¿Qué es el emprendimiento social? Ideas disruptivas para ayudar a los demás
Soluciones innovadoras que dan respuesta a problemas sociales. Así puede definirse el emprendimiento social, pero es mucho más. Conciencia, motivación y habilidades para ser empresario completan el perfil de quienes deciden optar por esta vía que además de ser una salida profesional permite ayudar a los demás.
“Los negocios sociales son empresas creadas para resolver problemas... Si todos creemos en ello, desaparecerá la oscuridad”. Cuando alguien se pregunta qué es el emprendimiento social puede encontrar la respuesta más acertada en esta frase de Muhammad Yunus, banquero, economista y líder social de Bangladesh. Además de todo ello, es Premio Nobel de la Paz por desarrollar el Banco Grameen, fundado en 1983 y que otorga microcréditos a los más necesitados para ayudarles a desarrollar la autosuficiencia financiera. El perfil de profesionales con una gran conciencia y motivación para ayudar a otras personas a través de una empresa está aumentando de manera vertiginosa en todo el planeta. El emprendimiento social es la nueva solidaridad.
Soluciones innovadoras para preocupaciones sociales, emprender para la sociedad, respuestas que vayan a la raíz de los problemas de las personas... Cualquiera de estos conceptos es adecuado para definir el emprendimiento social.
Haize Trueba los utiliza todos para dar sentido a lo que hace. Un sentido solidario y protector que le llevó a saber que su trabajo tendría una utilidad para los demás. Cuando se es joven, las iniciativas sociales parecen tener aún más valor. La juventud tiene conciencia y sabe que cuando el fin es la solidaridad su labor es aún más gratificante.
“Desde hace mucho tiempo quería trabajar en la mejora de la calidad de vida de los mayores, en dar un alivio a la soledad no deseada. Estudié un grado de Liderazgo Emprendedor e Innovación en la Universidad de Mondragón, y allí conocí a mis dos socios. Empezamos a mirar opciones y llegamos a un programa de alojamiento compartido, Kuvu. Ahora ayudamos a personas mayores a alquilar habitaciones de sus viviendas a jóvenes que vienen de otras ciudades, y así evitamos que se sientan solas”.
El negocio echó a andar en 2019, un mal momento porque la crisis provocada por el coronavirus estaba a punto de llegar y precisamente su modelo no era compatible con una pandemia del tipo de la que vivimos, donde la distancia social era una de las normas que imperaban. “Al principio trabajamos sobre todo en la parte tecnológica porque todo se lleva a cabo desde una plataforma en línea. El diseño tenía que ser muy inclusivo para que pudieran utilizarlo las personas mayores. Kuvu estaba funcionando muy bien cuando llegó el confinamiento y las posibilidades de convivencia entre desconocidos se redujeron a cero”, explica Trueba.
Pero Haize vio en ello una oportunidad. Lanzó entonces Covida, una ‘app’ que se convirtió en una red de apoyo solidario a personas mayores que necesitaban ayuda con la compra de alimentos o de medicamentos.
Fines sociales, fines comerciales
Es solo un ejemplo de emprendimiento social. Pero hay muchos. Miles. Según el Informe Especial Global Entrepreneurship Monitor (GEM) sobre Emprendimiento Social 2015, los datos sobre la puesta en marcha de este tipo de emprendimiento han aumentado en los últimos años en todo el mundo. El estudio recoge que el promedio mundial de personas entre 18 y 64 años que están en el proceso de crear una empresa social es del 3,2 %, una cifra inferior al 7,6 % de quienes se encuentran en vías de poner en marcha una empresa startup sólo con fines comerciales. Pero las formas de ver la vida ahora son diferentes. Los datos que aporta el propio informe son de antes de la pandemia. El coronavirus despertó muchas mentes emprendedoras con el objetivo de ayudar a los demás.
El país con el mayor porcentaje de empresas sociales en fases iniciales es Perú, con un 10,1 %, y el que posee el menor porcentaje es Corea del Sur, con un 0,3%. Si bien España ha avanzado en la creación de iniciativas sociales, aún posee un índice bajo respecto a otros países, pero está por encima de países como Alemania o Noruega.
Ahora es el momento en el que esos perfiles de emprendimiento social están despertando. Personas con una gran conciencia y motivación para ayudar a los demás que parece que están hechas de una pasta especial. Personas con un perfil que tiene mucho que ver con estas características:
- Tener conciencia de una problemática social y voluntad y motivación de querer cambiar la realidad.
