Biodiversidad: ¿Qué es y por qué es clave para la supervivencia de los seres vivos?
La biodiversidad es la variedad biológica que existe en el planeta, desde las estructuras invisibles como los genes a las superestructuras de los ecosistemas, pasando por todas y cada una de las especies animales, vegetales, de hongos, incluso virus y bacterias que conforman el planeta. La biodiversidad es clave para la supervivencia tanto de las especies como de los seres humanos y, por lo tanto, para la sostenibilidad del planeta.
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¿Qué es la biodiversidad?
La biodiversidad es la variedad de la vida en la Tierra, en todas sus formas y en todas sus interacciones. Entre ellas, las sucesivas capas de la existencia que incluyen desde los genes a las especies animales y vegetales. También las comunidades de criaturas a los ecosistemas, por ejemplo los delicados arrecifes de coral.
Esta interacción de diferentes formas de vida es una de las causas fundamentales de que el planeta mismo sea un organismo vivo y habitable desde hace miles de millones de años. Por supuesto, hay que incluir esa especie (subespecie, en realidad), la de los ‘homo sapiens sapiens’. “Sin biodiversidad, no hay futuro para los seres humanos”, afirma el zoólogo David Macdonald, de la Universidad de Oxford.
Como la vida misma, el término biodiversidad también tiene principio: muy reciente, por cierto, se acuñó en 1985 y nace de la contracción de ‘biological diversity’ (diversidad biológica).
¿Por qué es tan importante la biodiversidad?
Desde entonces, no ha parado de crecer su importancia aunque por una causa indeseable: la pérdida de la biodiversidad como una de las peores consecuencias de la actividad humana (y del cambio climático generado por ella), que a su vez agravaría otros de sus efectos.
Uno de ellos, según ‘The Guardian’, sería la pérdida de un conocimiento insustituible: el adquirido durante toda la historia de la evolución por infinidad de especies para adaptarse a condiciones ambientales muy variadas en esta vieja esfera de tierra y agua.
Porque la base de la supervivencia (puesta en riesgo por el calentamiento global como nunca antes en la historia de las civilizaciones) está relacionada con la biodiversidad, empezando por el aire que respiran o el agua con que se hidratan los seres vivos. Sin abejas no habría frutas polinizadas, sin plantas no existiría el oxígeno. Los árboles absorben la contaminación de las grandes ciudades y actúan como sumideros del dióxido carbónico (CO2), mientras que los arrecifes de coral ayudan a frenar ciclones y tsunamis.
La biodiversidad de organismos
Porque la naturaleza es equilibrio, una precisa ecuación matemática. Cada variable, cada signo, cada relación tiene un sentido. Así lo sugiere una memorable frase del biólogo Edward Osborne Wilson, considerado “el padre de la biodiversidad”, allá por 1985: “Cada organismo superior es rico en información como un Caravaggio, las fugas de Bach o cualquier otra gran obra”.
Gracias a esa interconexión infinita, de los hongos de la piel del oso perezoso se extraen medicinas para luchar contra el cáncer. Y un principio activo (paclitaxel) empleado para tratar la misma enfermedad procede de una variante (Taxus brevifolia) del tejo, un árbol sagrado para algunas tribus celtas (la expresión 'tirar los tejos' parece proceder de aquellos tiempos). Así, la biodiversidad es un inmenso reservorio, conocido y por descubrir, de salud.
La huella humana en la biodiversidad
Pero un tipo de mamífero ha presionado, destruido y sobreexplotado la naturaleza. La población mundial, según la Unión Europea, de especies salvajes “ha caído un 60% en los últimos 40 años y un millón está en riesgo de extinción”. Para muchas será demasiado tarde, por eso es vital la reacción. Dentro de la estrategia Agenda 2030, Europa prevé recuperar 25.000 kilómetros de ríos, plantar 3.000 millones de árboles, revertir el declive de los insectos polinizadores, reducir el uso de pesticidas dañinos al 50% y aumentar el peso de las granjas orgánicas.
Para lograrlo, se destinarán 20.000 millones de euros al año aportados por fondos privados y públicos. En 2018, el coste económico de la pérdida de la biodiversidad en el viejo continente se estimaba en 450 millones de euros anuales. Y la ratio de extinción se calcula 1.000 veces mayor que antes de que los humanos dominaran el planeta, en el Antropoceno. Incluso antes de que hace 65 millones de años el impacto de un meteorito sentenciase a los dinosaurios.
Factores por los que está amenazada la biodiversidad
Se han clasificado cerca de 1,7 millones de especies animales, plantas y hongos, pero probablemente la cifra real ronda los 100 millones. Si se suman bacterias y virus, tal vez miles de millones. La conclusión es obvia: casi siempre que desaparece una especie, los humanos lo ignoran, también sus consecuencias.
