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¿Qué es la agricultura de conservación y cómo se hace?

Este sistema agrícola pretende regenerar las tierras degradadas y prevenir la pérdida de suelo. ¿Cómo? Sin alterar mecánicamente la tierra, con una cobertura vegetal permanente y rotando los cultivos. Los objetivos son lograr terrenos más sanos y productivos.

El guaje es un árbol originario de México. Es de la familia de las leguminosas y sus semillas son comestibles, aunque hoy no es muy habitual consumirlas. Eso no significa que no se cultive: todavía se planta en todo el país, como fuente de forraje y por sus supuestas propiedades medicinales. El guaje es, también, la planta que le da el nombre al estado de Oaxaca, en el suroeste mexicano. Este es un estado de gran potencial agrícola donde además del guaje crecen la caña de azúcar, los cítricos, el maíz, los frijoles, el aguacate, la piña o el café.

Pero Oaxaca es también una región deforestada. En ella, años de prácticas agrícolas inadecuadas (como el sobrepastoreo, las quemas agrícolas o la labranza excesiva con maquinaria) han disparado la degradación del suelo. Allí, como en muchos otros estados de México y otras zonas de América Latina, la organización CIMMYT  lleva años trabajando para trasladar los principios de la agricultura de conservación a los campos y ayudar a Oaxaca a cuidar y conservar su suelo fértil.

El mundo ha perdido un tercio de su tierra cultivable

La situación de Oaxaca no es única. La erosión se lleva cada año 1.500 millones de toneladas de suelo en España. El 36% de la superficie de Argentina está afectada por la erosión y la desertificación. Y Colombia sufre la pérdida de suelo en el 40% de su territorio, provocada sobre todo por el sobrepastoreo y el aumento de la deforestación. De acuerdo con la FAO, durante los últimos 40 años, el mundo ha perdido un tercio de su tierra cultivable, unos 430 millones de hectáreas.

Esta pérdida de suelo tiene un impacto directo en la productividad agrícola y en la producción de alimentos y materiales vegetales, así como en los ciclos del agua y del carbono. Para poner fin a esta degradación gradual de la superficie terrestre, se han desarrollado diferentes estrategias y enfoques, como la agricultura de conservación.

De acuerdo con la definición de la FAO, la agricultura de conservación es un sistema agrícola que sirve para prevenir la pérdida del suelo y regenerar tierras degradadas. Promueve una perturbación mecánica del suelo mínima, el mantenimiento de una cubierta vegetal permanente y la diversificación de las especies de plantas cultivadas. Esta práctica mejora la biodiversidad y los procesos biológicos naturales por encima y por debajo de la superficie del suelo, lo que también contribuye a una mayor eficiencia en el uso del agua y de los nutrientes.

Los tres principios de la agricultura de conservación

“La agricultura de conservación, en pocas palabras, es un sistema agrícola pensado para conservar el suelo”, explica Simon Fonteyne, investigador de CIMMYT. “Está basada en tres principios: reducción de la labranza, protección del suelo y rotación de los cultivos”.

  1. Mínima alteración mecánica del suelo. La agricultura de conservación promueve una labranza mínima e, incluso, apuesta por evitar cualquier tipo de alteración mecánica del suelo. “Cada vez que aras la tierra, la dañas. Pierdes materia orgánica. Pierdes a los seres vivos del suelo y favoreces el aumento de la erosión por el agua y el viento”, añade Fonteyne.
  2. Protección y cuidado del suelo. Para el investigador, la reducción de la labranza no es suficiente por sí sola, ya que además hay que proteger el suelo para reducir la erosión y la pérdida de nutrientes y de agua. Esto puede hacerse manteniendo una cobertura permanente de las tierras con cultivos específicos o con residuos agrícolas. “Toda esta materia orgánica alimentará además a lombrices, insectos y bacterias que a su vez mejoran el suelo y lo mantienen más sano”, detalla el investigador de CIMMYT.
  3. Diversificación de cultivos. El tercer pilar de la agricultura de conservación se sustenta sobre la diversificación de las especies cultivadas en el mismo terreno. Es decir, por evitar el monocultivo y el barbecho. Una rotación de cultivos bien diseñada promueve una buena estructura del suelo, fomenta la diversidad de flora y fauna que contribuye al ciclo de nutrientes y ayuda a prevenir plagas y enfermedades.

Volviendo al caso de Oaxaca, en la región de la Sierra de Flores Magón CIMMYT trabaja con el Gobierno de México para aprovechar el sistema tradicional de la milpa (un agroecosistema cuyos principales componentes son el maíz, el frijol y la calabaza) e intercalarlo con árboles frutales, apostando por la diversificación y la rotación de cultivos de invierno.

Diferencias entre agricultura regenerativa y agricultura de conservación

Otra de las respuestas del sector agrícola a la pérdida de suelo fértil ha sido la agricultura regenerativa. Este enfoque agrícola se centra en restaurar la calidad del suelo mediante la adopción de prácticas de manejo sostenibles para revertir la degradación, aumentar la biodiversidad, incrementar la producción, mejorar los servicios ecosistémicos y aumentar la resiliencia climática de los agroecosistemas.

“La agricultura regenerativa pretende ir más allá de la agricultura de conservación. La mayor diferencia está en que la agricultura de conservación es un sistema claramente definido con tres elementos clave. Sin embargo, no existe una definición clara de la agricultura regenerativa”, explica Fonteyne. “Veo la agricultura regenerativa más como una ambición para lograr sistemas de cultivo que mejoran el suelo y la biodiversidad, utilizan menos agua y tienen menos impactos del cambio climático. Pero hay muchos caminos para intentar alcanzar ese objetivo”.

La agricultura de conservación en América Latina y España

CIMMYT lleva trabajando en México más de una década, investigando la mejor forma de adaptar los principios de la agricultura de conservación a las necesidades locales de los agricultores. “No existe una solución única para todos. Investigamos localmente, hacemos trabajo de campo y pruebas, capacitamos a los asesores y a los agricultores. No prescribimos las soluciones, sino que trabajamos con ellos a largo plazo, eliminando el riesgo que conlleva para ellos probar nuevos métodos”, recalca Fonteyne.

“Funciona y los agricultores están satisfechos. En muchas zonas han visto cómo han logrado aumentar el rendimiento de sus tierras, aumentando la salud del suelo y la cantidad de materia orgánica y reduciendo el uso de agua”, añade. Además de en Oaxaca, CIMMYT trabaja en la aplicación de la agricultura de conservación en muchos otros estados mexicanos como Sinaloa, Hidalgo o los de la región del Bajío (Guanajuato, Querétaro, Michoacán y Jalisco). En los últimos años, también ha llevado su enfoque a Colombia, El Salvador, Honduras y Guatemala.

Los problemas de erosión y pérdida del suelo no son exclusivos de América Latina. La agricultura de conservación, tampoco. En Europa, existen 2,5 millones de hectáreas de cultivos que siguen los principios de este sistema agrícola, según datos de la Federación Europea de Agricultura de Conservación (ECAF, por sus siglas en inglés). Y España lidera la clasificación a nivel regional, con más de 700.000 hectáreas donde se practica la agricultura de conservación (1,9 millones si sumamos también las explotaciones forestales).

La agricultura de conservación va ganando terreno por su propio peso, desplazando a las prácticas más agresivas de la agricultura intensiva, mejorando la calidad del suelo y frenando la erosión. Sus resultados no solo se traducen en una tierra más sana, sino en una mayor productividad para los agricultores y en una reducción de las necesidades del campo, tanto en términos de trabajo como de aportes externos.