Premio Fronteras por introducir la dimensión espacial en la ecología y aplicarla al diseño de reservas naturales y ciudades sostenibles
El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación ha sido concedido en su XIV edición a los ecólogos Lenore Fahrig, Simon Levin y Steward Pickett por introducir la dimensión del espacio físico en el estudio de los ecosistemas. Los tres galardonados han realizado contribuciones fundamentales tanto al desarrollo de la teoría y las matemáticas de la ecología espacial, como a su aplicación en el diseño de áreas de reservas naturales, planes de gestión de la vida silvestre y redes de carreteras, y ciudades sostenibles, según destaca el jurado
Fahrig, Levin y Pickett no han trabajado juntos, pero su trabajo ha sido fundamental para el desarrollo de la llamada ‘ecología espacial’, tanto en el plano teórico como en el práctico. Levin es pionero en su desarrollo matemático, introduciéndolo así en modelos que permiten el análisis de ecosistemas complejos; Fahrig estudia los impactos de la fragmentación del hábitat y la pérdida de conectividad entre hábitats remanentes sobre la biodiversidad; y Pickett es uno de los padres de la ecología urbana, que asume que las ciudades concentrarán cada vez más población y por tanto es obligado pensar en cómo emplear también sus espacios para conservar la biodiversidad.
Frente a paradigmas anteriores, que se centraban en la conservación de grandes áreas evitando la presencia del ser humano, los galardonados han desarrollado la ecología espacial, que demuestra el valor que los hábitats de menor tamaño tienen en sí mismos y como ejemplos extrapolables a otras escalas de territorio mayores; la importancia de conectar los hábitats fragmentados, e incluso la posibilidad de preservar la biodiversidad en el entorno urbano.
Comprender cómo afecta el espacio físico a la dinámica de los ecosistemas y a la vida de los organismos “es fundamental en ecología”, explica Pedro Jordano, profesor de investigación en la Estación Biológica de Doñana y secretario del jurado. Los espacios y su gestión influyen por ejemplo en las migraciones, en la capacidad de adaptación de las especies o en el impacto de la huella humana en el ecosistema.
Herramientas matemáticas para identificar patrones
Simon Levin marcó un hito al presentar su visión de la ecología espacial en su artículo ‘The Problem of Pattern and Scale in Ecology’, publicado en 1992, que hoy sigue siendo uno de los más citados de la ciencia ecológica. Como explica Jordano, hasta entonces “la ecología estaba huérfana de un cuerpo doctrinal que explicara cómo se integran las distintas escalas espaciales, desde áreas locales a continentes. Los investigadores empezamos en espacios pequeños, como una charca, pero tenemos que entender procesos a escala planetaria”.
Levin, catedrático de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Princeton (EEUU), ha aportado a la ecología herramientas matemáticas que ayudan a identificar patrones comunes a diferentes escalas espaciales.
Simon Levin, Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación - Princeton University
“Hasta hace relativamente poco, no existía mucha teoría matemática que incorporara la dimensión del espacio de la interacción entre especies en modelos. Así que empecé a trabajar en esta línea en los años 70, para construir modelos ecológicos que incorporasen la estructura espacial”, ha explicado Levin tras conocer el fallo del jurado.
Levin, según Jordano, ha ofrecido el armazón teórico y los modelos que faltaban “para entender cómo el espacio físico influye en la dinámica de los ecosistemas y en la vida de los organismos. Es la base de los estudios que explican los procesos de fijación de carbono por parte de los bosques, cómo se reparten la vida animal y vegetal en la tierra, las migraciones de animales o la dispersión de las plantas, cómo se estructuran y relacionan las poblaciones entre sí, o cómo los procesos de degradación de la naturaleza crean barreras infranqueables y por lo tanto causan situaciones de aislamiento”.
El valor de las áreas pequeñas y los corredores ecológicos
Lenore Fahrig, catedrática de Biología de la Universidad de Carleton (Canadá), recurre a las vistas aéreas para explicar el concepto de ecología espacial: “Estudiamos cómo el reparto del territorio, las distintas manchas que ves desde un avión, influye en la vida de los organismos”, ha explicado en una entrevista tras conocer el fallo. Ella ha sido pionera en el estudio de la fragmentación del territorio y su impacto en la biodiversidad.
Lenore Fahrig, Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación
“El hábitat se fragmenta debido al impacto humano, y ésta es una de las amenazas más profundas para la biodiversidad”, señala el acta. Fahrig “ha desarrollado métodos teóricos, basados en datos, para reducir los efectos de la pérdida del hábitat manteniendo la conectividad entre áreas fragmentadas (…). Su trabajo investiga el papel fundamental de las redes de carreteras y de las pequeñas áreas de conservación en la distribución y abundancia de las especies”.
Una de las conclusiones del trabajo de Fahrig se centra en el valor de las áreas pequeñas. Como explica Jordano, “el enfoque desarrollista limitaba la conservación a grandes áreas, dejando de lado otras menores; Fahrig demuestra que también es importante conservar áreas pequeñas, porque si están bien conectadas entre sí pueden ayudar a preservar la biodiversidad”.
Diseñar ciudades para la convivencia de la naturaleza y las personas
Pickett, investigador en el Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas (EEUU), ha desarrollado el campo de la ecología urbana. Su trabajo se ha desarrollado en colaboración estrecha con especialistas en arquitectura, urbanismo, arte, sociología y economía.
Como ha afirmado el propio Pickett tras conocer el fallo, “concibo las ciudades como mosaicos con muchas capas: la capa construida −los edificios, las carreteras, las infraestructuras…−, pero también la capa de las políticas, las normas. Está la capa de las diferencias sociales −de clase, étnicas…−, y la capa verde, la parte ecológica: el reciclaje de nutrientes, la regulación del clima o el flujo de agua. Abordo la planificación urbana integrando todas estas capas”.
Para Pickett, es necesario invertir las prioridades en el urbanismo actual: “Ahora las ciudades están diseñadas para los coches; tenemos que darle la vuelta a esto y pensar en las ciudades como lugares en los que la biología tiene que funcionar y la biodiversidad tiene que prosperar, para realizar funciones útiles para el control del clima, del agua e incluso para cuidar la salud física y psicológica de las personas. Debemos diseñar las ciudades en primer lugar para la convivencia de la naturaleza y las personas, y rebajar la importancia de la dimensión física y la eficiencia del transporte”.