¿Qué es el mijo? El cereal del futuro llegado desde el pasado que combate el hambre
El mijo se cultiva desde hace 10.000 años, pero es ahora, con el cambio climático y sus consecuencias, cuando los expertos redescubren sus virtudes: es un cereal muy resistente que ayuda a combatir el hambre y a subsistir a muchos pequeños agricultores. Las Naciones Unidas (ONU) ha declarado 2023 el Año Internacional del Mijo.
A pesar de trabajar 16 horas al día bajo el sol, Subasa Mohanta volvía muchas veces a casa sin suficiente dinero para alimentar a su familia. Esa era la vida que había conocido durante sus casi 50 años, hasta que en 2018 una pequeña bolsa de semillas lo cambió todo. Las plantó en el pequeño terreno que rodeaba su casa en la India y en apenas dos meses recogió su primera cosecha de mijo. Tras asegurar la alimentación de los suyos, vendió el resto a un precio justo, y desde entonces su situación no ha dejado de mejorar.
Hoy, Subasa Mohanta sigue trabajando su tierra y otras 3,2 hectáreas que alquila gracias a los beneficios del mijo. Además, asesora a otras mujeres como ella del estado de Odisha –en el este del país– sobre cómo recuperar este cultivo ancestral. Se trata de un cultivo mucho más resistente a las altas temperaturas y a la sequía que la mayoría de los cereales, con menor necesidad de aportes en forma de agua y nutrientes y, además, muy saludable.
La historia de Mohanta es uno de los resultados de la misión Odisha Millets, desarrollada por el gobierno indio con el apoyo del Programa Mundial de Alimentos de la ONU con el objetivo de recuperar el cultivo de mijo como forma de combatir el hambre y mejorar el nivel de vida. Y es que esta antigua familia de cereales, que Naciones Unidas celebra en 2023 con la declaración del Año Internacional del Mijo, tiene el potencial de reforzar la seguridad alimentaria global frente a los retos del cambio climático.
Desde hace más de 10.000 años
Los orígenes del mijo se pierden en la memoria de nuestra especie. Tras la domesticación del trigo, la cebada y el centeno, la revolución neolítica se extendió por el planeta. La agricultura iba, poco a poco, conquistándolo todo y cambiando las sociedades humanas a su paso. En cada lugar, la domesticación de las plantas salvajes se centraba en aquellas especies más propicias para el cultivo bajo las condiciones climáticas locales. En muchas zonas de África y Asia, esas especies se agruparon bajo el nombre genérico de mijo, un grupo de cereales que se cultiva desde hace al menos 10.000 años.
“El término mijos se usa para indicar un grupo muy amplio de cereales con semillas pequeñas que crecen en zonas áridas y semiáridas”, explica Carla Lancelotti, investigadora del grupo Culture, Archaeology and Socio-Ecological Dynamics de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). De todas ellas, las variedades más cultivadas en la actualidad son el mijo perla ('Pennisetum glaucum'), el mijo proso ('Panicum miliaceum') y el mijo cola de zorra ('Panicul italicum L.'). La producción se concentra en la India (un 40 % del total), Mali, Nigeria y Níger, aunque su cultivo se mantiene también en todos los países del Sahel y en África Occidental.
La gran ventaja es que el mijo no solo se adapta a suelos pobres y secos, sino que es más resistente y las probabilidades de obtener una cosecha en condiciones extremas son mucho más elevadas que con otros cereales. “Su fisiología le permite fijar el dióxido de carbono (CO2) durante la fotosíntesis de manera más eficaz que, por ejemplo, el trigo o la cebada. Eso les permite minimizar el desperdicio de agua y crecer en zonas con menor disponibilidad hídrica, temperaturas más altas y suelos menos fértiles”, añade Lancelotti.
La investigadora de la UPF acaba de liderar un estudio, financiado dentro del programa Raindrops del marco Horizonte 2020 de la Unión Europea, que ha demostrado que los mijos son aún más resistentes y adaptables a zonas áridas de lo que se pensaba. Y profundiza en cómo las comunidades humanas desarrollaron estrategias agrícolas sostenibles, resilientes y adaptadas a su contexto local a lo largo del tiempo, aunque las últimas décadas de mecanización de la agricultura nos hayan hecho olvidarlo.
Un aliado frente al cambio climático y el hambre
Los mijos se cultivan en la India desde hace al menos 5.000 años. Pero a lo largo de estos cinco milenios, su protagonismo en la dieta y la producción agrícola en la región ha ido cambiando mucho. Desde 1950, el volumen de producción apenas ha variado (en 2021 fue de 13,2 millones de toneladas, según la FAO), pero su importancia solo ha hecho disminuir. A mediados del siglo pasado, los mijos suponían el 20 % de la ingesta de cereales de la población, pero hoy apenas representan el 6% y han dejado su lugar al arroz y el trigo.
Esta caída en el consumo, acompañada generalmente de una caída o un estancamiento en la producción, ha sido generalizada en todo el mundo desde el inicio de la revolución verde. “Bajo la idea de modernizar la producción agrícola, en las regiones que hemos investigado (Sudán, Etiopía, Pakistán y Botsuana) se han adoptado técnicas y modelos de cultivo occidentales que, además de ser poco sostenibles desde el punto de vista medioambiental, han contribuido a la pérdida de conocimiento de prácticas tradicionales”, explica Carla Lancelotti.
“En el sur global la noción de modernidad a menudo se corresponde con la occidentalización, que afecta los gustos y las aspiraciones de la gente y, en consecuencia, orienta la producción y el mercado”, añade. “En este marco de pensamiento, los mijos han sido considerados como comida de pobre (o de emergencia en casos de crisis) y descartados en favor de cereales como el trigo, la cebada o el maíz. Esta tendencia ha contribuido a la disminución de su producción en todo el mundo”.
Ahora, la FAO lidera un esfuerzo por restaurar su imagen. Los mijos no solo son un gran aliado para la agricultura y el refuerzo de la seguridad alimentaria en un contexto climático cada vez más extremo, sino que son un alimento saludable (como grano entero, es una fuente importante de antioxidantes, minerales, proteínas y fibra), ofrecen opciones de subsistencia a los pequeños agricultores y pueden contribuir a mejorar la diversidad del sistema alimentario mundial.
“Aumentar la producción de mijos puede ser clave para la seguridad y soberanía alimentaria en muchos países, especialmente en aquellos donde las características climáticas crean una situación complicada para otros cultivos más exigentes”, concluye la investigadora.
“Considerando las tendencias climáticas de los últimos años, con el importante incremento de las temperaturas y la reducción e imprevisibilidad de las precipitaciones, y sobre todo las previsiones a medio plazo que indican una posible expansión de las zonas áridas, los mijos parecen ser los cereales del futuro”.