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Planeta> Gestión del Agua 28 may 2024

¿Qué es el agua virtual? Lo que más pesa en nuestra compra

El agua virtual es la cantidad de agua utilizada para cultivar, crear o procesar un producto. Ni se ve ni se bebe, pero se usa y se contamina en todas las fases de producción: cultivo, procesamiento, fabricación, transporte o venta. Los ejemplos clarifican: obtener un kilo de tela de algodón requiere 11.000 litros de agua y un kilo de carne, 15.000.

Cada vez que Marina va al supermercado, mete en su cesta frutas y verduras, algo de pasta y arroz, pescado y, de vez en cuando, un poco de carne. Intenta que su compra no pese demasiado, para poder llevarla hasta su casa con facilidad y sin tener que cargar con muchas bolsas. Lo que Marina no sabe es que, cada vez que va al supermercado, se está llevando también miles y miles de litros de agua. Además, lo hace incluso cuando su compra es pequeña y a pesar de que nunca bebe agua embotellada.

Lo que Marina se está llevando a casa –sin saberlo y sin notarlo– es lo que conocemos como agua virtual. Todos los litros que son necesarios para cultivar, crear o procesar cada producto, desde los tomates hasta el arroz, pasando por la cerveza. Aunque los consumidores no la notemos, esta agua tiene un peso muy importante en el valor de los productos y en su huella de carbono y puede utilizarse como moneda de cambio.

Definición de agua virtual

El agua virtual se puede definir como la cantidad de agua necesaria para crear cualquier producto. No es visible ni se bebe directamente, pero está presente en la comida y en los objetos que utilizamos a diario. Para calcularla, se tiene en cuenta el agua que se usa y se contamina en todas las etapas del proceso de producción: el cultivo, el procesamiento, la fabricación, el transporte y la venta, entre otros.

“Pensemos por ejemplo en el pan. Necesitamos conseguir las semillas, plantarlas, regar el campo, recoger el trigo y realizar muchos otros pasos hasta que se vende en la panadería. A esto tenemos que sumarle el trabajo del panadero, que también bebe agua, y la cantidad que se evapora durante el riego. Todo cuenta”, explica José Francisco García, director del Institut de Recerca de l’Aigua (IdRA).

Calcular esta huella no es sencillo. De hecho, el concepto de agua virtual fue acuñado en 1993 por el investigador británico John Anthony Allan, quien trabajaba para desarrollar un método para conocer el agua que se utiliza en la fabricación de los productos. Para lograrlo es necesario registrar cuidadosamente la cantidad de agua dulce (no salada) que se usa en cada proceso, teniendo en cuenta también las pérdidas y el líquido que termina contaminándose.

“Las cifras resultantes son sorprendentes y hacen referencia a volúmenes que nos parecen enormes, sobre todo si pensamos en unidades de bebida”, señala García. “Para obtener un kilo de tela de algodón para hacer ropa, necesitamos alrededor de 11.000 litros. Para un kilo de carne, 15.000 litros, y para 100 gramos de chocolate, unos 2.400. Esto se debe a que entran en juego muchísimos procesos. Por ejemplo, en el caso del algodón, el 45% de los 11.000 litros se destinan a regar, y un alto porcentaje de esta cantidad se evapora”, explica.

Esta agua virtual no debe confundirse con la huella hídrica, que hace referencia al total de agua que una persona, una actividad, una empresa o un país utilizan en el día a día. Esto incluye la que usamos para beber y para ducharnos, por ejemplo, y también toda el agua virtual de los productos que consumimos.

El verdadero valor del agua virtual

Uno de los problemas a los que se enfrentan los agricultores que dedican sus esfuerzos al cultivo intensivo del algodón es que, al cabo de pocos años, sus tierras terminan degradadas y sin capacidad de hacer crecer otros bienes. Otro, igual de importante, es que deben utilizar una gran cantidad de agua para alimentar las plantas de algodón. Un ejemplo lo tenemos en el mar de Aral, que durante años regó numerosos cultivos de algodón de Uzbekistán y terminó perdiendo volumen y superficie.

El agua es un bien cada vez más preciado. En el planeta hay muchísima agua, pero muy poca potable para los humanos. Para conseguir esta última, debemos utilizar una gran cantidad de recursos que tienen un impacto económico, social y medioambiental. Por ello, ahorrar agua es clave en numerosos procesos. Y es ahí en donde entra el agua virtual.

Tal y como ejemplifican desde Madrid+D, un país con escasos recursos hídricos puede elegir entre utilizar 1.000 litros de agua para producir un kilo de trigo e importar esta cantidad de cereal de otro país. Si opta por la segunda opción, está ahorrando agua, y a la vez está importando 1.000 litros de agua virtual. El comercio de este bien virtual ha aumentado en los últimos años, a medida que han aumentado las importaciones y exportaciones de todo tipo de productos.

¿Cómo reducir la huella del agua virtual?

La respuesta sencilla a esta pregunta sería que podemos reducir el agua virtual de cada producto limitando la cantidad de agua real que se utiliza en cada paso del proceso productivo. Por ejemplo, optimizando los sistemas de riego en la agricultura. Pero la realidad es más complicada y tiene su base en un sistema de producción y consumo que no tiene en cuenta la sostenibilidad. 

“Nuestro problema es la falta de criterio a la hora de priorizar el uso del agua”, señala García. “Estamos acostumbrados a que el agua es gratis o muy barata porque podemos tener tanta como queramos a cambio de invertir energía: las desalinizadoras convierten ingentes cantidades de agua en agua potable. Como consecuencia, hacemos un mal uso de esta”.

De acuerdo con el director de IdRA, una solución para limitar el agua virtual es reducir el consumo de los bienes asociados y tener siempre en mente la regla de las 3R: reducir, reutilizar y reciclar. “No necesitamos comprarnos cinco pantalones cada temporada. Si en vez de cinco, nos compramos dos, estaremos reduciendo enormemente el consumo de agua”, explica.

“Estamos hablando de cambios que tienen que ver con el comportamiento de la población. Parece que un cambio real en nuestra forma de vida es la única solución para muchos de nuestros problemas”, concluye García. “La idea alrededor de la que gira todo es la sostenibilidad”.