¿Qué es el medioambiente y por qué es clave para la vida?
El medioambiente es el espacio en el que se desarrolla la vida de los distintos organismos favoreciendo su interacción. En él se encuentran tanto seres vivos como elementos sin vida y otros creados por la mano del hombre.
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Dentro de los primeros, agrupados bajo la denominación de factores bióticos, forman parte —además del ser humano y del resto de animales— toda la flora del planeta junto a los hongos y a pequeños organismos que cumplen funciones esenciales para el sostenimiento de la vida, y cuyo principal representante son las bacterias.
Por otro lado, existen los elementos sin vida, conocidos como factores abióticos. Estos son esenciales para la subsistencia de los organismos vivos y conforman el espacio físico del ambiente, siendo los componentes básicos del ecosistema. Ejemplo de ellos son el agua, el aire y el suelo. En cuanto a los artificiales, destacan las tradiciones, la urbanización o la cultura. Estos se caracterizan por haber sido creados por el ser humano. La suma de todos conforma el medioambiente.
La ciencia que estudia el medioambiente
Todo lo relacionado con el medioambiente es estudiado por la ecología, una rama de la biología especializada en los seres vivos y en su interacción con el medio. Los especialistas de esta disciplina tienen en la forestación una cuestión fundamental. Hay que tener en cuenta que los árboles cumplen funciones vitales para gran parte de la fauna existente y para los seres humanos. Tanto es así que son los principales productores de oxígeno de los ecosistemas terrestres.
Cada 5 de junio, el mundo conmemora el Día del Medioambiente. El objetivo es concienciar a la sociedad sobre la importancia de garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales. Las cifras hablan por sí solas: 1.200 toneladas de CO2 se vierten a la atmósfera cada segundo, 8.000 personas mueren al día en algún punto del planeta por causas relacionadas con la contaminación del aire, alrededor de 140.000 elefantes africanos desaparecieron en la última década como consecuencia de la falta de acceso a la alimentación o al agua. De ahí la importancia de contribuir a garantizar una sostenibilidad real a largo plazo de los ecosistemas.
El medioambiente, clave para la vida
Cualquier organismo obtiene del medioambiente el sustento necesario para garantizar su supervivencia, no solo alimento, sino, también, refugio, aire o energía. Por eso, mantener su equilibrio resulta fundamental para asegurar la vida tal y como se conoce hoy en día. En el caso de los seres humanos, precisamos del consumo de gran cantidad de recursos naturales para comer, vestirnos o, incluso, para fabricar herramientas y otros productos que luego utilizamos en nuestras actividades diarias. Cuidar el ecosistema para hacer sostenible el uso de estos recursos y evitar su desaparición no es, por lo tanto, una filosofía simplemente bondadosa en relación con el planeta en el que vivimos, sino que nos va nuestra propia vida en ello.
Por sí solos y sin ninguna intervención humana, la mayoría de los ecosistemas, comprendiendo dentro de estos la distinta flora y fauna que los conforman, serían autosuficientes, gracias al desarrollo de un equilibrio tal que garantizan su propia supervivencia a través de la biodiversidad. Sin embargo, la mano del hombre en el pasado ha sido letal para ellos, ya que el no cuidado de sus interacciones ha provocado la desaparición de especies o la reducción relevante en su número de especímenes vivos.
Por todo ello, resulta fundamental la concienciación global de la sociedad para que realice un uso consciente y racional de los entornos con los que nos relacionamos. De este modo, además de garantizar la sostenibilidad, también se promueve el mantenimiento de los factores bióticos y abióticos para las generaciones futuras, de manera que, a largo plazo, se está trabajando colectivamente en el mantenimiento, en la conservación y en la mejora de los ecosistemas.
Según el Banco Mundial, cuando el medioambiente y los recursos naturales se administran bien, pueden ser la base de un crecimiento sostenido e inclusivo, contribuyendo decisivamente a la reducción de la pobreza. Además, este organismo afirma que un tercio de las 100 ciudades más grandes del mundo se abastece de agua a partir de áreas protegidas, mientras que tres cuartas partes de los 115 principales cultivos alimentarios del mundo se basan en la polinización animal. En los países en desarrollo, los bosques, los lagos, los ríos y los océanos aportan una proporción considerable de los alimentos, combustibles e ingresos de los hogares, y constituyen una red de protección social muy valiosa en épocas de crisis, particularmente para los pobres que viven en zonas rurales.
Sin embargo, hoy, entre el 60 % y el 70 % de los ecosistemas del mundo se está degradando más rápido de lo que pueden recuperarse. La gestión inadecuada del medioambiente y de los recursos naturales da lugar a pérdidas económicas considerables; por ejemplo, alrededor de 80.000 millones al año se desaprovecha debido a la mala gestión de la pesca en los océanos. Por su parte, la contaminación atmosférica es el cuarto factor de riesgo más importante de muertes prematuras, y contribuye a 1 de cada 10 muertes en todo el mundo, causando grandes pérdidas de bienestar e ingresos.
