¿Qué es la energía mareomotriz y cómo se puede obtener?
De las fuentes de energía renovable oceánicas, la generada por la corriente marina puede considerarse la más madura y cercana a la comercialización. Allí donde se dé una diferencia mínima de cinco metros entre la marea alta y la baja, es posible instalar una turbina para captar esa energía y convertirla en electricidad.
Este tipo de energía marina se obtiene de manera sencilla: el movimiento de las masas de agua en las mareas mueve las turbinas y es un alternador el que genera la energía eléctrica. El proceso finaliza con el transporte de la electricidad hasta una central en tierra para su distribución.
Implica un enorme potencial de generación por la abundancia de costas, sin embargo hasta hace poco no existían planes ambiciosos para su desarrollo como una de las energías renovables emergentes. Pero ya está claro en el doble reto que asume la Comisión Europea (CE) en su ‘Estrategia sobre las Renovables Marinas’ (la mareomotriz, la undimotriz o de las olas, el gradiente térmico y de salinidad, más la eólica ‘offshore’): recortar costes y mejorar la eficiencia de los generadores actuales.
Para ese impulso sostenible, Europa estima que se necesitará una inversión de casi 800.000 millones de euros hasta 2050. Y de todas las opciones mencionadas, la mareomotriz es la única en fase precomercial. No en vano, la Agencia Internacional de la Energía (IRENA) cifra el recurso mareomotriz en más del 90% del total de la capacidad instalada de recursos energéticos en el mar, exactamente 512,5 MW (megavatios).
La Comisión ha asignado el objetivo de despliegue a las turbinas eólicas marinas tanto fijas como flotantes. Allí donde existe un mínimo de cinco metros de diferencia de nivel entre pleamar y bajamar es posible instalar una turbina que aproveche la fuerza de las corrientes de agua.
El futuro se llama Nemmo
A pesar de los avances tecnológicos, aún queda camino para perfeccionar los generadores y con esta intención se ha puesto en marcha el proyecto europeo Nemmo, en el que socios de sietes países colaboran en el diseño y modelado de estructuras técnicas más ligeras y duraderas.
“Hasta 2022 trabajaremos en el desarrollo de palas de turbinas que ganarán en eficiencia y resistencia, lo que incrementará de forma importante el rendimiento en la generación de energía mareomotriz. Más potencia y reducción de costes operacionales en torno al 50%. Además, pretendemos doblar la vida de las palas, un propósito complicado puesto que en el mar es mucho más difícil su mantenimiento. Los quebraderos son dos: lograr palas eficientes y potenciar las plataformas flotantes frente a las de anclaje, que son las predominantes ahora”, explica Rafael Rodríguez, responsable de Nemmo.
No obstante, aparte de los generadores anclados al fondo marino y en las plataformas, también se utilizan otros métodos de captación y transformación de la energía, como las presas de marea y un cuarto tipo que instala los dispositivos sobre pilares.
Inteligencia colectiva
En el proyecto colaboran institutos de investigación (entre ellos Technion, Itainnova o Funditec), laboratorios de pruebas de mareas avanzados (como Tecnalia o Blaest) y representantes de toda la cadena de suministro, por ejemplo Morlais, en Gales, el primer parque comercial del mundo que ha conectado su prototipo flotante ATIR a la red eléctrica escocesa). El consorcio también incluye a Ocean Energy Europe (OEE), principal representante de la energía oceánica.
En la misma línea, en 2018 se inauguró RealTide, otra apuesta europea para identificar las principales causas de fallo en las turbinas marinas y procurar su abaratamiento. Desde la Comisión señalan que “la energía procedente de la corriente de las mareas puede llegar a producir entre 450.000 y 800.000 GWh (gigavatios-hora) al año”.
Mapamundi mareomotriz
La Rance, en Francia, es la planta más importante de este tipo de energía, con una producción de 600 millones de kWh (kilovatios-hora) por año. El Estrecho de Gibraltar, la Patagonia argentina, la Bahía de Mezen (Rusia), Ochón (Corea), Río Severn (Reino Unido) o Wallcott (Austria) son algunos de los emplazamientos que, junto a otros en EE. UU. y Canadá, completan un mapa mareomotriz que irá incorporando otros destinos.
Las expectativas más optimistas de crecimiento prevén una producción energética global cercana a los 17.000 MWh (megavatios-hora) para 2030 gracias a las corrientes de las mareas concentradas en cabos y canales. Y si las previsiones se siguieran cumpliendo, en 2050 la industria podría alcanzar al menos 200.000 millones de euros.
Parece que el avance es lento, pero seguro y con incógnitas por despejar como su repercusión en la fauna y flora marinas, un impacto que sigue en estudio, así como las limitaciones que puede implicar para la navegación. “Riesgos, todos ellos, que se están estudiando e investigando”, recalcan desde IRENA. De momento, los beneficios económicos y medioambientales tienen mucho más peso en la balanza. Mientras existan Luna y efecto gravitacional, este recurso energético inagotable y limpio podrá ampliar su desarrollo.