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¿Qué es la biotecnología agrícola? Mejores alimentos para mucha más población

Este tipo de tecnología se caracteriza por aumentar la productividad agrícola y fortalecer la resistencia de las plantas a plagas o desastres climáticos. La biotecnología agrícola se proyecta con técnicas de manipulación genética que prometen multiplicar un poder con algunos riesgos.

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El Convenio sobre la Diversidad Biológica de Naciones Unidas define a la biotecnología como “toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos vivos o sus derivados en la creación o modificación de productos o procesos para usos específicos”.

Este marco tan amplio explica que la biotecnología y la agrícola sean campos de conocimiento multidisciplinar (genética, biología, química, ingeniería agraria, automatización, etc.). Ambas se traducen en tecnologías agrarias y alimentarias también diversas, desde técnicas de fermentación mejorada a la clonación o la manipulación y transferencia de genes.

Su objetivo es "estudiar y aportar tecnología a la mejora de la producción vegetal". Así lo resume Emilio Montesinos, profesor del Instituto de Tecnología Agroalimentaria de la Universidad de Girona. Este papel es fundamental ya que cada año “se pierde en torno a un 33% de la producción potencial en el mundo. Este es el estado actual, incluso con las medidas que tenemos de protección frente a plagas, enfermedades y malas hierbas”.

El desafío alimentario: biotecnología y agricultura

Así, las técnicas mejoradas en esos campos “podrían aumentar la productividad y alcanzar el 100% para enfrentar retos alimentarios. Entre ellos, existen desafíos como dar de comer a unos 2.000 millones de personas más en 2050”, añade Montesinos.

Según Javier Paz-Ares, del Departamento de Genética Molecular de Plantas en el Centro Nacional de Biotecnología-CSIC, la manipulación genética de la biotecnología agrícola actual “permite una agricultura sostenible y compatible con el medioambiente, a la vez que mejora la calidad de los alimentos”.

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Lo consigue gracias a que mejora la resistencia de las plantas tanto a ataques de patógenos y plagas como a las altas temperaturas, la salinidad o la sequía. Y a que logra variedades con mayor valor nutricional y más sostenibles, es decir, más compatibles con su medio y con el menor impacto posible en la naturaleza.

Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera estratégica la biotecnología para cubrir la demanda de una población creciente y cada vez más concentrada en áreas metropolitanas. Un ejemplo: una nueva variedad de arroz a partir del cruce del asiático y el africano que combina el alto rendimiento del primero y la resistencia en ambientes adversos del segundo.

Manipulación genética

Otra disciplina con un campo de acción sin límites a la vista, excepto los que pueden acotar la ley y la ética, dada la controversia que suscita: el desarrollo de organismos modificados genéticamente (OMG) que reciben material genético de otro organismo mediante la tecnología del ADN recombinante. Es decir, induce cambios en el ADN como la clonación, el bloqueo y la expresión de los genes para potenciar unas características o suprimir otras.

Si en una especie se introducen genes de otra, el resultado es una variedad transgénica, “con una gran distancia entre quien dona y quien recibe”, matiza Montesinos. Y cuando la modificación proviene de genes de la misma especie, pero de una variedad diferente, se aplica el término cisgénico. “Por ejemplo, un peral común al que le introducen genes del peral de jardín”, detalla el experto.

Una segunda técnica cada vez más extendida: las llamadas tijeras genéticas (CRISPR), capaz de “cortar y pegar” y que “sirve para inactivar genes”, añade Javier Paz-Ares. Por ejemplo, el responsable de la toxina de una planta.

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El foco de la controversia

Organizaciones ecologistas como Greenpeace se oponen al uso de OMG por sus riesgos ambientales, especialmente la posible contaminación genética entre cultivos transgénicos y los convencionales o ecológicos.

La FAO también reconoce ese aspecto en su ‘Declaración sobre biotecnologías’: “Hay que actuar con precaución para reducir los riesgos de transferir toxinas de una forma de vida a otra, de crear nuevas toxinas o de transferir compuestos alergénicos de una especie a otra, lo que podría dar lugar a reacciones alérgicas imprevistas”. Sobre los riesgos medioambientales, para la FAO existe la posibilidad de cruces que generen “malas hierbas más agresivas o parientes silvestres con mayor resistencia a las enfermedades”.

¿Y la opinión pública? “En el caso de los OMG para producir alimentos existe una percepción negativa. Sin embargo, los consumidores se posicionan a favor de su uso en biofármacos por sus beneficios sobre la salud”, señala el informe ‘Impacto de la biotecnología en los sectores agrícola y ganadero’.

Para bien o para mal

La biotecnología agrícola es una herramienta poderosa que puede utilizarse con fines muy positivos o para todo lo contrario. Por eso está regulada y se somete a estrictos controles, igual que sucede con otras industrias como la química”, añade Paz-Ares. De hecho, la Unión Europea solo autoriza el cultivo de dos transgénicos, uno para consumo animal y otro humano, aunque se pueden importar y vender otros OMG como la soja, el algodón o el maíz.

“Además de mejorar la productividad y la calidad de ciertos alimentos, la tecnología vegetal es muy útil para producir fármacos y vacunas que salvan vidas”, concluye Montesinos.