¿Qué es el estrés térmico? Así afecta a las personas y a la biodiversidad
Más olas de calor, más estrés térmico. La carga de calor que las personas reciben y concentran en su cuerpo tiene consecuencias para la salud, en especial cuando se combina actividad física y altas temperaturas. Y, sobre todo, en las ciudades y en un contexto de cambio climático.
Las olas de calor son cada vez más frecuentes, cada vez más intensas y cada vez más extensas tanto en tiempo como en territorio. Como consecuencia, el exceso de calor aumenta cada década que pasa, y con esto la probabilidad de que aparezca estrés térmico. Este es un índice sintético que nos ayuda a entender cómo nuestro cuerpo reacciona ante las condiciones meteorológicas. “Tiene en cuenta también la humedad relativa del aire, la fuerza de las rachas de viento, o incluso la exposición al sol”, en palabras de Ivana Cvijanovic, investigadora que trata de aportar luz a este fenómeno con sus estudios.
No existe una definición de ola de calor aceptada globalmente. Todas las manejadas por organismos internacionales se refieren a “periodos inusuales de calor excesivo”. Además, tienen impacto en morbilidad, mortalidad, vulnerabilidad social y pérdidas económicas (principalmente agricultura).
El estrés térmico, además de un cuadro médico una vez superado cierto umbral meteorológico, es también el nombre que se le da a dicho umbral. Puede pensarse como una barrera que una vez superada juega primero en detrimento del confort, y después de la salud, como señala Cvijanovic en sus publicaciones. A medida que aumentan las olas de calor, aumenta también el riesgo de estrés térmico.
En una conversación con Dominic Royé, climatólogo y responsable de ciencia de datos en la Fundación para la Investigación del Clima, así como miembro de Salud Pública en la Universidad de Santiago de Compostela, asegura que “en general, las olas de calor están aumentando en frecuencia, intensidad, extensión geográfica y duración”, como explica en su estudio sobre las proyecciones de las olas de calor en la península ibérica.
Samantha Burgess, directora adjunta de Copernicus, informaba a mediados de 2023 de que vivíamos en los días más cálidos registrados, al tiempo en que la NASA ha hablado del mes de julio de este año como el más caluroso desde 1880 (inicio de la serie histórica).
¿Cómo influye el estrés térmico en las personas?
“La combinación de actividad física y altas temperaturas ambientales puede ser muy exigente para el cuerpo, que puede no ser capaz de mantener la temperatura corporal interna dentro de un rango saludable”. Lewis G. Halsey es profesor en la Facultad de Ciencias de la Vida y la Salud de la Universidad de Roehampton. Autor de varios estudios científicos relacionados con la actividad metabólica humana y la temperatura, responde qué es lo que le ocurre a las personas cuando trabajan en un ambiente de calor excesivo.
“Una vez que la temperatura interna supera los 40 grados, las personas corren el riesgo de sufrir estrés térmico e incluso un golpe de calor. ‘In extremis’, esto puede causar daños en los órganos, que pueden ser reversibles o no”. Aunque este experto en calor señala que no tiene por qué pasar nada si el cuerpo de una persona (“su fisiología”) es capaz de soportar el calor, las consecuencias de lo contrario “puede tener una serie de efectos nocivos, desde pérdida de coordinación hasta desmayos y daños en los órganos”.
Como explica Carlos Camacho, investigador en Doñana, en un vídeo sobre la desertización del campo, “la temperatura media [elevada] no te mata, pero sí lo hace la temperatura extrema [cuando esta también se eleva]”. Son los nuevos extremos de la crisis climática lo que más preocupa.
Como adelantaba Lewis G. Halsey y Dominic Royé, en el extremo del estrés térmico y golpe de calor está el fallecimiento debido a las altas temperaturas, que cada década adquiere más y más notoriedad debido al aumento de casos. En este nuevo episodio del cambio climático, bautizada en 2023 como “era de la ebullición global” por Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, resulta imperativo tomarse en serio este riesgo creciente.
Durante el año 2022, las muertes atribuibles al exceso de calor llegaron a más de 5.300 en España, más otros 6.700 durante calor moderado; en Sudamérica, los fallecimientos relacionados con el calor aumentaron en un 160 % entre 2017 y 2021.
México es uno de los países que más está sufriendo este fenómeno, con un incremento de fallecimientos por calor nunca antes visto: a mitad de año el gobierno contaba 249 muertes en tres meses, más de un 1000 % con respecto al año previo. En Estados Unidos se dan subidas similares.
Se estima que en 2022 fallecieron entre 11.000 y 12.000 personas en Europa debido al exceso de calor —el factor de Factor de Exceso de Calor (EHF) es un concepto que incorpora dos aspectos fundamentales en de la ola de calor: la intensidad y la aclimatación del cuerpo humano.
Un riesgo más elevado en las ciudades
Carolyn Daher, investigadora en ISGlobal, indica que en el tejido urbano el riesgo de estrés térmico se agrava mediante el efecto isla de calor —los núcleos urbanos experimentan temperaturas más altas que en sus alrededores—, debido a que “la manera en la que están construidas nuestras ciudades hace que el calor sea absorbido por sus superficies y se irradie por la noche”.
Preocupada por el fenómeno, sostiene que “el efecto isla de calor en las ciudades puede contribuir a que en los meses de calor se incremente hasta en un 4 % la mortalidad, y durante una ola de calor es aún más relevante”. En Europa, y por su extensión, la ciudad de París es considerada la más peligrosa en caso de ola de calor. Aunque no todos los espacios son iguales.
Impacto en la biodiversidad
El impacto del estrés térmico y el exceso de calor ha sido estudiado principalmente en humanos, seguidos de animales muy antropizados: ganado y animales domésticos. Estos últimos, aunque viven en ciudades, suelen tener más vigilancia y entornos seguros porque las condiciones de confort humanas se extienden a ellos y, aunque se recomienda evitar paseos en olas de calor, no habitar a la intemperie e hidratarse, lo más grave lo sufre el ganado.
Agricultura y ganadería suelen poner el foco en la falta de producción asociada al estrés por calor. Por ejemplo, pérdidas en la producción de leche o disminución drástica de producción de grano. La biodiversidad urbana se adapta a las altas temperaturas de sus islas de calor, e incluso se han visto adaptaciones rápidas: nuevos mosquitos en el metro de Londres, mirlos que no migran, lagartos con dedos adaptados al ladrillo. Sin embargo, estos ejemplos son la punta de un iceberg del deterioro de la biodiversidad y pérdida de nichos en la cadena trófica, más susceptible al colapso.
En tierra, las temperaturas extremas están amenazando a los vertebrados directamente. Se ha visto cómo los biomas migran hacia los polos (y hacia cotas más altas) y hay ganado que busca sombra bajo placas solares para mitigar el calor. En el océano ocurre algo parecido e incluso hay peces que se sumergen a aguas más frías para controlar su termorregulación (además de disminuir en número y tamaño) y animales como delfines, orcas o ballenas tienen cada vez más dificultades para obtener un alimento que se desplaza hacia las profundidades.
La naturaleza está gravemente afectada debido al cambio climático y eventos como sequías o riesgo de incendios; y es igual de vulnerable a las olas de calor y el estrés térmico. Eso sí, espacios con más biodiversidad y más asilvestrados son más resilientes a los impactos derivados del calor excesivo.