¿Qué es el ‘slow water’? Así se pueden reducir los efectos de inundaciones y sequías
El movimiento ‘slow water’ (agua lenta) propone pacificar el agua y paliar los efectos de las inundaciones y sequías, cada vez más frecuentes por el cambio climático, creando zonas urbanas con vegetación y pavimentos permeables capaces de recoger y filtrar la lluvia.
Cuando el paisajista chino Yu Kongjian subió al estrado para recoger el Premio Sir Geoffrey Jellicoe 2020, concedido por la Federación Internacional de Arquitectos Paisajistas (IFLA en sus siglas en inglés), habló de su pueblo, Dong Yu (en la provincia de Zhejiang), donde el arroyo White Sand y el río Wujiang se encuentran, y los campesinos “gestionaban sabiamente” sus cultivos, siguiendo los ritmos de la naturaleza y adaptándose a una climatología “impredecible”.
El joven Yu marchó a Beijing y empezó a diseñar bonitos jardines. Al regresar a su pueblo al cabo de los años se lo encontró destrozado. Colinas niveladas, lagos y humedales desecados, ríos canalizados y represados. “El bosque sagrado y los árboles de alcanfor habían sido cortados; el arroyo se había convertido en una cantera de grava”, recordó durante su discurso. Aquello era “lo opuesto a todo lo aprendido sobre cómo crear ciudades y paisajes habitables”. Y se preguntó: “¿Hay algo más que debería estar haciendo?”.
El concepto 'ciudad esponja'
La respuesta la fue encontrando a partir de 1998, cuando ya tenía su doctorado en Diseño por la Universidad de Harvard (EE. UU.) y había fundado su propia firma de paisajismo, Turenscape. Y su solución se llama ‘slow water’. Un movimiento que defiende que tratar de controlar el agua con infraestructura gris (presas, canalizaciones o tuberías) es un error que no evita las inundaciones y acentúa los problemas de suministro en periodos de sequía. En su lugar, propone construir lo que denomina ‘ciudades esponja’, capaces de absorber mayores cantidades de lluvia.
“Hemos de trabajar a favor y no en contra del agua, y es algo acuciante en un contexto de cambio climático en el que los fenómenos naturales adversos se intensifican”, tercia Fernando García Martín, subdirector de Estudiantes, Empresa, Comunicación y Cultura de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura y Edificación de la Universidad Politécnica de Cartagena. Le parece muy apropiado el símil de la ‘ciudad esponja’, dotada de tierra y cubiertas verdes, de poros libres de cemento y hormigón. Por ellos, el agua puede ir filtrando, suavizando la escorrentía (corriente de agua que se vierte al rebasar su depósito o cauce naturales o artificiales), aliviando los sistemas de alcantarillado y rellenando los acuíferos.
Yu Kongjian y su equipo han aterrizado su concepto de ‘ciudad esponja’ a lo largo y ancho de China. En Taizhou City rediseñaron el parque Yongning como un “jardín flotante con terraplenes que pueden reducir el flujo de las inundaciones a más de la mitad, creando una matriz natural de humedales que se inunda estacionalmente”, según explicó el arquitecto durante su discurso. En Jinhua, el diseño de puentes, caminos y terrazas con vegetación está pensado para adaptarse a las inundaciones del monzón. En Harbin, el terreno poroso del parque de Qunli filtra las aguas pluviales urbanas, que se almacenan en depósitos subterráneos.
Un recurso, no un residuo
“Hemos de gestionar la lluvia en entornos urbanos como un recurso y no como un residuo”, precisa Sara Perales, consejera delegada de Green Blue Management SLU, del grupo TYPSA, empresa consultora especializada en Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS). “Ahora intentamos deshacernos del agua tan rápido como sea posible, captándola en imbornales y colectores, sin importarnos cómo llegan esos grandes volúmenes, más contaminados, y a gran velocidad, a los puntos receptores, provocando inundaciones aguas abajo”, añade. Los SUDS, por el contrario, intentan atajar el problema en la fuente, “reproduciendo la hidrología previa al desarrollo urbano” a golpe de vegetación y permeabilidad.
“Se trata de urbanizar de manera diferente”, insiste Perales, con zonas permeables que se anegan temporalmente. Pueden ser grandes parques inundables, como el de La Marjal en Alicante (España), con caminos elevados y áreas verdes que embalsan las precipitaciones. Incluso infraestructuras como aparcamientos. O soluciones más 'micro', de las que enumera algunas: “jardines convencionales que, en lugar de convexos sean cóncavos para recoger la lluvia”; cubiertas vegetadas; tejados vertiendo su carga hacia aljibes, “una técnica ancestral que se ha ido perdiendo”, según los describe; o medianas diseñadas en depresiones, que absorban la escorrentía de su viario.
Acciones de distinta envergadura que, según Perales, suman tanto para suavizar la emergencia, léase la inundación, como para aprovechar el suministro de cara a los periodos de sequía. Ambos conforman la otra cara catastrófica cara de la moneda del calentamiento global. “Por un lado, reducen la aportación a los colectores y ayudan a mantener la resiliencia de la infraestructura y a mejorar la calidad del agua. Por otro, el suministro se capta, filtra y conduce para poder ser aprovechado”, ahonda.
En España, los ayuntamientos de Barcelona, Castellón o Valencia se han interesado por los SUDS, que estarán incluidos, también, en el desarrollo de Madrid Nuevo Norte. En 2020, García Martín trabajó en un proyecto para implementarlos en los municipios del Mar Menor (Murcia): su equipo propuso la eliminación de barreras, obstáculos o embudos para el agua; y, tras estudiar las características específicas del territorio, se decantó por soluciones 'micro', como pavimentos permeables o pequeñas zanjas de infiltración.
“La visión ha de ser integral, global. La renaturalización de los espacios o la intervención en los cauces mejora la gestión hídrica pero también las condiciones ambientales o la calidad del aire”, comenta García Martín, en línea con la Comisión Europea y la Agencia Europea de Medio Ambiente, que apuestan por la infraestructura verde y las soluciones basadas en la naturaleza. Perales coincide: “Redundan en beneficio del ambiente urbano”.