- Tener habilidades para ser un empresario: liderar un equipo, buscar financiación, vender el producto y llegar al éxito.
Ashoka es una organización sensibilizada con el emprendimiento social desde hace 40 años. “Somos la quinta ONG con más impacto del mundo y queremos poner cara y ojos al emprendimiento social”, explica Alexandra Mitjans, su directora hasta 2022. “Nosotros buscamos a personas que quieran llevar a cabo este tipo de emprendimiento en 90 países y tenemos una red de 4.000 emprendedores. En España nominamos cada año a unas 800 empresas, de las que seleccionamos tres a las que apoyar”. Ashoka elige a emprendedores cuyos modelos innovadores de transformación social resuelven los problemas más acuciantes de nuestra sociedad.
Los tres tipos de perfiles para grandes cambios
“Un emprendedor social no es una empresa social, y eso hay que diferenciarlo. Nosotros trabajamos también con ONG emprendedoras y promovemos el trabajo de personas que están impactando en la vida de miles de ciudadanos. Para mí hay tres tipos de perfiles que son los que llevan a cabo grandes cambios: el activista, las personas que forman parte del mundo del asistencialismo (organizaciones que ayudan a paliar el hambre, que ayudan a colectivos vulnerables…) y todo el que se dedica a la innovación social que toca a los individuos que sufren, pero que plantean una nueva mirada sobre cómo hacer frente a los problemas”.
Mitjans menciona la labor de Francisco Díaz, de Autofabricantes, un proyecto de investigación colectiva que busca generar soluciones alternativas y accesibles en código abierto en torno a la diversidad funcional. Desarrolla asistencias técnicas personales y trabaja en la generación de conocimiento libre para mejorar su autonomía y calidad de vida, utilizando la fabricación digital e involucrando en procesos de coproducción a familias, usuarios, técnicos y a cualquier persona que quiera participar. “El mercado actual de las prótesis de brazos y piernas está obsoleto, tiene un catálogo que data del año 2000, por eso han creado una plataforma que ayuda a niños y niñas y diseña con ellos sus propias prótesis”, explica Mitjans.
Necesidades en el sector de la educación
Las iniciativas emprendedoras educativas se han convertido en un modelo de emprendimiento social en mayúsculas. Hoy el modelo que domina la educación y la manera de enseñar se basa en la transferencia de información del profesor al alumno. Las tasas de fracaso escolar (que se sitúan en un 20 % en España) demuestran, entre otras causas, el poco interés de los alumnos por el contenido educativo.
Uno de los muchos proyectos que se han desarrollado es la plataforma digital colaborativa Atlas de la Diversidad, que comanda Narcís Vives. Presenta un nuevo paradigma de aprendizaje que utiliza aplicaciones tecnológicas para que los maestros exploren técnicas educativas innovadoras y conecten con otras escuelas. Atlas de la Diversidad es una especie de gran biblioteca multimedia construida gracias a las aportaciones de los alumnos, diseñada para ser aplicable a cualquier materia, desde literatura hasta matemáticas.
“Al principio presentamos una propuesta a la Unión Europea para llegar a 1.500 escuelas de distintos países. Queríamos promover una forma de aprender muy vinculada al territorio y así fundamos Atlas de la Diversidad. Hemos generado un banco de datos creado por los propios alumnos que es un retrato de los diferentes problemas sociales de sus comunidades. Esa base de datos está formada por documentos multimedia que contienen información sobre leyendas, recetas de cocina, cómo son los mercados de la zona o cuáles son los topónimos. Han participado 1.500 escuelas de 21 países y hemos conseguido nuestro objetivo: que los alumnos trabajen de forma colaborativa y en red. El proyecto ha recibido muchos reconocimientos internacionales. Hay decenas de voluntarios y es una máquina que funciona casi sola”, describe Vives.
Cambio de mentalidad
El auge del movimiento del emprendimiento social se debe al enorme cambio en la mentalidad de la sociedad que se ha producido en los últimos años. Por eso surgieron lugares donde se podían pulir las habilidades de emprendimiento social de los ciudadanos. Uno de ellos fue el Centro de Innovación Social de Stanford, una de las primeras iniciativas que puso en marcha la universidad. Hoy es promotor y referencia en el desarrollo de ideas y proyectos para mejorar el mundo. La ‘Stanford Social Innovation Review’ es la publicación más importante en torno a la innovación para la resolución de los grandes retos sociales y medioambientales.
A esto hay que añadir que en el mundo hay miles de emprendedores sociales, como Muhammad Yunus, pero solo unos pocos son los que han inspirado a los demás.