¿Qué es el mercado de carbono azul? Compensar las emisiones regenerando los ecosistemas costeros
Los ecosistemas costeros son grandes depósitos de carbono. Para frenar el cambio climático, no solo es importante dejar de quemar combustibles fósiles y emitir dióxido de carbono (CO2), también hay que asegurar que esos sumideros de carbono permanecen intactos. Las marismas de Cádiz (España) han sido elegidas para crear el primer mercado de carbono azul de la eurozona, que permite a las empresas compensar las emisiones de CO2 que no puedan eliminar a través de planes de conservación y regeneración de ecosistemas.
Cuando Balbo el Mayor construyó el Portus Gaditanus y lo convirtió en una pieza central de la batalla entre Julio César y Pompeyo, la actual bahía de Cádiz ya era un enclave con historia. Los orígenes de los asentamientos humanos en la zona y su desarrollo están llenos de zonas de sombra, pero lo que sí está claro es que este paraje de esteros y marismas, formado por el Atlántico y los ríos Guadalete, Iro y Salado de Rota, ha sido un hervidero de actividad durante milenios.
Los sucesivos puertos (durante siglos, Cádiz concentró el comercio de España con sus colonias en América), la pesca y la extracción de sal se encargaron de moldear un enclave natural único, uno que ahora tiene una de las llaves para encontrar soluciones al cambio climático y la crisis medioambiental en la que nos encontramos. Y es que, por encima de todo lo demás, la bahía de Cádiz es un inmenso depósito de carbono azul.
¿Qué es el carbono azul?
La vida, tal como la conocemos en la Tierra, no tiene sentido sin el carbono. Sus propiedades químicas le permiten unirse a muchos otros elementos y formar moléculas complejas, como las proteínas, las grasas o los hidrocarburos. Así, todos los ecosistemas de la Tierra almacenan carbono en su interior. Mientras estamos vivos, todos y cada uno funcionamos como pequeños sumideros de carbono.
Sin embargo, cuando la actividad orgánica cesa o los ecosistemas se degradan o destruyen, ese carbono se libera y forma, entre otras moléculas, dióxido de carbono y metano, dos de los grandes culpables del efecto invernadero que está cambiando el clima del planeta. Por eso, para frenar el cambio climático, no solo es importante dejar de quemar combustibles fósiles y emitir CO2, sino asegurar que los grandes depósitos de carbono de la Tierra permanecen intactos.
Cuando hablamos de sumideros de carbono, tendemos a pensar en los grandes bosques de la Amazonía. Sin embargo, las selvas tropicales no son los depósitos más eficientes. El 83 % del ciclo de carbono global tiene lugar en los océanos y la mitad de todo el carbono que atesoran los mares se almacena en los ecosistemas costeros, a pesar de que estos solo cubren un 2 % de toda la superficie oceánica total.
Así, en los últimos años se le ha empezado a prestar cada vez más atención al carbono azul, el carbono que guardan los ecosistemas costeros y, en particular, las praderas marinas, las marismas y los manglares. Son ecosistemas que capturan el carbono lentamente, pero de forma mucho más eficiente que los bosques terrestres. De hecho, se calcula que almacenan varias decenas de veces más carbono por hectárea que una selva tropical. Y protegerlos es fundamental para asegurar que todo ese carbono permanece enterrado durante milenios.
La regeneración y los mercados de carbono azul
Cada año, 1.020 millones de toneladas de CO2 son liberadas de los ecosistemas costeros degradados. Esta cifra equivale al 19% de las emisiones anuales provocadas por la destrucción de las selvas tropicales, según datos de la Blue Carbon Initiative, un programa de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la UNESCO (IOC-UNESCO).
Las causas de la degradación son muchas. En la bahía de Cádiz, por ejemplo, las marismas sufren la contaminación hídrica, la deforestación del entorno, la sobreexplotación de los acuíferos, la ocupación de suelos para usos agrícolas e industriales o la alteración de los ecosistemas por la introducción de especies invasoras. Su regeneración, sin embargo, podría suponer una nueva oportunidad en la lucha contra el cambio climático y el desarrollo de los llamados mercados de carbono azul.
La UICN ha elegido precisamente las marismas gaditanas para el proyecto LIFE Blue Natura, que persigue crear el primer mercado de carbono azul en la eurozona. De la mano del Sistema Andaluz de Compensación de Emisiones (SACE), que permite a las empresas compensar las emisiones de CO2 que no puedan eliminar por medio de planes de conservación y regeneración de ecosistemas, el proyecto ha cuantificado el carbono azul de la costa gaditana y ha creado un estándar para verificar el impacto de cada una de las actuaciones de restauración.
Este proyecto piloto, que ha analizado 365 hectáreas de costa repartidas entre las marismas de Puerto Real y la orilla norte del río Guadalete, ha concluido que la restauración de esta pequeña superficie supondrá la captura de más de 106.000 toneladas de dióxido de carbono equivalente durante el próximo medio siglo. Ahora, LIFE Blue Natura busca compradores para todos esos créditos de carbono. Entidades que quieran financiar la regeneración de la bahía de Cádiz, contribuir al desarrollo del mercado del carbono azul y compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).