y organismos que regulen que los usos del suelo sean adecuados y se apliquen prácticas sostenibles, no solo en agricultura, sino también en la construcción de infraestructuras o en gestión forestal”, concluye López Calero. “El suelo es un elemento capital para sostener los ecosistemas y las actividades humanas. Sin suelo no habría vida compleja en tierra”.