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¿Qué es la ebullición global? Un paso más allá del calentamiento global

Cuando en 2023 se batieron todos los récords de temperaturas, Naciones Unidas encontró una forma de llamar la atención frente a la crisis climática: el planeta está entrando en ebullición global, donde los efectos del cambio climático van a ser más extremos. Aunque es una metáfora del exceso de energía en la atmósfera y los océanos, es un toque de atención ante el calentamiento global.

¿Qué es la ebullición global?

El agua hierve a 100 °C, pero el hierro y el oro lo hacen a 2.750 °C y 2.807 °C, respectivamente. Sin embargo, el oxígeno entra en ebullición a –183 °C y el nitrógeno, a –196 °C. Entonces, ¿a qué temperatura hierve exactamente un gigantesco astro compuesto de un centenar de elementos químicos que se configuran en miles de moléculas diferentes? ¿Cuánto hay que calentar el gran trozo de roca, agua, nitrógeno y oxígeno que es la Tierra? ¿Cuál es el punto de ebullición global?

¿Conocemos las respuestas a esas preguntas? Más o menos. Los océanos salados, por ejemplo, deberían alcanzar una temperatura media de 105 °C para romper a hervir. La noticia positiva es que estamos lejos de llegar ahí: la temperatura media global de los océanos en superficie fue de 21,06 °C en el mes de febrero de 2024, según el servicio climático europeo Copernicus. La negativa es que, poco a poco, cada vez estamos más cerca: los mismos datos de Copernicus subrayan una tendencia clara, y cada vez más evidente, de calentamiento global.

Cada década ha sido más cálida que la anterior

Hasta hace poco, 2016 había sido el año más cálido a nivel mundial jamás registrado. Pero 2023 llegó para robarle el trono. No es que el resto de los años hayan sido fríos: según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), desde 1980 cada década ha sido más cálida que la anterior y los últimos nueve años han sido también los nueve años más cálidos registrados en la historia. Pero 2023 se salió de los gráficos. La temperatura media global el año pasado fue 1,45 °C más alta que la media previa a la revolución industrial, cuatro décimas más que en 2022.

Los datos son claros, pero no por ello son fáciles de comunicar. Por eso en julio de 2023, cuando las informaciones preliminares ya indicaban que este sería el primero de muchos meses de temperaturas récord, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, encontró dos nuevas palabras para llamar la atención sobre la crisis climática: ebullición global. De acuerdo con Guterres, estábamos abandonando la era del calentamiento global y entrando en una nueva etapa en la que los efectos del cambio climático iban a ser cada vez más evidentes y extremos, empezando por las temperaturas.

“¿Qué es la ebullición global? Es una metáfora vívida del exceso de energía atrapado en la atmósfera y en los océanos de todo el planeta”, explica Noel Castree, geógrafo y profesor del área de sociedad y medioambiente de la Universidad Tecnológica de Sídney (Australia). “Decir que la zona templada del planeta se ha calentado 1,1 grados en promedio desde 1800 es comunicar un hecho científico. Decir que podría aumentar cuatro grados para finales de siglo es transmitir una proyección científica. Y decirle a la gente que podría llegar a hervir es una dramatización que no corresponde a los científicos, sino a los políticos y los activistas”.

Las consecuencias de la ebullición global

La ebullición global no es un hecho delimitado científicamente ni el planeta está cerca de hervir, sino una forma de comunicar que el cambio climático ha dejado de ser algo reservado al futuro para convertirse en una realidad presente y cada vez más palpable. La subida de las temperaturas medias 1,5 °C por encima de las medias preindustriales –un límite de referencia que el Acuerdo de París busca no superar a finales de siglo– podría alcanzarse ya en la próxima década. Las consecuencias son de sobra conocidas.

En América Latina, por ejemplo, se concretan ya en un aumento de la actividad ciclónica, tanto en el Caribe como en el Pacífico (con huracanes que cada vez acumulan más energía y que se intensifican en apenas unas horas), en la desaparición gradual de los glaciares de montaña (fuente esencial de agua dulce para las poblaciones de la cordillera de los Andes) o el aumento de las sequías y la alta variabilidad de los regímenes de lluvias (lo que incrementa la vulnerabilidad de los agricultores). Esto a su vez se traduce en problemas reales en las infraestructuras básicas, el suministro de agua limpia, la producción de alimentos o la generación eléctrica, de acuerdo con el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe.

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En Europa, mientras el norte se calienta, el estrés hídrico de la cuenca mediterránea no deja de aumentar en el actual escenario de cambio climático, lo que a su vez agrava los procesos de erosión y pérdida de salud del suelo e impacta en la producción de alimentos. Además, las olas de calor recientes han dejado ya muestras del impacto directo de las altas temperaturas en la salud de los más vulnerables y en la mortalidad. De acuerdo con la Agencia Europea de Medioambiente, Europa es el continente que más rápido se calienta de todo el planeta y no está preparado para hacer frente a los riesgos del cambio climático.

¿Qué es la ebullición global?

Acción frente a paralización

Con el término ebullición global, António Guterres y las Naciones Unidas utilizan su posición para llamar la atención sobre la crisis ambiental que atraviesa el planeta y sus consecuencias para las sociedades humanas. Son dos palabras que deben sonar como una señal de alarma. Su objetivo está claro: motivar e impulsar la acción climática a todos los niveles para evitar los peores efectos del calentamiento global. La retórica de la ONU sigue haciendo hincapié en que todavía es posible actuar y frenar el cambio climático, en que cada décima de grado cuenta.

“La idea de la era de la ebullición global puede ayudar a que la población vea la crisis climática de otra manera, pero no siempre lo hará de la forma en que esperamos”, señala Noel Castree. “Algunas personas podrían creer realmente en estas palabras y podrían tener dos reacciones diferentes, entrar en pánico o encontrar la motivación para pasar a la acción y descarbonizar la economía mundial. Pero, para otras personas, estas palabras podrían reforzar su escepticismo y hacerles pensar que se trata de una retórica alarmista que es mejor no tomarse en serio”.

“Este tipo de comunicación es efectiva, pero los riesgos están ahí”, concluye el profesor australiano. “Algunas personas podrían llegar a desconectar del problema porque sienten que el cambio climático está siendo politizado y dramatizado en exceso cuando hay otros asuntos en el mundo igual o más urgentes”.