En conclusión, la naturaleza está bajo amenaza y un millón de especies de animales y plantas, de un total estimado de ocho millones, están en riesgo de extinción, muchas de ellas en unas décadas, según el último informe de la Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).
Contaminación y transformación del medioambiente
La vida está en permanente evolución. Desde que se originó hace millones de años, los seres han estado en continua transformación, de modo que algunos se adaptaban a las condiciones cambiantes del ecosistema mientras otros desaparecen por el camino. De esta manera, la vida en la Tierra ha logrado persistir en el tiempo de un modo natural, logrando salir adelante y triunfar en condiciones tan adversas como un gran cataclismo en el clima, inundaciones de la corteza terrestre o violentas erupciones volcánicas.
Todos estos procesos han sido consecuencia del inexorable paso de periodos de tiempo muy largos, que han permitido a los ecosistemas y a la propia biosfera ir encontrando el equilibrio a largo plazo. El problema es que desde que el hombre dejó de ser un animal nómada e itinerante para establecerse en lugares fijos y desarrollar la economía, cada vez se ha ido acelerando más la influencia y el cambio que ha ejercido en la modificación del medioambiente, utilizando los recursos para su supervivencia y su propio bienestar. Algunas de estas acciones han traído aparejadas consigo la destrucción del medio o, al menos, su contaminación.
¿Cuáles son los principales factores que afectan el medio ambiente?
A partir de mediados del siglo XVIII en adelante, el despegue de la Revolución Industrial significó la sobreexplotación de los recursos naturales, con la presencia de agentes químicos, físicos o biológicos que han tenido un impacto negativo sobre el equilibrio de los ecosistemas, aumentando, de manera exponencial, la contaminación del medioambiente. La extracción y la utilización sin control de los recursos minerales, la destrucción de los bosques, el crecimiento de la agricultura y de la ganadería intensivas, el desarrollo imparable de las ciudades o la apuesta por las energías no renovables y por la utilización de los combustibles fósiles han provocado unos niveles de deterioro de muchos ecosistemas prácticamente irreparables.
En el caso del agua, los desechos industriales y domésticos o la pesca indiscriminada han diezmado a muchas especies, cambiando los sistemas de equilibrio, por ejemplo, en la pirámide alimentaria. En cuanto a los recursos naturales, el abuso de la minería para producir petróleo o elementos para la industria han llenado muchos ecosistemas de desechos no biodegradables, que tardarán varios siglos en poder eliminarse de un modo natural. Por su parte, el uso de combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo o el gas natural, en industrias, sistemas de calefacción o medios de transporte, libera cada día toneladas de gases nocivos, como el CO2, a la atmósfera, contribuyendo, de este modo, al calentamiento global. En cuanto al suelo, los pesticidas y los residuos plásticos han provocado un deterioro en sus propiedades naturales prácticamente imposible de revertir.
¿Se está a tiempo de evitar su destrucción del medioambiente?
Según la Organización Mundial de la Salud, entre el 30% y el 50% de las especies que existen en la actualidad podría haberse extinguido en 2050, como consecuencia de una amalgama de factores, como el cambio climático, la pérdida de su hábitat o el consumo humano indiscriminado. Este organismo, con todo, advierte que todavía se está tiempo de evitar esta y otras terribles consecuencias sobre la biosfera de cara al futuro, pero que, para lograrlo, se necesita de la toma de conciencia y de la involucración de todos los países, de manera que se implementen políticas globales que promuevan el cuidado del medioambiente y el uso racional de los recursos por parte de industrias y dentro de las propias ciudades.
Desde el punto de vista supranacional y con una vocación mundial, existe desde hace tiempo el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que actúa como promotor, catalizador y educador para una utilización sostenible de los recursos naturales, de modo que tenga un efecto positivo en el medioambiente del planeta. En esta entidad se evalúan las condiciones y las tendencias ambientales a nivel global, regional y nacional, además de promover las relaciones y las alianzas entre instituciones para que se lleve a cabo una gestión racional del medioambiente.
A título individual, cada uno de nosotros también podemos tomar nuestras propias medidas con una óptica orientada hacia la sostenibilidad, por ejemplo, realizando un uso más eficiente y consciente del agua, reciclando la basura y evitando el uso de plásticos, cuidando y manteniendo los espacios verdes en las ciudades, no utilizando medios de transporte basados en combustibles fósiles y sí en energías renovables a gran escala o placas solares para autoconsumo, e incentivando la movilidad sostenible, o llevando a cabo un uso racional de la electricidad en casa apostando por la iluminación basada en el bajo consumo.