¿Qué es el transporte sostenible? El futuro del sector logístico y las ciudades
Para dejar de depender de los combustibles fósiles, y así mitigar las emisiones de gases nocivos y mejorar la calidad del aire, es necesario que el transporte sostenible se extienda a la logística y las grandes ciudades. Vehículos eléctricos, combustibles alternativos, planificación urbana y apuesta por el tren son avances inevitables.
La calle Portal del Ángel de Barcelona es un ir y venir de paquetes. Todo el mundo quiere que sus regalos navideños lleguen a tiempo. Pero este año, entre el ajetreo de los repartidores, no hay humo ni cláxones. Hay pedales. Desde esta calle céntrica parte una red de ciclologística que se encarga de llevar las mercancías a los hogares y los locales de la ciudad vieja, donde los coches y las furgonetas no pueden entrar.
Aunque esta realidad es, por ahora, ficticia, no es improbable. El reparto en bicicleta es cada vez más habitual en la ciudad catalana y en muchas otras urbes del mundo. De hecho, el Área Metropolitana de Barcelona trabaja desde 2021 para crear siete centros de ciclologística ubicados en seis municipios de la región. De acuerdo con la entidad, el 50 % del reparto de mercancías ligeras (y el 25 % de las pesadas) en zonas urbanas podría hacerse en bicicleta.
Transformar esta parte de la cadena logística significaría reducir la congestión del tráfico de las ciudades, mejorar la calidad del aire, mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que están cambiando el clima y reducir la contaminación acústica, entre otras ventajas. En definitiva, mejorar la calidad de vida de los habitantes de la ciudad y avanzar hacia un transporte más sostenible.
Las huellas de la movilidad
Volvamos al Portal del Ángel. Para que los regalos lleguen en bici a las casas de los barceloneses, primero tienen que ser fabricados y transportados hasta la ciudad. En algunos casos, habrán dado la vuelta al mundo. Si seguimos su rastro, seguimos también el rastro del impacto medioambiental de la movilidad. De acuerdo con un estudio reciente de Transport & Environment, las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx) de los vehículos pesados que transportan regalos a través de Europa aumentan en diciembre un 133 % con respecto a un mes normal.
Los óxidos de nitrógeno, que se generan, sobre todo, durante la combustión, producen daños en la salud humana (inflamación de las vías aéreas y afecciones de órganos o de sistemas) y en el medioambiente (acidificación de ecosistemas, afecciones metabólicas en animales y limitación del crecimiento vegetal). Son uno de los gases que más afecta a la calidad del aire de las ciudades, junto a las partículas en suspensión. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), nueve de cada 10 personas respiran aire contaminado y este causa siete millones de muertes prematuras cada año.
Sin embargo, de los tubos de escape de la distribución no solo salen óxidos de nitrógeno (NOx). Según el estudio, los camiones generan más de la mitad de las emisiones totales de dióxido de carbono (CO2) del transporte en algunas de las rutas más transitadas, aunque apenas cubren el 10 % del trayecto. Por ejemplo, el 60 % del CO2 de transportar un regalo de China a Madrid procede de un camión. Si alejamos poco a poco el foco, el transporte de mercancías por carretera supone casi el 30 % de las emisiones totales del transporte. Y este, a su vez, es responsable de casi el 25 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre, según datos de la Universidad de Oxford.
Los retos y los beneficios de lograr un sistema de transporte sostenible rivalizan en importancia. Reformar una inmensa red que mueve personas y mercancías alrededor del mundo y que ha sido construida sobre el poder energético de los combustibles fósiles (en particular, del petróleo) puede parecer imposible. Pero lograrlo significaría reducir en gran medida las emisiones de gases que están cambiando el clima, la dependencia de los combustibles fósiles o la contaminación de las ciudades, entre otros aspectos.
“Lo más sostenible es no moverse, pero esto es imposible”, señala Francesc Robuste, catedrático de Transporte de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC). “Así que la idea del transporte sostenible es moverse de manera que no hipotequemos recursos futuros. En este sentido, caminar es la mejor opción. La bicicleta también es fantástica, ya que, aunque necesitamos algunos recursos para construirla, el motor seguimos siendo nosotros. A partir de aquí, en cualquier vehículo a motor, en cualquier medio de movilidad motorizada que transforma energía en movimiento, la sostenibilidad ya es más complicada”.