El mar es una fuente esencial de proteínas para más de 2.500 millones de personas y el equilibrio entre lo que se pesca y lo que se consume tiene que ser tan preciso como el del funambulista sobre el alambre. Sobre todo cuando en la mitad de los océanos se pesca industrialmente.
La sobrexplotación, ligada al imparable crecimiento de la población mundial y al modelo económico insostenible, es un problema determinante, también en tierra firme. “La principal amenaza a la biodiversidad es el ‘boom’ de la agricultura industrial. La expansión de las grandes plantaciones, por ejemplo de aceite de palma en Indonesia y de soja en Brasil, destruyen la biodiversidad de los bosques tropicales. Además, el uso de variedades de cultivos genéticamente uniformes reemplaza la diversidad biológica en las tierras de los pequeños agricultores”, critica Henk Hobbelink, coordinador de la asociación Grain.
Pandemias y biodiversidad
Pese a los esfuerzos de la comunidad internacional, las oenegés, el sector sostenible de las empresas y los científicos especializados, la biodiversidad sigue amenazada, cada día más por tierra, mar y aire. A lo que se añaden problemas coyunturales como las crisis sanitarias.
“Quizá la peor consecuencia sea la disminución de la capacidad para alimentarnos, capturar el carbono que emitimos y, por lo tanto, evitar un desastre climático que nos haga la vida imposible, eludir catástrofes como las inundaciones y los incendios forestales. La pérdida de biodiversidad representa una mayor probabilidad de que se produzcan otras pandemias con mayor gravedad y frecuencia que el COVID-19”, admite Corey J.A. Bradshaw, profesor de Ecología Global de la Universidad de Flinders, Australia.
La biodiversidad sigue amenazada
A día de hoy, los científicos no saben cuánta biodiversidad se puede perder antes de que el sistema ecológico colapse.
Algunos afirman que ya se están rozando los límites planetarios. Los altos niveles de polución, la pérdida de agua dulce, la desaparición de especies conocidas y desconocidas, la amenaza crítica para otras muchas (por ejemplo más de 300 mamíferos, desde chimpancés a murciélagos), la tala indiscriminada de los bosques tropicales para ampliar las tierras de cultivo o la ganadería, todos estos fenómenos y otros muchos tensan la cuerda.
“La mitad de la vegetación del mundo ha desaparecido, se ha registrado la pérdida de 1.300 especies en los últimos 500 años y el tamaño de las poblaciones de animales ha disminuido en más de dos tercios en las pasadas cinco décadas”, estima Corey J.A. Bradshaw. Y ni siquiera las estadísticas son seguras, la propia complejidad y extensión del problema impide cifrar con precisión su alcance. Pero la gravedad extrema es indiscutible, una evidencia. Esas cifras siempre pueden quedarse cortas.
“El problema no es solo que se están erradicando especies: los ecosistemas se simplifican radicalmente, los organismos grandes cada vez son más raros, ya que son los ejemplares que más se pescan y cazan”, describe Sarah Cornell, profesora de Ciencias de la Sostenibilidad de la Universidad de Estocolmo. “El camino de la evolución ha sido alterado de forma bastante abrupta por las actividades humanas”.
Medidas para proteger la biodiversidad
¿Qué se puede hacer? La respuesta pasa por devolverle a la naturaleza el espacio que necesita para regenerarse y ayudarla con la protección humana. Los parques naturales, las reservas de la biosfera o fórmulas similares han avanzado en ese objetivo.
Pero no basta, esas figuras no compensan el crecimiento de la población y la actividad en otras regiones, con el consiguiente peligro para los recursos y futuras reservas naturales. Es necesario innovar otras medidas de protección complementarias. Por ejemplo que los animales y las plantas valgan más vivos que muertos y, en vez de cazar rinocerontes, construir alrededor zonas de turismo sostenible, no agresivo.
Cuidar nuestros ecosistemas para proteger la biodiversidad
Pero las medidas para proteger la biodiversidad deberían ser tan extensas e interactivas como la biodiversidad misma. Empezando por la responsabilidad individual, de cada miembro de la especie humana, para contribuir en la medida de sus posibilidades al gran reto de la supervivencia colectiva.
Reducir su huella de carbono en definitiva, desde comprar productos sostenibles a un menor consumo de carne, reciclar o usar transportes eléctricos. También presionando mediante sus votos y sus compras al sector público y al privado para que aporten soluciones.
“Más que a una crisis tipo Big-Bang, las pérdidas de biodiversidad suponen una lenta y a veces invisible caída de los cimientos. Y las estructuras sociales globalizadas de hoy necesitan mantener sus cimientos ecológicos, no intensificar las amenazas. Hablamos de doblegar la curva: detener la pérdida de biodiversidad con la mayor urgencia posible y cambiar el modo de vida de las personas para proteger y regenerar los ecosistemas”, urge Sarah Cornell.
Edward Osborne Wilson escribió: “Este es el único mundo vivo que probablemente conoceremos, unámonos para aprovecharlo al máximo”.