¿Qué es la desigualdad económica y por qué se caracteriza?
La desigualdad económica es una realidad incuestionable y medible. Para explicar las diferencias económicas entre los distintos grupos de población, hay que analizar la ausencia de ingresos a través de un salario y la baja efectividad de las políticas sociales.
El informe ‘La ley del más rico’ de Oxfam Intermón, muestra que aunque sea cierto que la pobreza extrema no ha dejado de reducirse, la desigualdad económica en el planeta es cada vez mayor.
Indicadores de la desigualdad económica
La pobreza se entiende, habitualmente, como un término puramente económico. Sin embargo, existen muchos otros factores que influyen en ella más allá del dinero. De hecho, el índice de pobreza multidimensional que actualmente maneja la ONU está compuesto de 10 indicadores que reflejan diferentes tipos de privaciones. Entre ellos se encuentra la nutrición o el acceso a la educación. Pero, cuando hablamos de desigualdad económica, sí hacemos referencia exclusiva a la riqueza.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se refiere a ella como desigualdad de ingresos, en los que se incluyen las rentas del trabajo y de capital y transferencias públicas en efectivo. Teniendo esto en cuenta, la organización mide la desigualdad de ingresos entre las personas mediante cinco indicadores. Uno de ellos, el coeficiente de Gini, se usa para estudiar la acumulación y el reparto de riqueza de un país o territorio. Este oscila entre 0 (igualdad total) y 1 (desigualdad total). Otro, el índice de Palma, refleja la desigualdad como la proporción de todos los ingresos del 10% de las personas con los ingresos más altos entre los ingresos recibidos por el 40% con menores ingresos.
Así, a grandes rasgos, la desigualdad económica es la diferencia económica entre distintos grupos de población. Tal como señala el Observatorio de Pobreza, Desigualdad y Exclusión, se puede medir en términos de renta o de patrimonio y es una de las causas principales de la pobreza, la falta de oportunidades, la fractura social, la exclusión de la educación, la vivienda y la salud, del desempleo y de la emigración, entre otros.
Las causas de la desigualdad económica
“En la historia de la humanidad ha habido momentos de grandes desigualdades, pero la historia más reciente del mundo occidental es una historia en la que, gracias al acceso de la mayor parte de la población al trabajo asalariado, se produjo un ascenso de las grandes clases de población pobre a una situación de clase media”, explica Begoña Pérez Eransus, doctora en Sociología de la Universidad Pública de Navarra. “Esos ingresos permitieron acceder a unas condiciones de bienestar que la mayor parte de la población no había podido disfrutar hasta entonces”.
Para la experta, el reparto de la riqueza a través de las rentas del trabajo es uno de los factores clave para la reducción de la desigualdad experimentada en el siglo XX en las economías occidentales. Otro elemento fundamental es la organización de las clases trabajadoras para lograr una serie de conquistas colectivas y derechos. Por último, están las políticas sociales. “Para mí, la recaudación progresiva de impuestos y el reparto universal a través de políticas sociales es la mejor fórmula para favorecer la igualdad. Permite que todo el mundo acceda a sanidad, educación y protección sin importar cuánto haya aportado”, añade Pérez Eransus.
Partiendo de este contexto, las dos grandes causas de la desigualdad económica en las economías occidentales son la ausencia de ingresos a través de un salario y la inexistencia o baja efectividad de las políticas sociales. En muchos otros países, y en particular en los más pobres, la desigualdad va mucho más allá de la situación individual de una persona o una familia. A nivel estado, la falta de integración económica, la ausencia de políticas de redistribución de la riqueza, la liberalización y desregulación del mercado de trabajo o la corrupción pueden ser también causas de peso, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Las consecuencias de la desigualdad económica
La falta de ingresos está relacionada de forma muy estrecha con el resto de los indicadores de la pobreza. Ser pobre influye en la salud, el acceso a la educación, la alimentación, la aparición de conflictos familiares, las situaciones de vulnerabilidad y de exclusión, el desarrollo de la población menor o la falta de oportunidades, entre otros muchos elementos.
De acuerdo con el FMI, mientras cierto grado de desigualdad es tolerable por la sociedad y puede incentivar la competencia, el aumento de la desigualdad económica dificulta el progreso, tiene implicaciones significativas para el crecimiento y la estabilidad a nivel macroeconómico, puede contribuir a la concentración del poder político, causar inestabilidad social, política y económica, romper la cohesión social y multiplicar el riesgo de crisis.
“Existen muchas vías para reducir la desigualdad, algunas mucho más complejas que otras. Apostar por sistemas de producción local que generen economía productiva y puestos de trabajo, reforzar el desarrollo de mercados internos y empresas que destinen su producción a ellos, mejorar las regulaciones laborales que aseguren que los salarios sigan siendo de calidad, invertir en sectores que generen empleo local que no sea fácil de deslocalizar y con sueldos dignos… Son solo algunos ejemplos”, detalla Begoña Pérez Eransus.
“Hay que ser conscientes del contexto actual y transformar la economía y el sistema poco a poco”, concluye la experta. “En los países occidentales tenemos que repensar los sistemas de pensiones y las políticas colectivas y hay que buscar la forma de que las generaciones jóvenes puedan acceder el bienestar que hemos tenido otras, garantizando el acceso a la vivienda y a cierto nivel de ingresos. Si no puede ser con empleos muy estables, porque ya no somos capaces de ofrecerlos, pues con una entrada y salida digna de puestos temporales”.