Hablar de transporte sostenible es hablar de muchas cosas. Partiendo de la idea de trabajar para que la movilidad no hipoteque recursos energéticos y materiales futuros, la sostenibilidad se traduce en multitud de frentes de acción en los diferentes medios y sistemas. Hablar de transporte sostenible es hablar de electrificación y energías limpias, pero también de planificación urbana y de transformaciones sociales.
El papel del coche eléctrico y los combustibles alternativos
El 72 % de la huella de carbono del transporte procede de la movilidad por carretera. A pesar de la importancia del transporte por mercancías, el movimiento de personas es el factor de más peso en la ecuación. Entre todos los medios utilizados, uno destaca por encima de todos: el coche. En Europa, a pesar de ser un continente con una implantación elevada de medios alternativos como el tren, los turismos de pasajeros generan el 60 % de las emisiones de CO2 relacionadas con el transporte.
De ahí que transitar hacia un sistema en el que los coches no emitan gases nocivos se haya marcado como una prioridad de lograr un transporte sostenible. En este sentido, la industria de la automoción está trabajando en varias líneas:
- Electrificación. Los coches eléctricos son una de las soluciones más asequibles para avanzar con la descarbonización sin cambiar demasiado. Permiten mantener el modelo de movilidad actual y la industria de la automoción (a nivel global, responsable del 3 % del PIB). Según la Agencia Internacional de la Energía, más de 16 millones de vehículos eléctricos circulan ya por el planeta.
- Hidrógeno. Aunque los vehículos eléctricos de pila de hidrógeno no están tan desarrollados como los eléctricos de batería, han señalado como una alternativa interesante para reemplazar a los vehículos pesados por dos razones: evitan el uso de baterías (aumentan de tamaño cuanto más potencia se necesite) y tienen tiempos de repostaje cortos, similares a los de los combustibles fósiles.
- Biocombustibles. El biodiésel derivado de aceites y grasas vegetales y el bioetanol producido mediante la fermentación de cualquier materia vegetal son otras de las muchas alternativas. Su combustión genera emisiones, pero estas se capturan en gran parte en los cultivos en los que se producen las materias primas utilizadas en los combustibles. Los biocombustibles no son la solución perfecta, pero pueden ser usados por la flota de vehículos actual, por lo que sirven para reducir de forma inmediata las emisiones del transporte.
Movilidad urbana: densificación, bicicletas y ‘carsharing’
La ciudad de Pontevedra, en Galicia, no tiene metro, pero tiene metrominuto. En las últimas décadas, la pequeña urbe del norte de España ha apostado por la movilidad urbana sostenible, favoreciendo el uso de bicicletas y transporte público y, sobre todo, impulsando que la gente camine en una ciudad cada vez más peatonal. Su metrominuto no es otra cosa que un mapa sinóptico que mide distancias y tiempos caminando entre diferentes puntos de la ciudad, ilustrando lo sencillo que puede ser llegar andando a cualquier sitio.
Como Pontevedra, muchas otras ciudades han apostado por sacar, poco a poco, a los coches de las ciudades. “La sostenibilidad del transporte pasa en gran medida por una mejor planificación”, explica Francesc Robuste. “Desde el punto de vista urbanístico, es importante volver a ciudades de escala humana y más densas y evitar la zonificación, con un área dedicada a oficinas, otra a dormitorio, etc. Esto genera muchas necesidades de transporte. Hay que trabajar por ciudades en las que todos los servicios y los trabajados estén repartidos, de forma que esté todo lo más cerca posible”.
En un mundo cada vez más urbano, si el coche privado deja las ciudades, la población necesita alternativas de movilidad más allá de caminar y usar la bicicleta. Una de ellas es el ‘car sharing’, un sistema para compartir vehículos que permite acceder a un coche de forma flexible, solo cuando existe la necesidad de usarlo, sin la obligación de tener uno en propiedad. Otra, que implica además beneficios de carácter social, es reforzar la red de transporte público colectivo.
Según cálculos de la Universidad de Oxford, un coche emite 192 gramos de CO2 por cada kilómetro que transporte un pasajero. Un autobús genera 105 gramos y un tren, 41. “En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, el coche empezó a comerse el espacio de las ciudades, pero es algo que puede revertirse de forma paulatina. El urbanismo táctico es el mejor ejemplo para ir quitando espacio al vehículo privado contaminante”, concluye Robuste. “Resolver el tema de la densificación y la organización de las ciudades es mucho más complicado”.
Un futuro con más transporte ferroviario
El 8 % de los desplazamientos de pasajeros y el 7 % del transporte de mercancías del mundo se hace a través del tren. Pero este medio solo utiliza un 2 % de la energía que consume, en total, el transporte, tal y como indica un informe de Carbon Brief. De acuerdo con la Agencia Internacional de la Energía, apostar por el tren en las largas distancias (con alta velocidad para competir con los aviones) y en las cortas (con cercanías y metros para cohesionar las ciudades y facilitar que los ciudadanos dejen el coche a diario) es una de las formas más efectivas de lograr la sostenibilidad del transporte.
“En el transporte de mercancías de larga distancia, el tren es hoy por hoy lo más eficiente, pero requiere una infraestructura cuyo impacto también hay que tener en cuenta”, añade el catedrático de la UPC. “Las ventajas del tren son, sobre todo, un bajo coeficiente de rozamiento –lo cual reduce las necesidades de energía–, la vía segregada que no comparte con otros vehículos y las ruedas troncocónicas, que permiten que el vehículo se autoguíe. Esto le permite arrastrar mucha carga con un coste bajo. Si van llenos, claro”.
Dentro de las líneas marcadas por el Pacto Verde Europeo, que persigue reducir las emisiones del transporte en la UE en un 90 % en 2050, se prevé que el tráfico ferroviario de alta velocidad para pasajeros se haya duplicado en todo el territorio para 2030 y que para mitad de siglo el tráfico de mercancías por ferrocarril se haya también multiplicado por dos. Hoy, en la UE el 13 % de la carga y del 7 % de los pasajeros se mueven en tren.
¿Y qué hacemos con los barcos y los aviones?
En el futuro del transporte sostenible hay dos grandes incógnitas. Mover un coche con batería parece, más o menos, sencillo. ¿Pero cómo hacer que un avión levante el vuelo sin la potencia que le da el queroseno? ¿Y cómo conseguir que un inmenso buque de contenedores cruce el océano Pacífico sin tocar puerto?
Los grandes barcos mueven el 80 % de las mercancías del planeta: sin ellos, la cadena global de suministros no sería posible. La electrificación del sector es imposible con la tecnología actual, ya que las necesidades de autonomía y de potencia de los buques están lejos de lo que ofrecen las baterías. Sin embargo, el transporte marítimo está trabajando en algunas formas de reducir su huella de carbono, como sistemas de aprovechamiento del calor residual de los motores o el uso de combustibles alternativos como el metanol.
La descarbonización del transporte aéreo presenta los mismos desafíos que la del marítimo. Aunque hay experimentos con aviones eléctricos de pequeño tamaño, la industria está apostando por otras soluciones alternativas, como los combustibles sostenibles (agrupados bajo las siglas SAF), en uso desde 2016, aunque siempre mezclándolos con combustibles fósiles, o los motores de hidrógeno verde producido mediante renovables, una línea de desarrollo que todavía está dando sus primeros pasos.
Avanzar hacia el transporte sostenible no es una opción más, sino el único camino posible. Lograr una reducción significativa de las emisiones de gases de efecto invernadero en los próximos años y alcanzar la descarbonización completa de la economía en 2050 es la única manera de evitar los peores efectos del cambio climático. Abandonar los combustibles fósiles en el transporte significaría, además, tener aire más limpio y ciudades más saludables. Solo en Estados Unidos, reducir la contaminación atmosférica evitaría 50.000 muertes directas al año y reduciría el gasto sanitario en más de 600.000 millones de dólares.